15/01/2018, 09.59
SRI LANKA
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Colombo, reformar el sector agrícola, para ‘salvar las tierras y a los campesinos’

de Melani Manel Perera

Chinthaka Rajapakse es el moderador del Movimiento por la reforma del territorio y de la agricultura. Hace un balance de las políticas agrícolas de los últimos años. Uno de los progresos que marca es la prohibición de los herbicidas. Entre los aspectos que critica, está la requisa de terrenos y la aprobación de leyes que benefician a las grandes finanzas internacionales.  

Colombo (AsiaNews) – Reformar el sector agrícola, para salvar las tierras y a los campesinos de Sri Lanka. Es el reclamo que efectúa Chinthaka Rajapakse, moderador del MONLAR (Movimiento por la reforma del territorio y de la agricultura). En el país, según afirma, “el sector agrícola y las plantaciones atraviesan una profunda crisis. El gobierno debe pensar con seriedad y actuar de verdad para cambiar las políticas económicas y agrícolas, que no pueden ser [afrontadas] de manera separada”.

El MONLAR también representa a más de 2.000 familias de tamiles indios que trabajan en las plantaciones. Éste se encuentra asociado con el People Planning Forum (PPF) una organización que reúne a otras 6.000 familias de pequeños agricultores, de las cuales 4500 son de etnia cingalesa y 1500 son tamiles. El ambientalista traza una balance de los tres años del gobierno del presidente Maithripala Sirisena y agradece “los cambios positivos, emprendidos para mejorar [la situación] de los campesino de Sri Lanka. Al mismo tiempo y sin embargo, es realmente poco los que se hecho por la agricultura”.

En el país, explica, “el 80% de la población rural está compuesto por pequeños campesinos, cuya vida depende de sus terrenos. En 2015 habíamos pedido al presidente mejorar las condiciones de estas personas. Su supervivencia se basa en la capacidad regenerativa de la naturaleza y en el acceso a los recursos naturales”.

Si nos referimos a los progresos efectuados en los últimos tres años, continúa, “debemos señalar tres. El primero, por cierto, es la decisión de Sirisena de abolir las sustancias agroquímicas dañinas como el glifosato, un tipo de herbicida que sería el principal responsable de los casos de tumores de riñón en las áreas cultivadas. Realmente apreciamos su medida, que no debe haber sido fácil, en vista de las presiones de las mafias del agro. El segundo es la decisión de trasladar los subsidios que estaban destinados a los fertilizantes, a favor de la agricultura biológica: esto ha motivado a los campesinos a optar por prácticas agrícolas tradicionales. Si bien los subsidios han sido mal gestionados, de todos modos, es positivo el impulso en favor de una agricultura sostenible”.  El tercero, agrega, “es la puesta en marcha de un programa alimentario nacional bajo el nombre ‘Toxic Free Nation, Wholesome Agriculture’ [‘Nación libre de toxinas, agricultura sana’ –ndr], para promover los cultivos libres de sustancias químicas”.

A pesar de los progresos, sigue habiendo puntos para criticar: “El modelo económico neo-liberal del gobierno, que con el abordaje del libre mercado está arruinando todas las buenas políticas. O bien, la agricultura intensiva a gran escala tal como es planteada por el Banco Mundial, que sostiene que la agricultura en pequeñas parcelas ha dejado de aportar beneficios. Esto no es más que un mito creado por los gigantes de la industria global, que necesitan comerciar sus productos, como los fertilizantes”. Por otro lado, el gobierno “está requisando tierras en todo el país, para entregarlas a los inversionistas internacionales. Las autoridades han creado una Banco de Tierras que permite a los inversionistas una vida fácil. Éste es sostenido por el Banco Mundial, que quiere liberalizar el territorio. Los agricultores no tienen otra alternativa que vender sus terrenos, a causa de la caída en la productividad, debido a prácticas agrícolas que los desangran”.

Todas estas políticas, que cuentan con el apoyo de organismos financieros internacionales, como “el Banco Mundial, el Fondo monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, conducirán a la destrucción completa del sector agrícola y de sus trabajadores”. La única manera de escapar de la ruina “es sostener la naturaleza y a los campesinos, aplicar los tratados internacionales que se centran en el respeto y la salvaguarda del ambiente y permitir que los agricultores obtengan beneficios de sus tierras”.

“Hace muchos años que luchamos por el derecho a la tierra de la comunidades de agricultores –concluye. Los tamiles de origen indio que viven en Sri Lanka y se desempeñan como trabajadores en las plantaciones han contribuido al desarrollo de las exportaciones esrilanquesas. Pero hoy en día, ellos son tratados como esclavos, sin derechos, incluyendo el derecho a la tierra.  Por eso, pedimos al gobierno que les entregue 20 parcelas de terreno para viviendas permanentes y dos acres para los cultivos, y transformar las propiedades de las plantaciones en pueblos, con una gestión sostenible del territorio. Al mismo tiempo, los terrenos montañosos, que constituyen el núcleo de los recursos hídricos del país, debieran abundar para regenerar el manto forestal”

  

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