El Papa en Irak: paz, reconciliación y rechazo a la violencia en nombre de Dios

Francisco fue recibido en Bagdad por el presidente de la República y se reunió con personalidades políticas y diplomáticas. "Que Dios nos conceda caminar juntos, como hermanos y hermanas, en la firme convicción de que las verdaderas enseñanzas de las religiones nos invitan a permanecer anclados en los valores de la paz, [...] del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común". Un vehículo blindado y la mascarilla.

 


Bagdad (AsiaNews) - Un Irak pacificado, reconciliado y democrático en el que esté garantizada la participación de todos los grupos políticos, sociales y religiosos y nadie sea considerado ciudadano de segunda clase. Un Irak que siga rechazando la violencia en nombre de Dios y al que la comunidad internacional sigua ofreciendo ayuda. Esto es lo que le desea el Papa Francisco al país que visita en su viaje internacional número 33, al que llegó exactamente a las 2 pm hora local tras un vuelo de 4 horas y 30 minutos.

El Papa fue recibido en el aeropuerto por el Primer Ministro iraquí, Mustafa Abdellatif Mshatat, conocido como Al-Kadhimi con quien mantuvo una breve conversación en la sala VIP del aeropuerto. Bailes, música y canciones acompañaron a Francesco a lo largo del camino hacia la salida, donde subió al automóvil blindado que utilizará en estos días. Es el primer indicio de la realidad donde se desarrolla el viaje, como el hecho de que los jóvenes que saludaron al Papa con banderas iraquíes y vaticanas a lo largo de la carretera desde el aeropuerto hayan sido previamente identificados y registrados. Una medida similar espera a todos los que participarán en los encuentros con el Papa. Otra señal es la mascarilla que usa Francisco, en un país muy golpeado por la pandemia y en situación de confinamiento.

Francisco también hizo referencia a ese tema en el primer discurso de este viaje. Después del encuentro con el Presidente de la República, Barham Ahmed Salih Qassim, habló en el salón del Palacio Presidencial ante las autoridades políticas y religiosas, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático. "Mi visita - dijo - tiene lugar en un momento en que el mundo entero está tratando de salir de la crisis por la pandemia del Covid-19, que no solo ha afectado la salud de muchas personas, sino que también ha provocado el deterioro de las condiciones sociales y económicas, ya marcadas por la fragilidad y la inestabilidad. Esta crisis requiere esfuerzos conjuntos para tomar todas medidas necesarias, entre ellas una distribución equitativa de las vacunas. Pero eso no es suficiente: esta crisis es sobre todo un llamado a "replantearnos nuestro estilo de vida […], el sentido de nuestra existencia" (Enc. Fratelli tutti, 33). Se trata de que salgamos de este tiempo de prueba mejores que antes; de que construyamos el futuro en base a lo que nos une y no lo que nos divide”.

El tema de la unidad también fue central en el discurso del Papa. Por eso, cuando explicó que habia llegado "como peregrino" para dar aliento a los cristianos, saludó "también a los fieles de otras Iglesias y Comunidades eclesiales cristianas, a los miembros del Islam y a los representantes de otras tradiciones religiosas. Que Dios -agregó- nos conceda caminar juntos, como hermanos y hermanas, con la fuerte convicción de que las verdaderas enseñanzas de las religiones nos invitan a permanecer anclados en los valores de la paz, […] del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de convivencia común”.

El gobierno iraquí, por su parte, está dando toda la solemnidad posible a la visita: el automóvil del Papa fue escoltado hasta el palacio presidencial por hombres a caballo con banderas iraquíes y vaticanas, luego estos fueron reemplazados por una banda que precedió al vehículo en los primeros metros dentro del complejo, militares en formación, un vuelo de palomas blancas y niños con ropas tradicionales que le ofrecieron flores.

En su intervención, el Papa recordó que "en las últimas décadas, Irak ha sufrido los desastres de las guerras, el flagelo del terrorismo y los conflictos sectarios basados ​​muchas veces en un fundamentalismo que no puede aceptar la convivencia pacífica de diferentes grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas diversas". Al citar "muerte, destrucción, ruinas todavía visibles", Francisco destacó "entre tantos que han sufrido", a los yazidíes, "víctimas inocentes de una barbarie insensata e inhumana, perseguidos y asesinados a causa de sus creencias religiosas, y cuya propia identidad y supervivencia se puso en peligro. Por lo tanto, sólo si podemos mirarnos unos a otros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano. En este sentido, la diversidad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí durante milenios es un recurso valioso para aprovechar, no un obstáculo que hay que eliminar. Hoy Irak está llamado a mostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, en vez de dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil. La convivencia fraterna requiere un diálogo paciente y sincero, amparado por la justicia y el respeto del derecho. No es una tarea fácil: requiere esfuerzo y compromiso por parte de todos para superar rivalidades y contraposiciones, y dialogar a partir de la identidad más profunda que tenemos, la de hijos del único Dios y Creador”.

Hizo también un llamado a la solidaridad, “virtud que nos lleva a realizar gestos concretos de cuidado y servicio, con particular atención a los más vulnerables y necesitados. Pienso en aquellos que, a causa de la violencia, la persecución y el terrorismo, han perdido familiares y seres queridos, hogares y bienes esenciales. Pero también pienso en las personas que luchan todos los días en busca de seguridad y los medios para salir adelante, mientras aumentan la desocupación y la pobreza”.

Por último, se refirió a la paz. “Vengo - dijo - como un peregrino de paz, en nombre de Cristo, Príncipe de la Paz. ¡Cuánto hemos rezado en estos años por la paz en Irak! San Juan Pablo II no escatimó iniciativas y, sobre todo ofreció oraciones y sufrimientos por ello. Y Dios escucha, siempre escucha. Depende de nosotros escucharlo a Él, caminar por sus sendas. Que callen las armas, que se evite su proliferación, aquí y en todas partes. Que terminen los intereses particulares, esos intereses externos a los que no les interesa la población local. Que se de voz a los constructores, a los artesanos de la paz. A los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla que quiere vivir, trabajar, rezar en paz. No más violencia, extremismo, facciones, intolerancias; que se dé espacio a todos los ciudadanos que quieran construir juntos este país, desde diálogo, desde la discusión franca y sincera, constructiva; a los que trabajan por la reconciliación y están dispuestos a dejar de lado sus propios intereses por el bien común”.

“La comunidad internacional también tiene un rol decisivo que desempeñar en la promoción de la paz en esta tierra y en todo el Oriente Medio. Como hemos visto durante el largo conflicto en la vecina nación de Siria, - de cuyo inicio se cumplen ya diez años en estos días  -, los desafíos interpelan cada vez más a toda la familia humana. Requieren cooperación a escala global para poder afrontar también las desigualdades económicas y las tensiones regionales que ponen en peligro la estabilidad de estas tierras”.

Una tierra en la cual los cristianos “constituyen una rica herencia, que quiere poder seguir al servicio de todos. Su participación en la vida pública, como ciudadanos que gozan plenamente de sus derechos, libertad y responsabilidad, será testimonio de que un sano pluralismo religioso, étnico y cultural puede contribuir a la prosperidad y la armonía del país". (FP)