Rusia y China se disputan Kirguistán a fuerza de préstamos
de Vladimir Rozanskij

Putin ha prometido vacunas contra el Covid y 100 millones de dólares. Se refuerzan las vías de comunicación ferroviaria y aérea con Moscú. Beijing amplía el plazo para saldar una deuda de 5 mil millones de dólares y requiere licencias para la explotación de la mina de hierro de Dzhetim-Too.


Moscú (AsiaNews) La primera visita al exterior del nuevo presidente de Kirguistán, Sadyr Zhaparov, fue a Moscú, para rendir homenaje a Vladimir Putin. El presidente ruso felicitó a su nuevo colega y prometió corresponder a la visita con un viaje al ex país soviético, que según Zhaparov "siempre está dispuesto a colaborar con la Federación Rusa". El encuentro, que finalizó el 24 de febrero, permitió discutir el suministro de vacunas Sputnik-V a Bishkek y un crédito de 100 millones de dólares que otorgaría el Kremlin a su aliado kirguís.

Zhaparov también se reunió con una nutrida delegación de inmigrantes kirguises en Moscú, prometiéndoles la exclusión de la "lista negra" de inmigrantes en Rusia para que puedan obtener sus visas de residencia. El presidente kirguís recomendó a sus compatriotas que respeten las leyes rusas, y anunció el acuerdo sobre el incremento de las vías de comunicación, ferroviarias y aéreas, que facilitarán las relaciones entre los dos países.

Las inversiones y créditos rusos son especialmente necesarios para Kirguistán, para no sucumbir totalmente al crecimiento de la deuda nacional, en su mayor parte con China. La deuda externa de Kirguistán es de 5 mil millones de dólares, de los cuales más del 40% está en manos de los bancos de importación y exportación chinos. En la última década China ha construido una serie de infraestructuras en el país centroasiático como parte de la Belt and Road Initiative.

La economía de Kirguistán se encuentra sumida en una severa crisis,  agravada por el Covid-19. En 2020, el PBI del país cayó un 8,6%, lo que pone en duda la posibilidad de pagar no solo las deudas, sino también los intereses de la misma. Muchos expertos del gobierno de Kirguistán proponen entregar en pago una parte de los activos del Estado. El mismo Zhaparov, en una entrevista con la agencia Kabar el 13 de febrero, dijo que "si no pagamos a tiempo por lo menos una parte de la deuda, perderemos una gran parte de nuestro patrimonio nacional". Culpó a sus predecesores por esta situación, "pero si Dios quiere, nos libraremos de estas deudas a tiempo, tenemos planes al respecto".

Hasta ahora, Beijing ha mostrado una amplia disposición a extender el plazo de algunos créditos de Kirguistán, al igual que de otros países en una situación similar, pero no por mera generosidad, sino imponiendo formas bastante complejas de negociación. Según los expertos, uno de los objetivos en este sentido sería el yacimiento de hierro kirguís de Dzhetim-Too, sobre el que Beijing quisiera obtener derechos exclusivos de explotación.

Por tanto, Zhaparov tiene por delante una tarea de enormes proporciones para poner en marcha las reformas económicas que prometió en la campaña electoral de los últimos meses, y al mismo tiempo la tan anunciada lucha contra la corrupción. No es casual que, antes de su visita a Moscú, Zhaparov mantuviera una conversación telefónica con Xi Jinping, en la cual quedaron en claro los límites de la libertad de iniciativa del presidente kirguís. Un presidente que fue elegido en nombre del orgullo nacionalista y denunciando las políticas de sus predecesores, demasiado serviles, precisamente, con respecto a los intereses chinos.

Tanto Beijing como Moscú esperan ahora que el país centroasiático alcance una mayor estabilidad política y social, para poder repartirse ordenadamente las esferas de influencia y los sectores económicos y geopolíticos de interés para los dos gigantes, entre Rutas de la seda y Uniones euroasiáticas.