26/02/2020, 14.00
VATICANO
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El Papa, cerca de los enfermos de coronavirus y de cuantos luchan para evitar su propagación

La Cuaresma “es el tiempo de pagar la televisión y abrir la Biblia. Es el tiempo para despegarnos del celular y conectarnos con el Evangelio. Es el tiempo para renunciar a las palabras inútiles, al parloteo, a las habladurías, al chismorreo, y tratar de “tú” al Señor. Es el tiempo para dedicarse a una sana ecología del corazón. Para hacer una limpieza. Vivimos en un ambiente contaminado por demasiada violencia verbal, por tantas palabras ofensivas y nocivas, que la web amplifica. Hoy en día se insulta como si se dijera ‘buenos días’. Estamos inundados por las palabras vacías, por la publicidad y los mensajes engañosos”. 

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El Papa está cerca “de los enfermos de Coronoavirus e de los operadores sanitarios que los asisten, así como de las autoridades civiles y de todos los que se están ocupando de atender a los pacientes y de detener el contagio”. Con un pensamiento dedicado a la enfermedad que está afectando a muchos países, concluyó la audiencia general de hoy, que Francisco dedicó al inicio de la Cuaresma, y por lo cual esta tarde llevará a cabo el rito de imposición de las Cenizas.

Al dirigirse a las 15.000 personas presentes en la Plaza San Pedro, Francisco se refirió al “desierto”, adonde Jesús se retira por 40 días al inicio de su ministerio. Y el “significado espiritual del desierto” fue el centro de la catequesis del Papa. Desierto, como “lugar de desapego del bullicio que nos rodea. Y de ausencia de palabras, para dar espacio a otra Palabra, la Palabra de Dios, que, como una brisa ligera, nos acaricia el corazón. (cfr 1 Re 19,12). El desierto es el lugar de la Palabra, con “mayúscula”. Es el tiempo de apagar la televisión y abrir la Biblia. Es el tiempo para despegarse del celular y conectarse con el Evangelio. Cuando yo era niño, no había televisión, pero se acostumbraba no escuchar la radio durante la Cuaresma”.

“Es el tiempo de renunciar a las palabras inútiles, al parloteo, a las habladurías, al chismorreo, y de tratar de “tú” al Señor. Es el tiempo para dedicarse a una sana ecología del corazón. Para hacer limpieza. Vivimos en un ambiente contaminado por demasiada violencia verbal, por tantas palabra ofensivas y nocivas, que la web amplifica. Hoy en día, se insulta como si se dijera ‘buenos días’. Estamos inundados de palabras vacías, de publicidad, de mensajes engañosos. Nos hemos acostumbrado a escuchar de todo y sobre todos y corremos el riesgo de resbalar en una mundanidad que nos atrofia el corazón. Y no hay bypass que pueda curar esto. Nos cuesta distinguir la voz del Señor que nos habla, la voz de la conciencia, del bien”.  

“Jesús, al llamarnos al desierto, nos invita a prestar oídos a aquello que cuenta, Al diablo, que lo tentaba, le responde: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4). Precisamos la palabras de Dios como el pan, e incluso más que el pan; tenemos necesidad de hablar con Dios: rezar. Porque solo delante de Dios se esclarecen las inclinaciones del corazón y caen los dobleces del alma. Es por eso que el desierto es lugar de vida, y no de muerte, porque dialogar con el Señor, en el silencio, nos devuelve la vida”.

“Intentemos pensar nuevamente en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean! Realizamos miles de cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son. ¡Cuánto bien nos haría liberarnos de tantas realidades superfluas, para redescubrir lo que realmente cuenta, para redescubrir los rostros de quienes están a nuestro lado!. En esto, Jesús también nos da un ejemplo, cuando ayuna. Ayunar es saber renunciar a las cosas vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial. No es solo para enflaquecer. Es buscar la belleza de una vida más simple”. 

“Por último, el desierto es el lugar de la soledad. También hoy son muchos los desiertos que existen cerca nuestro. Son las personas solas y abandonadas. ¡Cuántos pobres y ancianos tenemos a nuestro lado, que viven en silencio, sin hacer ruido, marginados y descartados! Cuando se habla de ellos no consigue audiencia. Sin embargo, el desierto nos conduce a ellos, a cuantos son silenciados y piden nuestra ayuda, en silencio. Son muchas las miradas silenciosas que nos piden ayuda”. 

“El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad hacia aquél que es más débil. Oración, ayuno, obras de misericordia: este es el camino en el desierto cuaresmal. Queridos hermanos y hermanas  – concluyó Francisco - con la voz del profeta Isaías, Dios ha hecho esta promesa: «He aquí que haré algo nuevo, abriré un camino en medio del desierto» (Is 43,19). En el desierto se abre el camino que nos lleva de la muerte a la vida. Entremos en el desierto con Jesús, y saldremos de él saboreando la Pascua, el poder del amor de Dios que nos renueva la vida. A nosotros nos pasará lo mismo que a esos desiertos que florecen en primavera, y que de repente, de la nada, se llenan de con brotes y plantas. ¡Ánimo!, entremos en este desierto de la Cuaresma, sigamos a Jesús en el desierto de la Cuaresma: con Él, nuestros deseos florecerán”. 

Al final, Francisco dedicó una oración particular a Irak, un país devenido “campo de batalla” donde este año él tenía previsto realizar una visita. “Ruego por la paz”, dijo. 

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