Con las elecciones, relanzar la ‘revolución’ libanesa del 17 de octubre de 2019
de Fady Noun

El fervor de los primeros días de la revuelta parece haberse atenuado. A un año de los hechos, la conmemoración no bastó para reavivarla. La pandemia del nuevo coronavirus y la doble explosión en el puerto de Beirut apagaron gran parte de las ilusiones del inicio. El voto sigue siendo el único medio para restaurar el espíritu revolucionario.

 


Beirut (AsiaNews) - La primera conmemoración del levantamiento popular del 17 de octubre de 2019 en Beirut fue tan tediosa y decepcionante como la primera llama de lo que ahora llamamos "revolución". Transmitida en directo por seis canales de televisión - y un día habrá que explicar el papel que desempeñaron en su difusión -, para algunos, esta explosión social “marcó el verdadero final de la guerra civil" en el Líbano (1975-1990). Condujo a la caída del gobierno dirigido por Saad Hariri, quemó toda una serie de tabúes políticos e instaló un debate público sobre casi todas las cuestiones políticas y sociales del momento. 

Hoy, el fervor de los primeros días parece haberse desvanecido. La conmemoración anual de este levantamiento no ha logrado reavivar la llama de los comienzos, en un contexto de depresión nacional acentuado por la tremenda doble explosión en el puerto de Beirut, ocurrida el 4 de agosto y causada por 2700 toneladas de nitrato de amonio almacenadas sin precauciones. Una deflagración que ha devastado parte de la capital libanesa, sin que hasta ahora se haya identificado y castigado a los verdaderos responsables. En una parte de la población, acosada por todas las crisis que ha atravesado el país, esta catástrofe ha generado una especie de derrotismo y un sentimiento de inutilidad respecto a cualquier esfuerzo de cambio.  

Los historiadores y los politólogos vacilaron largo tiempo antes de calificar el levantamiento del 17 de octubre del año pasado como "una revolución", definición que fue adoptada rápidamente por la población porque era de naturaleza pacífica y no tenía ningún medio tradicional para derrocar un régimen. Sin embargo, analizando este fenómeno en profundidad, la palabra "revolución" se impone de todos modos, aunque algo debilitada. Y esto es así porque independientemente de sus posibles desarrollos, el movimiento del 17 de octubre de 2019 es ciertamente una revolución de las conciencias individuales y colectivas. En el contexto de este levantamiento, hay un "no" colectivo a un viejo orden y un "sí" colectivo, aunque algo confuso, a un nuevo orden en cuya base hay una inmensa sed de justicia y libertad y un rechazo total y definitivo del viejo orden, enredado en compromisos y concesiones, injusto y a veces violento, alienante. 

La "revolución" del 17 de octubre pasó por dos grandes fases, la de la loca esperanza de los primeros tiempos cuando los revolucionarios creían que podían reivindicar "todo, de inmediato", y la de la división y especialización de los reclamos. El debilitamiento de este levantamiento - en parte, por la pandemia de Covid-19 - también se llevó consigo muchas de las ilusiones iniciales. Pero para los politólogos, todo esto era en gran medida predecible. 

Para el experto en asuntos locales Jamil Mouawad, de la Universidad Americana de Beirut, "el movimiento no logró generar un programa o un liderazgo. Por supuesto, su lema principal ("¡Todo, quiere decir todo!") al principio funcionó como un elemento unificador y permitió que las comunidades y partidos tradicionales fueran ignorados, pero su naturaleza demasiado general lo llevó a un callejón sin salida". "Hubo revolucionarios - continúa Mouawad -, pero no una revuelta de clase. El levantamiento no dio lugar a una transición política. El descontento de los ciudadanos hacia la clase política - hasta entonces contenido, en la esfera privada - se volcó al espacio público. Sin embargo, no vimos una revolución en el sentido de una ruptura con el pasado". 

Por otro lado, al parecer, las diversas entidades que surgieron de la revuelta no quisieron, o no supieron, trabajar juntas. El movimiento dio origen a un centenar de grupos, cada uno de ellos dotado de su propia voluntad política, pero sin una visión común. “En Beirut”, explica el politólogo, “cada uno montó su propia tienda y pronunció su propio discurso, pero este espacio sirvió para reflejar mucho más las divisiones que la unidad entre estos grupos”. 

Para el activista independiente Halimé Kaakour, doctor en Derecho Internacional y Derechos Humanos, citado por mi colega Anne-Marie Hage de L'Orient-Le Jour: “La organización política detrás del levantamiento necesitaba tiempo para madurar. Pero no tuvo a su disposición el lujo del tiempo". Cabe reiterar que hubiera sido “ilusorio querer encontrarse en una plataforma común, en particular en lo que respecta al matrimonio civil, la abolición del sistema confesional y tantas otras cuestiones, cuando los puntos de vista eran tan divergentes”.

Algunos analistas culpan a la revuelta del 17 de octubre por su falta de combatividad. Sin embargo, hay que recordar que fue suprimida por las fuerzas armadas y que fue objeto de violentas contra-manifestaciones por parte de grupos guiados por Hezbolá. Por lo tanto, hay que destacar que en cierto sentido, la intimidación desempeñó un papel en su “debilitamiento”, para nada indiferente . Sin embargo, la elección de un camino pacífico ha sido en sí misma “revolucionaria” en un entorno marcado por cierta dosis de violencia, [que abarca] desde la península árabe hasta el enclave de Gaza, desde las fronteras de Siria hasta Yemen.

Para el politólogo Joseph Bahout, mencionado anteriormente, “esta no-violencia ha permitido asegurar un mayor apoyo popular a la protesta”. Pero para Elie Fayad, jefe de redacción de L'Orient-Le Jour, esta es la única premisa para una posible victoria. 

En un editorial en el que pasa revista a los medios para salir de un “sistema político bloqueado”, Elie Fayad invita a los manifestantes a prepararse adecuadamente para la próxima convocatoria electoral en el Líbano, y escribe: “Es a través de la política que podemos salvar la política en el Líbano. Los que quieran permanecer ‘puros’, será mejor que se queden en casa. Los otros tendrán que ‘ensuciarse las manos’ y hacer alianzas puntuales o duraderas con esta o aquella agrupación tradicional, contra una u otras [...]. A nivel país, para el Líbano, la entrada de 10, 15 ó 20 miembros de la "thawra" en el Parlamento (con un total de 128 escaños) ya tendría "el efecto de un gran terremoto político". En resumen, para dar nueva vida a los días gloriosos de octubre de 2019 hay un único y gran camino: las elecciones".