Nombraron al nuevo obispo de Minsk. Los católicos bielorrusos se defienden
de Vladimir Rozanskij

Es Mons. Juzef Stanevskij, ex obispo auxiliar de Grodno y secretario de la Conferencia Episcopal. Heredero de Mons. Kondrusiewicz, exiliado por el presidente Lukashenko porque invitó a las autoridades a dialogar con los manifestantes opositores al gobierno. El periodismo oficialista ataca a la Iglesia bielorrusa.


Moscú (AsiaNews) - Mons. Juzef Stanevskij es el nuevo arzobispo metropolitano de Minsk-Mogilev, la máxima autoridad eclesiástica de los católicos bielorrusos. El nombramiento se hizo público el 14 de septiembre y cierra el período de administración apostólica de Mons. Kazimierz Welikosielec. Este último asumió el cargo el 3 de enero tras la renuncia del arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz, quien regresó a su país después de cuatro meses de "exilio" en Polonia por haber invitado a las autoridades a dialogar con los manifestantes en los meses críticos de 2020. El Obispo de Vitebsk, Mons. Oleg Budkiewicz, de 49 años, había sido nombrado nuevo presidente de la Conferencia Episcopal el 14 de abril.

Ex obispo auxiliar de la diócesis de Grodno y secretario de la Conferencia Episcopal, Stanevskij tiene 52 años y nació en el pueblo de Zaneviči, cerca de la frontera con Polonia. Es la zona del país con mayor porcentaje de católicos de origen polaco, de donde también procede Kondrusiewicz. Stanevsky fue uno de los primeros estudiantes del seminario de Grodno reabierto por Kondrusiewicz en 1990, antes de trasladarse a Moscú como arzobispo católico ruso y volver luego a Minsk en 2007. El padre Juzef fue ordenado sacerdote en 1995, se especializó en derecho canónico en Lublin, Polonia, y posteriormente ocupó el cargo de rector del seminario de Grodno desde 2005.

En los últimos siete años Stanevsky ha trabajado con todos los obispos en la pastoral nacional y se ha convertido junto con Budkiewicz en heredero de los primeros "refundadores" de la Iglesia católica en Bielorrusia. Ahora tendrá que afrontar una fase delicada en las relaciones con el gobierno del presidente Lukashenko, quien ha acusado reiteradamente a los católicos de fomentar las protestas en las calles y ser "agentes" de la odiada Polonia. Ésa fue la razón por la cual el "batka" (dictador) impidió que Kondrusiewicz regresara a Bielorrusia.

Unos días antes del anuncio, el 9 de septiembre, el nuncio apostólico en Bielorrusia, Mons. Ante Jozič, se había reunido con el ministro de Relaciones Exteriores de Minsk, Vladimir Makej. El comunicado del ministerio explica que Makej "ha confirmado la tradicional disposición del gobierno bielorruso a colaborar de manera constructiva con el Vaticano", afirmando que los cimientos de estas relaciones son “inamovibles” para la historia del país. El ministro insiste en la "inadmisibilidad de la incitación a la intolerancia religiosa" y en "la importancia de preservar la armonía etno-confesional en Bielorrusia". Makej se está refiriendo a algunos acontecimientos recientes y, en general, a las relaciones entre ortodoxos (rusos) y católicos (polacos).

Después del encuentro, el nuncio Jozič concedió una entrevista al portal Catholic.by, en la que advirtió que "las autoridades bielorrusas no admiten ningún tipo de acción encaminada a provocar hostilidad contra los miembros de otras comunidades religiosas", confirmando las veladas amenazas de Makej y del mismo Lukašenko. Por otra parte, el encuentro tuvo lugar después de un escándalo público que afectó a los católicos bielorrusos. Unos días antes, el diario oficial Minskaya Pravda publicó en su sitio web una viñeta con la caricatura de algunos sacerdotes católicos.

En la sátira, uno de los sacerdotes cantaba el himno patriótico al "Dios poderoso" (Magutnyj Boža) enarbolando la bandera blanca-roja-blanca de los opositores a Lukashenko. Este afirma que es un símbolo vinculado a la colaboración con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La cruz de las vestiduras del sacerdote en la caricatura era una esvástica, mientras que una nube sobre los sacerdotes llevaba un icono de los mártires de Kuropaty, una tragedia de 1943 que todavía suscita violentos debates. El artículo que acompañaba la caricatura arremetía contra los católicos y su complicidad con los nazis. La caricatura fue retirada del sitio, pero el escándalo sigue dividiendo los ánimos.

Los obispos católicos bielorrusos reaccionaron de inmediato contra la afrenta. Con un durísimo comunicado denunciaron a "quienes pretenden alimentar en la sociedad bielorrusa la hostilidad contra la Iglesia católica romana, contra sus jerarcas y sacerdotes y, sobre todo, contra la cruz de Cristo Salvador, que dio su vida por la salvación de los hombres". La Santa Sede no apoyó públicamente la protesta y el nuncio fue criticado por su silencio sobre el episodio, incluso cuando mantuvo el encuentro con Makej. Al nuevo arzobispo le espera una misión muy difícil: proteger a su rebaño en los campos en llamas de la Bielorrusia actual.