20/10/2014, 00.00
VATICANO
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Cristianos e hindúes promuevan la "cultura de la inclusión" contra la globalización de la indiferencia"

Mensaje del Pontificio concejo para el diálogo interreligioso que envió a los hindúes en ocasión de la fiesta de Diwali. Esta representa la victoria de la verdad sobre la mentira, de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal. La globalización convirtió a las personas en más egocéntricas y "acostumbradas" al sufrimiento de los otros.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- La globalización abrió nuevas vías al desarrollo del mundo, pero al mismo tiempo, "contribuyó a la fragmentación de la sociedad", al difundirse el materialismo y el consumismo, haciendo de los "individuos todavía más egocéntricos, sedientos de poder e indiferentes en relación con los derechos, de las necesidades y de los sufrimientos de los otros" y, en materia religiosa, al crecimiento del relativismo y del sincretismo.

Frente a la creciente discriminación, violencia y exclusión, promover un "cultura de la inclusión" es "una llamada común a una responsabilidad compartida" que debe aunar hindúes y cristianos a las otras religiones del mundo y a las personas de buena voluntad. Se desarrolla alrededor de esta invitación el mensaje que el Pontificio concejo para el diálogo interreligioso envió a los hindúes en ocasión de la fiesta de Diwali, que este año será celebrada el 23 de octubre. Simbólicamente fundada sobre una antigua mitología, ella representa la victoria de la verdad sobre la mentira, de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal. La celebración propia y verdadera dura 3 días, marcando el inicio del nuevo año, la reconciliación familiar, especialmente entre hermanos y hermanas, y la adoración a Dios.

"Este año- se le en el mensaje firmado por el presidente y por el secretario del Pontificio concejo, el card. Jean Louis Tauran, el p. Miguel Ángel Ayuso Guixot- queremos reflexionar con ustedes sobre el tema. "Juntos para promover la cultura de la inclusión". Frente a la creciente discriminación, violencia y exclusión en todo el mundo, el "hacer crecer la cultura de la inclusión" se puede, y con razón considerar donde sea una de las aspiraciones más genuinas de la gente. Es verdad que la globalización abrió muchas fronteras innovadoras y ofreció nuevas oportunidades de desarrollo, entre las cuales, mejores servicios educativos y sanitarios, haciendo crecer la conciencia de la necesidad de la democracia y de la justicia social en el mundo, al punto que nuestro planeta realmente se convirtió en un "pueblo global", gracias también a los medios modernos de comunicación y de transporte. Se debe también decir, que sin embargo la globalización no logró su finalidad principal, que era la de integrar a las poblaciones locales en la comunidad global. Más bien, la globalización incidió notablemente en muchos pueblos haciéndoles perder su propia identidad socio-cultural, económica y política"

"Los efectos nocivos de la globalización se han hecho sentir a nivel mundial también en las comunidades religiosas, que están íntimamente ligadas a las culturas circunstantes. De hecho la globalización, contribuyó a la fragmentación de la sociedad y a hacer crecer en materia religiosa el relativismo y el sincretismo, como también condujo al individualismo religioso. El fundamentalismo religioso, la violencia étnica, tribal y sectaria en varias partes del mundo son amplias manifestaciones del malestar, de la incertidumbre y de la inseguridad, difundidos entre la gente, en particular entre los pobres y los marginados excluidos de los beneficios de la globalización".

 Las consecuencias negativas de la globalización, como el difundirse del materialismo y del consumismo, por lo tanto han convertido a los individuos en más egocéntricos, sedientos de poder e indiferentes en relación con los derechos, de las necesidades y de los sufrimientos de los otros. Esto, como lo dice el Papa Francisco, llevó a la "globalización de la indiferencia" que nos hace "acostumbrar" al sufrimiento del otro, encerándonos en nosotros mismos" (Mensaje para la Jornada mundial de la Paz, 2014). Esta indiferencia genera la "cultura de la exclusión" (Cfr, Discurso del santo Padre a los pertenecientes al Movimiento Apostólico Ciegos (MAC) y a la Pequeña Misión para los Sordomudos, 29 marzo 2014), que niega los derechos de los pobres, de los marginados y de los indefensos, así como las oportunidades y los recursos que en vez están a disposición de otros miembros de la sociedad. Ellos son tratados como insignificantes, irrelevantes, son considerados como un peso, superfluos, se pueden usar y luego tiara como si fuesen objetos. En diversos modos, la explotación de los niños y de las mujeres, el abandono de los ancianos, de los enfermos, de los diversamente hábiles, de los migrantes y de los refugiados, la persecución de las minorías son indicadores evidentes de esta cultura de exclusión. Hacer crecer una cultura de inclusión, se vuelve por lo tanto una llamada común y una responsabilidad compartida, que se debe asumir y con urgencia. Es un proyecto que involucra a todos aquellos que aman la salud y la sobrevivencia de la familia humana aquí en la tierra y que se debe llevar adelante en medios de las fuerzas que perpetúan en la cultura de la exclusión y no obstante ellas mismas".

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