10/06/2016, 14.30
INDIA
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Carmelita en Gujarat: El amor de Dios conquista todo, toca los corazones y los transforma

de suor Marie Gemma Ocd

Sor Marie Gemma Ocd es la superiora del monasterio Prem Jyot (Luz de amor), Testimonia su vocación con una reflexión sobre el misticismo de San Juan de la Cruz, reformador de la Orden de los carmelitas descalzos. El misticismo de los carmelitas no es “ascetismo heroico”, sino el encuentro de los corazones con el amor de Dios.

Gandhinagar (AsiaNews)- La búsqueda del amor, la constante tensión hacia el Amado, el viaje, incluso interior y la exploración de sí mismos. Son los puntos de partida del misticismo de San Juan de la Cruz, el reformador de la Orden de los carmelitas descalzos. Los comparte con AsiaNews sor Marie Gemma Ocd, superiora del monasterio Prem Jyot (Luz de amor) de Baroda, en el Estado de Gujarat.

Según sor Gemma es la “herida por amor” que alienta a iniciar el viaje. La “Llama”, es decir, Cristo, está tanto en las tinieblas como en la luz. “El viaje -afirma- no es un alejamiento de la oscuridad, sino el descubrimiento de que, aunque caminemos en la oscuridad, aún estamos en la luz. A continuación, la reflexión de la superiora.

 

El verso con el cual se inicia uno de los poemas más famoso de San Juan de la Cruz, “La noche oscura”, dice:

 

“En una noche oscura,

con ansias, en amores inflamada,

¡oh dichosa ventura!

salí sin ser notada

estando ya mi casa sosegada..."

 

Juan vivió en una época de descubrimientos, el pueblo español gozaba de sus propias aventuras más allá de los mares y los océanos -navega, navega…ilumina…amor- el más allá- que fue otro importante campo de aventura para quienes vivieron hacia el final del siglo XV. Esto es evidente en muchas de sus poesías, baladas y canciones de amor, de las cuales las poesías de Juan de la Cruz son vino añejo todavía ¡amado e inestimable!

¡El espíritu joven y deseoso de Juan capturó hasta el fondo este espíritu de su tiempo! Este debe haber sido el motivo por el cual Juan, finalmente, eligió el Carmelo reformado, porque la historia del Carmelo es esencialmente una historia de amor y como cada historia de amor, conlleva un viaje interior, un viaje del corazón, sin límites, increíble, que al final será satisfecho solamente en la posesión del Amado. Estamos hechos para buscar e investigar el deseo de nuestro corazón- una búsqueda inquieta que está mejor descripta en las palabras de Juan como “la búsqueda del amante”.  

Antes san Agustín habló de esta inquietud en la máxima “nuestro corazón no descansa hasta que no descanse en ti”. Pero en la tradición carmelita asumió un significado único y distintivo: no sólo nuestros corazones no tienen descanso, sino que para el corazón de Dios sucede lo mismo. El pedido del amante es doble, un deseo recíproco en el cual, Dios y el alma humana, son ambos y al mismo tiempo perseguidores y perseguidos: “debe destacarse”, nos recuerda Juan de la Cruz, “que si alguno está a la búsqueda de Dios, el Amado está aún más a la búsqueda de esa persona” (LF 3:28).  

“La aventura” de la Noche del desconocido…es la aventura de la vida espiritual, que ya no es más la preocupación de tener que trabajar por la comida- la perfección, el objetivo, el éxito- sino que está creando el espacio para que Dios entre en el núcleo de la esencia de una persona. Dios que me supera. Todo lo que debemos hacer es hacer lugar a Dios. Es en la noche que cada uno descubre que “yo soy sólo una capacidad creativa de Dios”. La noche termina cuando pasamos de la devoción a la espiritualidad.

La espiritualidad de San Juan de la Cruz debe ser vista sólo desde una perspectiva ascética, sino desde una perspectiva mística; no la perfección, sino la Unión con Dios, al cual el Espíritu te lleva. En el Cántico Espiritual, las dulces palabras, las imágenes evocadoras, los ricos símbolos, todo habla de la transformación del deseo -presencia y ausencia, descubrimiento y pérdida, alegría y dolor:

¿Adónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?,

Como el ciervo huiste,

habiéndome herido;

salí tras ti clamando, y eras ido."

(CE, Canción 1)

La herida del amor es central en la búsqueda del amante. En primer lugar, es la razón para iniciar un viaje. El viaje se inicia, en las palabras obsesionadas de Juan, “con ansias, de amores inflamada" (DN, Canción 1). Es la misma llama viviente de amor que a la vez hiere y alivia; en un único e igual movimiento, el alma es purificada y transformada. Mientras escuchamos esta poesía nuestros corazones se incendian y no damos cuenta de la belleza y de las casi infinitas posibilidades que se abren delante de nosotros.

Entiendo que ya no estoy más obligado a abandonar las cosas, a dejar ir - la NADA, pero yo abandono todo por la alegría, por la búsqueda de Aquel que me hace vivir. Cuando yo estoy con Él, cada momento se asemeja a un descubrimiento-. Ahora yo voy hasta el final, lleno de entusiasmo porque Tú me has herido. Estoy lleno de alegría. Para Juan, “Nada” significa tanto “nada” (en sentido literal) como “todo” y denota justamente el espacio en el cual todo, o sea la intimidad divina, puede transcurrir.

En la tradición cristiana existe un misticismo de la luz, de la misma manera como existe un misticismo de la noche, y la historia de la búsqueda del amante está presente en cada uno de ellos. La búsqueda no es una simple “búsqueda de la nada”, como suele decirse. Sino que es justamente lo opuesto: “la búsqueda del todo”. El rostro del Amado no está más allá de las tinieblas, sino dentro de ellas. Cristo está tanto en la luz como en las tinieblas; es nuestro compañero en las tinieblas. El viaje no es un alejamiento de la oscuridad, sino el descubrimiento de que, aunque caminemos en la oscuridad, aún estamos en la luz. Hay una luz en las tinieblas, o una llama, como la llama más precisamente Juan: una llama que arde en el corazón, que reclama, e invita, el amado, al amante. “La tinieblas extinguen la luz, pero no así la llama, y la llama se vuelve luz del alma, por la cual ella es conducida a la salvación”. La luz, la llama y la llamada de amor son una cosa sola; ellas son, al mismo tiempo, guía y dinámica iluminante del viaje.

LLAMA- entra dentro de mí. La actividad esencial pertenece al Señor. Ella ennegrece la leña, crepita y se convierte en llama…La llama quema y crepita y me convierte en un todo con la Llama.- El alba- “Dios me ama” (San Juan es audaz y Dios es siempre vital)

Él es una LLAMA que continúa ardiendo, incendiando, y va adelante para hacer que el Amor inflame del todo el fuego. El Espíritu Santo es como un canto nuevo, que me hace creer y confiar en el abismo sin fondo del eterno Amor y que me lleva a aceptar a Dios con sus condiciones.

...Noche, el tiempo más bello…

...Noche, ¡Oh bendita oportunidad…

…Noche, ¡Oh bendita aventura!...

Un Dios que se gastó a sí mismo derramándose en mí.

La Noche- Dios ha creado ese espacio para mí con un proceso que no puedo frenar, no puedo apurar. Me guía cada minuto de mis veinticuatro horas, está fuera de control.

La oración está muerta, mi fe desaparecida. Yo estoy demolida, desestabilizada…pero feliz. Los sentidos están despojados de todo, pero el espíritu está en paz.

La noche, un velo - tinieblas, soledad, quietud, paz, silencio, sueños profundos, aventura.

…Estrellas- claro de luna, amistad, romance- un viaje de fe…

Es un misterio, absoluta belleza…El Amado encuentra al Amado y es transformado. Lucha por lo que es verdadero.

 

¡Oh, beatitud!- la noche es lugar de encuentro.

Llama de amor viva, chispa del Divino amor

Rompe la tela para arrebatarme en su abrazo

En la noche de la vida podré encontrar el AMOR.

 

Cuando estoy con Él, cada momento parece un descubrimiento…

Creo que la búsqueda del amante esté en el centro del carisma carmelita. Es un viaje al cual es llamado todo carmelita. Una vez más repito: “Nuestra espiritualidad no es un ascetismo heroico; es el amor de Dios que conquista todo, un amor que ha tocado todo corazón, hasta hacerlo sufrir; de otro modo, no estaríamos aquí, en el Carmelo”.

 

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