17/03/2017, 15.31
EGIPTO
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Después de la Primavera Árabe, Egipto se hunde en la crisis

de André M. Azzam

El turismo está prácticamente muerto, falta el petróleo y los precios están por las nubes. Para una familia de clase media, resulta imposible comprar los medicamentos más elementales o los productos de primera necesidad. En el frente político, la situación es aún más decepcionante: las cúpulas del régimen policíaco y totalitario han sido descabezadas, pero las infraestructuras están afectadas por la corrupción y por un sistema basado en el abuso. La esperanza de poder recuperar un estilo de vida aceptable. 

El Cairo (AsiaNews) – La “primavera árabe” supo suscitar inmensas esperanzas en el pueblo egipcio. Lamentablemente, desde hace seis años que este pueblo va de una desilusión a otra.

La “revolución popular” de enero-febrero de 2011 fue velozmente capitalizada por los Hermanos Musulmanes, que lograron apropiarse del poder, y no de manera democrática como le agrada repetir a Occidente, sino precisamente del modo en el cual se desarrollan las elecciones desde la época de Nasser.  

El régimen islámico duró solamente un año, y no respondió a ninguna de las expectativas que abrigaba el pueblo. Fue justamente el pueblo quien derrocó este régimen con la ayuda de todos los organismos constituidos, entre ellos, las fuerzas armadas. El 30 de junio de 2014, más de 30 millones de manifestantes provenientes de toda la nación, desde Alejandría en el norte, hasta Asuán en el sur (a más de mil kilómetros), reclamaron para se fueran los Hermanos Musulmanes.

No fue un golpe de Estado militar, sino un verdadero grito lanzado por el pueblo, con todo el corazón.

Luego de lo cual, la situación no hizo sino degenerarse:

Los atentados terroristas contra las autoridades, y en particular contra la policía;

Los atentados dirigidos contra el turismo, con un avión ruso derribado y continuos atentados en el Sinaí, el destino balneario por excelencia.

Atentados contra cristianos, que representan entre el 15 y el 20% de la población. La destrucción de lugares de culto, escuelas, instituciones de beneficencia, pero también de comercios y viviendas de familia cristianas en El-Arich, en el noreste del Sinaí, familias que han tenido que huir de la región y se encuentran viviendo en una situación de refugiados en su propio país…  

En la práctica, el turismo está prácticamente muerto. Falta el petróleo, y desde hace un año que Arabia Saudita ya no abastece de petróleo a Egipto (a modo de sanción política) y el precio del combustible se ha duplicado de la noche a la mañana.

 

Los grandes proyectos, como el de ampliar al doble la ruta marítima del canal de Suez, no han aportado las entradas esperadas, debido a la caída mundial de los precios del petróleo y a que en el canal ya se ha vuelto prácticamente una rareza presenciar el paso de mercaderías.

Otro problema serio: la devaluación desastrosa que ha sufrido la libra egipcia en el 2016. El dólar americano oscilaba entre 6 y 8 libras egipcias, mientras que el euro iba de 8 a 10. Con la devaluación, el dólar llegó a un valor comprendido entre 20 y 22 libras egipcias, mientras que el euro ya ha superado totalmente la barrera de las 20 libras egipcias.  

Como consecuencia, ha habido un vertiginoso aumento de precios. Oficialmente,  las estadísticas y las cancillerías de la embajada dan una tasa de inflación de aproximadamente el 40%. Luego de la CAPMAS (Central Authority for People’s Mobilization and Statistics) los precios del pan y de los cereales aumentaron un 65,5%, el arroz un 86%, mientras que los del café, el té y el cacao se incrementaron un 82%.

Pero a menudo esto resulta un eufemismo, sobre todo para los habitantes del interior del país. El precio de un kilo de azúcar pasó de cinco a 10 libras egipcias en cuestión de una noche. Un saco de harina, producto ampliamente consumido en los pueblos, donde el pan es preparado en casa, pasó de 100 a 200 libras egipcias. Para una familia de seis personas, se necesitan al menos dos sacos de harina al mes, que implica un gasto de 400 libras egipcias al mes, lo cual tiene un importante peso sobre un salario mensual promedio de 1500 libras.

Como contrapartida, hay ciertos alimentos a los cuales la gente común ha tenido que renunciar: dado que el café ya se había vuelto bastante caro, las clases modestas se volcaban al café instantáneo, pero el costo de un paquete de 100 gramos pasó de 45 a 125 libras egipcias, y fue necesario renunciar a éste.

Esto, sin contar otros alimentos como los huevos, la leche, la carne o el pescado, cuyos precios se han más que triplicado…

Otros productos que las personas ya no pueden permitirse: los medicamentos. Los subsidios estatales a los medicamentos fueron abolidos y los precios de los remedios básicos aumentaron 10 veces su costo.

En el frente político, la situación es más que decepcionante: las cúpulas del régimen policíaco y totalitario fueron descabezadas, pero a nivel infraestructura aún están afectadas por la corrupción y por un sistema basado en el abuso. Por otro lado, las autoridades piensan estar defendiéndose al atacar a todos los opositores, como son intelectuales, periodistas, o líderes sociales. Incluso las ONG son miradas con sospecha por las autoridades, puesto que creen que estas organizaciones desarrollan actividades de proselitismo en el ámbito religioso o político.

Por el momento, la atmósfera general en Egipto es bastante gris. Los recursos naturales ya no alcanzan, el poder adquisitivo se ha reducido al máximo, la desocupación llega  aniveles altísimos y las perspectivas son funestas.

El único destello de optimismo reside en el espíritu esencial del pueblo egipcio, hospitalario por naturaleza, rico en humor, y capaz de retomar las riendas, una vez que confluyan elementos como la seguridad, el trabajo, las perspectivas claras y una concreta esperanza de poder sobrevivir.

En un ambiente que es desértico en un 95%, este pueblo tan amable pronto nos dará pruebas de que puede hacer brotar flores de las piedras. 

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