Asjabad: no cesa la persecución religiosa y política
de Vladimir Rozanskij

Durante los días de Eid al-Adha, registraron los domicilios de los ciudadanos sospechosos de conservar literatura religiosa prohibida. Las autoridades temen el extremismo islámico, que ve un resurgimiento tras el avance de los talibanes en Afganistán. Ataques contra los familiares de activistas turcomanos que viven en el exterior.


Moscú (AsiaNews) - En estos días en los que se celebra la festividad musulmana de Kurban-Bayram (Eid al-Adha), el Ministerio de Seguridad Nacional de Turkmenistán está llevando a cabo registros y controles en los domicilios de los ciudadanos sospechosos de tener literatura religiosa prohibida. Según Radio Azatlyk, hubo numerosas confiscaciones en el velayat (la provincia) de Lebap, en las ciudades de Djanev, Darganat, Sejdi y Gazodžak.

Los funcionarios del Ministerio exigen a los ciudadanos que acuden a las mezquitas que se deshagan de cualquier publicación religiosa que no sea el Corán. Cualquier otro libro de contenido religioso "no debe estar en las estanterías de los hogares de los creyentes", dice el texto de la orden de confiscación. En Turkmenistán se están controlando las "pautas sobre literatura religiosa", ya que las autoridades temen que las corrientes más extremistas del Islam se extiendan entre la población.

Según algunos comentaristas, la represión de la literatura podría ser un efecto de la creciente influencia de los talibanes, que se imponen en el vecino Afganistán. Esto reforzaría una tendencia islámica radical presente en Turkmenistán desde hace tiempo, en parte debido a la presencia de ex miembros del ISIS, que se instalaron en el país tras las derrotas en Siria e Irak.

Algunos ancianos confesaron a los corresponsales de Azatlyk que las persecuciones de estos días se parecen mucho a las de la época soviética, cuando se allanaban los domicilios: "En realidad, es malo que la gente sepa poco de religión, porque así es como se atrae a los grupos radicales de fuera", dijo uno de los entrevistados.

Otro testigo afirmó que "si los enviados del ministerio encuentran un libro religioso en la casa, aún cuando éste se adecúe a las normas, someten a los habitantes a un duro  interrogatorio". A veces, añadió, las autoridades también recurren a formas de presión que violan los derechos de las personas: por ejemplo, las obligan a beber vodka para demostrar que no son radicales.

Además del control sobre la religión, el gobierno turcomano también mantiene una estrecha vigilancia sobre los activistas de derechos humanos. Radio Azatlyk informó del caso de una madre de cinco hijos a la que se le ha prohibido comunicarse con su hermano que vive en Turquía. No se trata de un caso aislado; las autoridades de Asjabad intentan cortar todo contacto con los turcomanos del extranjero que trabajan en estos temas. Los activistas operan desde Turquía, Bulgaria y Rusia, e incluso desde los Estados Unidos (ver foto), y el régimen los combate presionando a los familiares que viven en su patria.

En los últimos días se supo que el 7 de julio fue detenido Murat Dušemov, un activista que había presentado una denuncia en los tribunales por la violación de sus derechos, en relación con la libertad de comunicación con sus familiares y amigos. Junto con él, las autoridades detuvieron a su amigo, Džuma Džumakaev, y a su esposa, Leyla Nermetova. La pareja viajaba de Asjabad a Dashoguz: los policías les exigieron un pase verde para Covid-19, que no es obligatorio por ley.

Las autoridades turcomanas se negaron a comentar estos y muchos otros casos denunciados por los ciudadanos, sobre violaciones de los derechos civiles y religiosos en el país.