Papa. Como cristianos, no podemos permanecer indiferentes a Afganistán

“Muchas veces pensamos que el mal viene sobre todo de afuera: del comportamiento de los demás, de los que piensan mal de nosotros, de la sociedad”. “Y nos pasamos el tiempo atribuyendo culpas. Pero dedicarnos a culpar a los demás es una pérdida de tiempo. Uno se enoja, se amarga y aleja a Dios de su corazón”.

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El Papa invitó a "intensificar la oración y el ayuno" por Afganistán, al que sigue con "gran preocupación". "Como cristianos", dijo en el Ángelus, "en momentos históricos como estos no podemos permanecer indiferentes". Francisco expresó su cercanía “con los que lloran las víctimas de los atentados suicidas", e invitó a ayudar sobre todo a las mujeres y los niños.

Antes de recitar la oración mariana, el Papa se dirigió a algunos miles de personas que se encontraban en la plaza de San Pedro para comentar el pasaje del Evangelio donde Jesús dice que "nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda hacerle impuro” sino que es “dentro del corazón” donde nacen las cosas malas. Francisco exhortó a "aprender a acusarse a uno mismo" del mal. “Muchas veces - dijo - pensamos que el mal viene sobre todo de afuera: del comportamiento de los demás, de los que piensan mal de nosotros, de la sociedad. ¡Cuántas veces culpamos a los demás, a la sociedad, al mundo, por todo lo que nos pasa! Siempre es culpa de los demás, de los que gobiernan, de la mala suerte. Los problemas siempre parecen venir de afuera. Y nos pasamos el tiempo repartiendo culpas. Pero dedicarnos a culpar a los demás es una pérdida de tiempo. Uno se enoja, se amarga y aleja a Dios de su corazón. Como esas personas del Evangelio que se quejan, se escandalizan, discuten y no acogen a Jesús. No se puede -advirtió- ser verdaderamente religiosos en medio de quejas. Las quejas envenenan, traen rabia, resentimiento y tristeza que cierran las puertas a Dios".

Para Jesús, siguió diciendo “es importante que la fe recupere su centro. Y evitar un riesgo, que se aplica tanto a esos escribas como a nosotros: centrarse en las formalidades externas dejando en segundo plano el corazón de la fe. Es el riesgo de una religiosidad de apariencias: dar una buena imagen por fuera y descuidar la purificación del corazón. Siempre existe la tentación de 'quedar bien con Dios' con alguna devoción exterior, pero Jesús no se conforma con ese culto. No quiere cosas exteriores, quiere una fe que llegue al corazón”.