Papa: Jesús dona el Paráclito, consolador y abogado

En la Misa de Pentecostés, el Papa Francisco explicó que el consuelo del Espíritu no es como los "consuelos del mundo", "anestésicos" que "no curan". Hoy es "el tiempo de la consolación", de proclamar la alegría del Evangelio, no de "luchar contra el paganismo" o  lamentarse por la "secularización". Buscar la "armonía en la diversidad", sin oponerse ni excluirse entre "conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda". El Espíritu hace "testigos del hoy de Dios, profetas de unidad para la Iglesia y la humanidad".

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El Espíritu Santo es "el don definitivo" de Jesús, a quien llama con el nombre de "Paráclito" que "quiere decir esencialmente dos cosas: Consolador y Abogado". Así comenzó el Papa Francisco su homilía de la misa de Pentecostés, que celebró esta mañana en la Basílica de San Pedro, desde el altar de la Confesión. En la nave central, los fieles observaron el distanciamiento social debido a la pandemia.

De las características de "consolador y abogado" que tiene el Espíritu Santo, el pontífice extrajo importantes consecuencias para la misión de la Iglesia en el mundo. Por ejemplo, el Papa destacó que este es "el tiempo de la consolación", y por lo tanto es el momento de un anuncio gozoso del Evangelio, no de "luchar contra el paganismo" o de lamentarse por la "secularización". Además, dado que el Paráclito "empuja hacia la unidad, la concordia, la armonía de la diversidad", es importante buscar "el todo", no oponerse y excluirse entre "conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda".

En su homilía, Francisco explicó en primer lugar que la "consolación" del Espíritu es diferente de las "consolaciones del mundo". Estas son "analgésicos", "evaden, distraen, pero no curan", "no curan el mal profundo que llevamos dentro". En cambio, el Espíritu es “la ternura misma de Dios, que no nos deja solos; porque estar con el que está solo ya es consolar”.

“También nosotros estamos llamados a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser paráclitos, consoladores. Sí, el Espíritu nos pide que demos cuerpo a su consolación. ¿Cómo? No con grandes discursos, sino haciéndonos cercanos; no con palabras de circunstancia, sino con oración y cercanía. El Paráclito le dice a la Iglesia que hoy es el tiempo de la consolación. Es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarse por el drama de la secularización. Es el tiempo de derramar amor en el mundo, sin casarse con la mundanalidad. Es el tiempo de dar testimonio de la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito!"

El Papa explicó después qué significa que el Espíritu es "abogado", que "no nos sustituye, sino que nos defiende de las falsedades del mal inspirando nuestros pensamientos y sentimientos". Luego enumeró "tres antídotos básicos” que sugiere el Espíritu “contra otras tantas tentaciones, muy difundidas en estos días".

La primera sugerencia es "vive el presente ... El Paráclito afirma la primacía del hoy, contra la tentación de quedar paralizados por las amarguras y las nostalgias del pasado, o de concentrarnos en las incertidumbres del mañana y dejarnos obsesionar por el miedo de lo que puede venir en el futuro".

La segunda es "Busca el todo". "El Paráclito afirma la primacía del conjunto. Es en el conjunto, en la comunidad, donde el Espíritu prefiere actuar y llevar la novedad. Miremos a los apóstoles. Eran muy diferentes entre ellos, Por ejemplo, estaban Mateo, un publicano que había colaborado con los romanos, y Simón, al que le decían el Zelote, que se oponía a ellos. Había ideas políticas opuestas, visiones del mundo muy diferentes. Pero cuando recibieron el Espíritu aprendieron a no dar prioridad a sus puntos de vista humanos, sino al todo de Dios. Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha o izquierda. Si estos son los criterios, significa que en la Iglesia se ha olvidado al Espíritu. El Paráclito impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace reconocernos como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros. ¡Busquemos el todo! ".

Por último, el tercer gran consejo es “pon a Dios por delante de tu yo. Es el paso decisivo de la vida espiritual, que no es una colección de méritos y de obras nuestras, sino la humilde acogida de Dios. El Paráclito afirma el primado de la gracia”. “Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma, caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo y no daremos frutos. La Iglesia no es una organización humana, es el templo del Espíritu Santo. Jesús ha traído el fuego del Espíritu a la tierra y la Iglesia se reforma con la unción de la gracia, con el poder de la oración, con la alegría de la misión, con la belleza desarmante de la pobreza. ¡Pongamos a Dios en primer lugar!”.

El pontífice concluyó con una oración: “Espíritu Santo, Espíritu Paráclito, consuela nuestros corazones. Haznos misioneros de tu consolación, paráclitos de misericordia para el mundo. Abogado nuestro, dulce consejero del alma, haznos testigos del hoy de Dios, profetas de unidad para la Iglesia y la humanidad, apóstoles fundados en tu gracia, que todo lo crea y todo lo renueva. Amén".