25/01/2016, 12.38
MONGOLIA
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Católicos mongoles: la alegría y el orgullo por su primer sacerdote

de Giorgio Marengo

La comunidad católica es la más joven del mundo. El próximo 28 de agosto festejará la ordenación del diácono Joseph Enkhee-Baatar: “¡Uno de los nuestros lo logró!” Y si él lo logró, habrá otros que seguirán su ejemplo. Estamos seguros que habrá muchos más después de él”. La satisfacción de tener un ministro católico nativo del país: “Sabrá unir la fe con nuestras tradiciones”.

UlaanBaatar (AsiaNews)-  El próximo 28 de agosto, en la catedral dedicada a los santos Pedro y Pablo, la comunidad católica de Mongolia festejará la ordenación de su  primer sacerdote. Joseph Enkhee-Baatar fue ordenado diácono en diciembre de 2014 por mons. Lazzaro You Heung-sik, obispo de Daejeon. Su ordenación será celebrada por el prefecto apostólico en Mongolia, mons. Padilla. A continuación publicamos un artículo escrito por el p. Giorgio marengo, misionaro de la Consolata presente en el país desde 2003, que cuenta cómo la noticia fue recibida por la comunidad de fieles.

La pequeña comunidad católica de Arvaiheer (apenas 21 personas) recibió con alegría la noticia que el 28 de agosto próximo, Enkhee-Joseh será ordenado sacerdote, el primero de Mongolia “externa”. En el área mongola interna de China de hecho habían ya algunos-pocos- sacerdotes en el siglo pasado, pero en Mongolia independiente Enkhee será realmente el primero.

Sentados alrededor de una mesa, saboreando el suutei-tsai (té salado con leche) dominical, en la sobre mesa los parroquianos comentan en voz alta la noticia. Y están obviamente comentando la gran satisfacción por este evento: “Enkhee-dicen algunos- demuestra ser una persona muy paciente y disciplinada, si logró prepararse y por tanto tiempo en un país extranjero”. De hecho, los años de seminario Enkhee los pasó en Daejeon, en Corea del Sur, hospedado justamente por esa diócesis.

Los fieles saben que los requisitos para ser sacerdotes son exigentes, sobre todo en términos de auto-disciplina; parece que sea una especie de incredulidad. “Uno de los nuestros ¡lo logró!. Y si lo logró él, otros seguirán su ejemplo. “Estamos seguros que habrá muchos más después de él”. En realidad ninguno de ellos lo conoce personalmente; cuando fueron bautizados él ya estaba en Corea estudiando, pero naturalmente los han acompañado de lejos, con tanto afecto y tantas oraciones.

“El hecho que este nuevo sacerdote sea mongol- dice un fiel- significa mucho para nosotros: habla nuestra lengua como un hijo nuestro u hermano; sobre todo sabrá unir la fe con nuestras tradiciones”. Esta expectativa emerge como realmente prioritaria; y es más que legítima. Para una religión todavía vista como “extranjera”, de hecho poder contar con un ministro de culto local quiere decir mucho; ya sea en lo que se refiere a las relaciones con las autoridades civiles, que hasta ahora siempre han debido obrar con extranjeros (nosotros misioneros), ya sea- aún más en profundidad- por lo que Ekhee sabrá armonizar entre la vivencia tradicional mongola y la fe católica. “Esperamos que un cura mongol sepa dar razón de nuestra fea quien lo interroga y sea capaz de ayudarnos en nuestro camino de interiorización de la misma fe”.

Los ojos son atravesados por un guiño de satisfacción y de alegría. Orgullo mongol. Luego una señora continúa: “Unir nuestra fe con lo que hemos recibido de nuestros antepasados y nos clasifica como mongoles”. Este es el deseo más profundo que advierten los miembros de la comunidad de Avaiheer; y esperan mucho de parte de Enkhee para esto”.

Luego la conversación se dirige sobre una entrevista televisiva en la cual una mujer cristiana supo responder con inteligencia a las provocaciones del periodista, haciendo ver como su fe no estaba en contradicción con los valores más profundos que había recibido. Por un momento los fieles reunidos se olvidan de Enkhee y me piden que los ayude a entender cómo comportarse cuando como católicos participan a eventos familiares o sociales en las cuales los otros siguen la tradición budista (que prevalece en el país).

Cada uno cuenta su experiencia, yo los escucho y trato de ofrecer alguna explicación. En el fondo, nuestro rol como misioneros es éste: estar para favorecer el encuentro con Cristo. Luego serán ellos quienes releerán la propia identidad cultural a la luz de la fe sabiendo encontrar el propio lugar en la sociedad. Y en esto será de gran ayuda el primer sacerdote mongol.

Siempre que logre mantenerse humilde y atento, después de un baño de multitud en el cual será sumergido en agosto. Y esperemos que también los fieles, sus conciudadanos lo sepan ayudar a no sentirse una estrella, sino que realmente se convierta en ese ministro de misericordia y santidad que los acompañe en la culturización de la fe de ellos. Con mucha oración y sencillez de vida.

Mientras tanto, nosotros misioneros y misioneras de la Consolata continuaremos a estar aquí, a menos que un ola de nacionalismo extremo nos obligue a irnos; siempre extranjeros, peregrinos y huéspedes, semilla que cae en la tierra y que luego desaparece, para que nazca la iglesia.

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