07/11/2016, 15.26
VATICANO
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Curar también las enfermedades que no dan “compensación” económica

Lo recordará a institutos de investigación, responsables políticos y económicos en la 31° Conferencia internacional promovida por el Pontificio consejo para los operadores sanitarios, que tendrá como tema: “Para una cultura de la Salud acogedora y solidaria al servicio de las personas afectadas por patologías raras y descuidadas”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Recordar a institutos de investigación, responsables políticos y económicos la necesidad de preocuparse también de la enfermedades que o por su rareza o por la pobreza de los ambientes en los cuales se desarrollan no garanticen a la investigación una importante ganancia económica. Es tarea de la Iglesia siente suyo y lleva adelante desde siempre y que encontrará un momento significativo en la 31° Conferencia internacional promovida por el Pontificio consejo para los operadores sanitarios que tendrá como tema: “Para una cultura de la Salud acogedora y solidaria al servicio de las personas afectadas por patologías raras y descuidadas”, presentada hoy en el Vaticano.

Las enfermedades raras afectan, lo recordó Mons. Jean-Marie Musivi Mupendawatu, secretario del Pontificio consejo, unas 400 millones de personas y aquellas “descuidadas” (definición esta última de un grupo de patologías que comprenden la lepra, rabia, la leishmaniasis y dengue) más de un millardo, de los cuales la mitad son niños. “La mayor parte de ellas-dijo- tiene una causa infectiva y están difundidas en zonas geográficas con climas tropicales donde las poblaciones viven en condiciones de no acceso al agua potable, escasa higiene, condiciones habitacionales decadentes y acceso a los servicios sanitarios reducidos o ausentes, en breve en “condiciones” de pobreza que infligen graves cargos sanitarios sobre las personas pobres del mundo”.

Con la organización de esta conferencia, que se desarrollará del 10 al 12 de noviembre, la Iglesia entiende “ponerse al servicio de los enfermos afectados por patologías raras y descuidadas, ofreciendo elementos de respuesta de naturaleza educativa, cultural y pastoral a este desafío. La asistencia y la curación de los enfermos en general y de aquellos afectados por patologías descuidadas en particular, son una ineludible obra de misericordia corporal evangélica.

“Esta urgencia pastoral, con un particular atención a los operadores y “de fabricantes” sanitarios, encuentra en la visión eclesial de Papa Francisco un renovado ímpetu, como lo demuestran las varias iniciativas y acciones promovidas y realizadas en el Año del Jubileo extraordinario de la Misericordia en curso”. En particular la conferencia quiere “Reformar para hacer el punto sobre el estado del arte de los conocimientos ya sea en sentido científico ya sea del clínico-asistencial; curar mejor en una lógica acogedora y solidaria la vida del enfermo; custodiar el ambiente en el cual el hombre vive”.

El encuentro, subrayó el p. Augusto Chendi, M.I, sub-secretario del ministerio, “entiende reclamar en particular dos principios fundamentales que, explícitamente reconfirmados por el Santo Padre, Benedicto XVI en su tercera Encíclica “Caritas in veritate” y repetidamente hechos propios por el Papa Francisco-constituyen el cauce en el cual redefinir las coordinadas de su acción pastoral, sobre todo en lo que se refiere al compromiso socio-sanitario ya sea en tierra de misión ya sea en las sociedades más avanzadas. Se trata, en particular, del principio de subsidiaridad y de solidaridad ambos convergentes al conseguir el bien común. A tal respecto y relativamente al principio de subsidiaridad aplicado al caso menos conocido de las enfermedades tropicales descuidadas (o dejadas de lado u olvidadas), se debe quizás superar una actitud de asistencia que provenga del exterior o del interno y que busca, en el límite de lo posible, de cubrir o de absolver a cada necesidad, también sanitario, sin pedir una efectiva colaboración y responsabilizarse de la poblaciones afectadas. Como consecuencia también las políticas sanitarias a nivel mundial y nacional, en las diversas formas de colaboración internacional, están llamadas a desarrollar un rol educativo, de información para las poblaciones a las cuales devolver adecuadas ayudas sanitarias, incentivando el aporte que las poblaciones probadas por enfermedades tropicales descuidadas, aún en las dificultades en las cuales viven, pueden ofrecer en el secundar o en el coadyuvar, por ejemplo, intervenciones de carácter higiénico-sanitarios, que pueden eficazmente contrastar la proliferación epidémica de dichas patologías”.

“De más inmediata comprensión, el complementar principio de solidaridad reclama en modo explícito la idea de la unidad operante en el compartir las situaciones de los otros, de cada otro, cualquiera sea este, en el sentirse responsables de cuánto angustioso sucede a los hermanos, en el proyectar y en el realizar un socorro eficaz en cuanto relacionado por una mutua integración. La ética de la solidaridad no es reducible, por lo tanto, a sus roles sancionados por las instituciones sociales, es cumplida por quien se limita a realizar su propio deber profesional. El “otro” es alguien que me corresponde o que me pertenece más allá de cualquier (mía o de él) calificación social, económica o religiosa… como emblemáticamente emerge de la parábola del Buen samaritano (Cfr. Lc 10,23-25). Así la solidaridad no se agita en la práctica de la justicia, que se mueve prevalentemente en el plano objetivo, tiende a la igualdad de los derechos y a la satisfacción de las necesidades, pero ignora en gran parte las dinámicas más profundas del deseo humano. Sólo la caridad, emblemáticamente evidenciada en la actitud de la parábola evangélica lucana, está en grado de conferir plenitud de sentido a la vida de relación: la solidaridad asume, de hecho, los contornos del compartir (estar-con) y del don total de sí (ser- para). La solidaridad, en cuanto integra en sí las exigencias de la justicia y la de la caridad, es por lo tanto la virtud que más radicalmente interpreta las preguntas de sentido y de integración recíproca entre dimensión “personal” y “social” en el cuadro de una síntesis dinámica a servicio de la realización plena del hombre, de cada hombre, como individuo y como colectividad en el perseguir del bien común”.

“Adentrándonos en este terreno “insólito”, con esta Conferencia internacional se entiende reafirmar un rol específico y singular en el ámbito de una nueva cultura que se está abriendo un brecha en el cauce del mundo socio-sanitario, en el cual la Iglesia con su obra pastoral no puede absolutamente eximirse de aportar su propia contribución constructiva, no sólo práctica, por el laudable obra desarrollada en el pasado como todavía en el presente en tantas realidades de misión y en situación de marginación como en zonas económicamente más avanzadas, sino también cultural, para una sensibilización a nivel político, económico, de la investigación científica y farmacológica… que toca la conciencia de los responsables del bien común, en el cual el valor de la salud reviste un rol no secundario”.

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