08/04/2016, 15.51
VATICANO
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Amoris laetitia: no sólo sentimientos y moral, sino también compromiso social

de Bernardo Cervellera

La exhortación apostólica del Papa Francisco sobre el tema del amor en la familia no es reducible al problema de la comunión a las parejas divorciadas y vueltas a casar. El texto es una sugerencia a reformular la vida de la sociedad. Una visión católica que une la carne al infinito y pide políticas estatales en defensa de los derechos de la familia.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) -  “Amoris laetitia” del Papa Francisco, la exhortación apostólica post-sinodal publicada hoy, es una contribución capital a la vida de las familias y de la sociedad contemporánea. Quizás se requiera un tiempo para asimilarla por parte de los católicos y no católicos –dada la densidad del texto y también por su extensión (¡256 páginas!)-pero los subrayados, las rupturas, los análisis bíblicos y del amor humano son una piedra fundamental objetiva y sólida en medio del fango y de las arenas de situaciones que a menudo son tratadas sólo con sentimientos evanescentes, “trucos” amorosos, temores y frustraciones privados. Éstos escoden una concepción de sí individualista, que tiene a la soledad no sólo como conclusión de una relación, sino como definición de sí, como origen y cualidad de la persona. Es la visión dulce y potente de la humanidad católica lo que abre camino, corrige, ilumina y supera una concepción racionalista y banal del yo, del amor, de la sociedad.

Hay quien habría querido que la exhortación fuese un mero “sí” o “no” a la comunión para los divorciados vueltos a casar, y, en cambio, Francisco nos ha dado un mural y una pista de cómo no sólo la familia, sino también la Iglesia, y la sociedad entera pueden cambiar. Es interesante, por ejemplo, destacar que en la descripción del amor concreto entre marido y mujer, se hable también de la ayuda que ellos pueden dar para volver  más “robusta” la donación de los vírgenes, tantas veces tentados de vivir un estilo de “soltero” más que de consagrados llamados a donar la vida por entero  (AL 158-segg).

La visión “católica” emerge, sobre todo, en tres elementos de la exhortación:

  1.     El hecho de continuamente definir el amor entre un hombre y una mujer como “imagen de Dios” y de regresar a cuanto Dios y Cristo hacen como modelo para las relaciones (el donarse, la falta de ira, el perdón, la generación, el crecimiento de los hijos…). Este vínculo entre cielo y tierra abre la relación hombre-mujer a un respiro infinito, que no sucumbe ni siquiera ante las dificultades.  Al mismo tiempo, vuelve perceptible dicho infinito en la carne de los amantes. El capítulo 4 sobre “El amor en el matrimonio” deshace el cliché de que los cristianos tienen horror del sexo, mostrando, en cambio, que la diferencia de sexos y su unión y ternura son imagen y presencia de lo divino.
  2.     Otro elemento típicamente católico es la afirmación del valor del matrimonio único e indisoluble, que es al mismo tiempo un don y una tarea, junto a la profunda atención y cuidado de las situaciones particulares, que a menudo son dolorosas o confusas. El capítulo 8, sobre  “Acompañar, discernir, e integrar la fragilidad” está lleno de subrayados sobre la ley de la Iglesia, pero también sobre la misericordia y sobre la “gradualidad” con la cual han de ser acompañadas muchas parejas rumbo a la plenitud del matrimonio. Surge una Iglesia que no es tan sólo una distribuidora de sacramentos o prohibiciones, sino un organismo viviente, una comunidad que está cerca de quien es frágil o está herido.  La “y..y” , que es algo típico de la doctrina católica (Escritura y Tradición; primado y colegialidad; sacerdocio ordenado y de los fieles) en Francisco se convierte es un “sin embargo” (usado 19 veces) que une el ideal con las situaciones particulares.
  3.    El tercer elemento surge de la doctrina social de la Iglesia. En los últimos años se ha hablado y discutido mucho acerca de “género” y “nuevos derechos”, de “hijos” aludiendo siempre a ellos como a algo individual y privado, rompiendo ataduras con la llamada “familia tradicional”, considerada como una ruina del pasado. En la exhortación no sólo aparece el esplendor del amor familiar, sino que también son sugeridas líneas para concretizar lo que se ha vuelto casi un eslogan “la familia es la base de la sociedad”, sin extraer las consecuencias. En los nn39-49 el pontífice habla de la necesidad de superar la “cultura de lo provisorio” y el “narcisismo” presentes en nuestra sociedad contemporánea, no “multiplicando los ataques al mundo decadente”, sino proponiendo “caminos de felicidad”. Por eso, él reitera algunos principios esenciales que requieren un compromiso social demasiadas veces desatendido: una reivindicación del derecho de los padres a dar una educación a los hijos, con el Estado en una función de servicio y no de dueño; un decidido NO a las propuestas de anticoncepción y de aborto de los Estados , atendiendo a la caída demográfica presente en muchos países; responsabilizar a los Estados para que cada familia tenga una vivienda decente, servicios básicos, “condiciones legislativas y de trabajo para garantizar el porvenir de los jóvenes”. Y citando la Carta de los derechos de la familia, afirma: “Las familias tienen, entre los demás derechos, el de «poder contar con una adecuada política familiar por parte de las autoridades públicas en los ámbitos jurídico, económico, social y fiscal»”.
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