16/10/2015, 00.00
ITALIA – ASIA
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Card. Tagle: La misión en Asia es encuentro y diálogo, aún en la persecución

de Card. Luis Antonio Tagle
El arzobispo de Manila llevó su testimonio a la vigilia misionera de la diócesis de Roma. Las Iglesias del continente son una pequeña grey “que goza por una habitación transformada en capilla” y ¡dialoga con los vecinos a través de la sonrisa y la alegría de Jesús”. La familia en Filipinas “lleva la Cruz de la misión a través de la soledad de la emigración”. El Papa Francisco “entendió la esencia de nuestras comunidades y me dijo: los cristianos en Asia tienen un futuro porque son jóvenes, enérgicos y llenos de sufrimiento”. A continuación el texto completo de la intervención (transcripción a cargo de AsiaNews).

Roma (AsiaNews)- Nosotros los cristianos vamos a las llamadas tierras “de misión”, porque amamos a todos los hombres y con todos queremos compartir el gran don: Jesús y su Evangelio. En la Iglesia universal, el fruto de la misión es una más profunda comunión. Personas de diversas naciones y lenguas se convierten en una sola familia de Dios. Mi presencia, aquí esta noche, expresa la unidad profunda que une a la Iglesia de Roma con la Iglesia de Asia y en particular con la Iglesia filipina. Donde muchísimos misioneros provenientes de Roma y de otras partes de Italia han servido y continúan sirviendo. Aquí en Roma, muchos católicos asiáticos y especialmente filipinos sirven en parroquias, escuelas, familias y conventos. Somos la familia de Dios, como motivo de la fe y de la misión. Somos una Iglesia, porque nos amamos y servimos mutuamente.

Como bien saben, la Iglesia en Asia- que es el continente más poblado del mundo- es una minoría, una pequeña grey. ¿Cómo hacen los cristianos de Asia para comprometerse en la misión cuando son tan pocos y diría casi invisibles? ¿Cómo es su vivir cotidiano y cómo viven la fe en medio de personas de otras religiones más antiguas del cristianismo? El modo principal de vivir la misión en Asia es a través del diálogo sincero y fraterno con los no cristianos y con sus culturas.

Esto quiere decir estar en una manera silenciosa pero profundamente compartido en el flujo ordinario de la vida de nuestros vecinos: con ellos de hacho compartimos luchas, alegrías, dolores y sucesos, haciendo así visible el espíritu cristiano que no anima. Nos damos cuenta que los cristianos y los no cristianos tienen muchas cosas en común: el amor por la familia, la responsabilidad y preocupaciones de los hijos, el deseo de una vida digna y pacífica, el dolor cuando nuestros seres queridos se enferman y muchas otras también. Somos hermanos y hermanas en nuestra casa común llamada existencia humana.

Los cristianos en Asia proclaman a Jesús y a su Evangelio a través de la compasión, la gentileza, la sonrisa, la caridad, el servicio. En Asia, en general, los cristianos son respetados y libres de practicar su propia fe. Pero en algunos lugares son al menos tolerados. Escuelas y hospitales católicos, centros Caritas por las víctimas de las calamidades naturales, orfanatos y centros de acogida para los sin techo de las diócesis y de las órdenes religiosas, los servicios sociales de los movimientos laicales, testimonian el amor de Jesús por los niños, por los enfermos y para aquellos que sufren.

Hace años, en Tailandia, visité una escuela de propiedad de una congregación religiosa. Tenía casi 700 estudiantes, pero menos de 20 eran cristianos. Pregunté a uno de los religiosos responsable de la escuela se consideraba un fracaso tener tan pocos estudiantes cristianos. Él me respondió. “Nosotros educamos y cuidamos a todos los niños, cristianos y no cristianos, como si fuesen nuestros. Enseñamos y manifestamos a ellos con hechos ama y acoge a todos los niños”.

Una vez encontré en un restaurante a una mujer budista china. Mi abuelo materno nació en China. Me preguntó si yo era un cura. Sorprendido y maravillado, le pregunté. “¿Qué te hizo pensar que soy un cura?”. Su respuesta fue maravillosa: “Yo soy budista, pero estudié en una escuela católica en Hong Kong. Por esto percibo la presencia de un sacerdote o de un religioso. Debo mucho a las escuelas y a la Iglesia y es por esto me preocupa que mis hijos y sobrinos estudien en escuelas católicas para aprender la disciplina y adquieran los valores cristianos. Permanezco budista, pero custodio como un tesoro los ideales cristianos”. Hermanos y hermanas, ¡imagínense a una budista promover la educación católica y los ideales cristianos! Esto es fruto de la misión como diálogo de vida.

En Camboya un cura me dijo que en su primera parroquia había un solo católico. Hermanos curas. ¡Escuchen! ¡Había un sólo católico! Proveniente de Filipinas, donde por lo general las parroquias son grandes y le pregunté: “¿Te sentiste desanimado?”. Me contestó: “Para nada, sirvo a un parroquiano fielemnete y enérgicamente. Si una parroquia tiene uno o veinte parroquianos, cuenta poco. Es una Iglesia viva, que merece todo el cuidado de su pastor”.

Lamentablemente, en algunas partes de Asia los cristianos no son aceptados. Ellos son perseguidos, a veces en un modo furtivo y a veces más abiertamente, de manera violenta. Algunos cristianos han dejado sus países para salvar sus propias familias, mientras otros han decidido quedarse. Pero en su sufrimiento, testimonian la fuerte presencia del Espíritu Santo.

Un médico católico de un país asiático donde no estaba permitido hacerlo, preparó a una mujer para recibir el bautismo. Fue arrestado por haber violad la ley del hombre. Después de su liberación tuve la posibilidad de encontrarlo. Curioso de conocer su estado de ánimo y le pregunté: “Si alguno te preguntase si estarías preparado para el bautismo, ¿lo harías? ¿Arriesgarías de nuevo la vida?” Con una sonrisa me respondió. “Estaría feliz de volver nuevamente a la cárcel, por Jesús y por la Santa Iglesia”.

Numerosos cristianos también han dejado sus patrias por la pobreza, por la falta de trabajo o por conflictos locales. Ellos están preparados para llevar la Cruz de la soledad, debida a la separación de sus familias, sólo para garantizar un futuro mejor a sus hijos. Aquí en Roma hay muchos trabajadores migrantes que provienen de Asia, pero yo creo que ellos han encontrado no sólo trabajo sino también una misión.

Los trabajadores filipinos que emigran son los mejores misioneros de Filipinas, no sólo aquí en Roma sino también en muchas partes del mundo. Adonde vayan, llevan la variada cultura asiática y la alegría de la fe católica. Una mujer filipina que trabaja en una familia italiana, una vez me dijo: “Cada vez que doy de comer a los dos niños de los cuales me ocupo, me pregunto quién nutre a mis hijos en Filipinas. Pensando en ellos se me rompe el corazón, pero después miro a estos bellísimos niños italianos y trato de darles el amor que daría a mis hijos”. Esto, no es sólo un trabajo, esta es una verdadera misión, transmiten la fe y el amor.

Nosotros en Asia agradecemos a Dios por una pequeña parroquia situada en una habitación escondida que hace de capilla; por una escuela católica con menos de 20 estudiantes cristianos, apoyados por algunas familias que quieren impedir que la Iglesia por la cual los queridos padres hicieron sacrificios para que no vaya en ruinas. La iglesia de Asia está viva en el anunciar y celebrar el poder de Jesús: el ser una pequeña minoría no debe impedirnos ser discípulos alegres y misioneros de Jesús.

Concluyo recordando la visita pastoral del Papa Francisco a los tres países de Asia: Corea del Sur, Sri Lanka y Filipinas. Tuve modo de constatar, ver con mis propios ojos, cuánto haya entendido el Papa la situación de las Iglesias locales de Asia. Sus visitas pastorales reflejan el modo misionero de proceder en Asia, que es el diálogo a través de encuentros personales. Habló de Jesús y del Evangelio en todas sus homilías y discursos, pero también mostró el rostro de Jesús con una sonrisa a los jóvenes, en el consolar con un abrazo paterno a un niño en la calle que le preguntó el motivo por qué Dios permite a los niños que sufran.

Suspiraba y sufría mientras escuchaba a los sobrevivientes de los tifones y de los terremotos. Se detuvo para bendecir y bezar a los niños enfermos y ancianos, se quedó bajo la lluvia con la gente que para verlo esperó quince horas bajo el agua. Abrazó no sólo a los católicos sino también a los no católicos y a los no cristianos. Rezó en la tumba de los mártires que no tienen nombres. Se veía claramente qué es la misión en Asia: hablar de Jesús. Y que cuando no se puede hablar, se debe revelar a Jesús, en el encuentro con las personas, a través de modos humildes, sinceros y humanos.

Al final, el Papa Francisco dijo que la fe de la gente simple que encontraba en Asia lo evangelizaba. Me dijo: “La Iglesia en Asia tiene un futuro, porque hay energía, juventud y mucho sufrimiento. Sufrimiento que hace de las personas más fuertes en la fe y en la esperanza”.

Hermanos y hermanas, por favor recen por la Iglesia en Asia como nosotros rezamos por vosotros. Cada alabanza y gloria a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

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