16/10/2019, 14.21
VATICANO
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El Papa a la FAO: el alimento no debe ser tratado como mero producto de comercio

En un mensaje por la Jornada Mundial de la Alimentación, que se celebra hoy, Francisco afirma que la existencia de 820 millones de personas que sufren hambre y de 700 millones de personas con sobrepeso demuestra la necesidad de volver a la simplicidad y a la sobriedad.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Actualmente, la existencia de  820 millones de personas que sufren hambre y de 700 millones de personas con sobrepeso demuestra la necesidad de volver a la simplicidad y a la sobriedad, y de dejar de tratar el alimento dentro de una lógica de mercado y de reducirlo a un mero producto de comercio. Es lo que escribe el Papa Francisco en un mensaje dirigido al director general de la FAO, Qu Dongyu, con ocasión del Día Mundial de la Alimentación, que se celebra hoy, y este año tiene por tema “Nuestras  acciones son  nuestro futuro.  Una alimentación sana  para un mundo #HambreCero”.

“La Jornada Mundial de la Alimentación -escribe Francisco - se hace eco cada año del grito de tantos hermanos nuestros que siguen sufriendo las tragedias del hambre  y la malnutrición”, y el tema elegido este año “pone de relieve la distorsión del binomio alimento/nutrición”. Vemos cómo la comida deja de ser medio de subsistencia  para convertirse en cauce de destrucción personal. Así, frente a los 820 millones de personas hambrientas, tenemos al otro lado de la balanza casi 700 millones de personas con sobrepeso, víctimas de hábitos alimenticios inadecuados. Estos ya no son simplemente emblemas de la dieta de los “pueblos de opulencia” (cf. Pablo VI, Enc. Populorum Progressio,  3), sino que comienzan  a habitar incluso en países de renta baja, donde se sigue comiendo poco y mal, copiando modelos alimenticios de las áreas desarrolladas” . 

Tras recordar que tanto la malnutrición como el exceso de comida son causa de patologías,  el mensaje sostiene que “Es necesaria, por tanto, una conversión de nuestro modo de actuar, y la nutrición es un punto de  partida importante. Vivimos gracias a los frutos de la creación (cf. Sal 65,10-14;  104,27-28)  y estos no pueden  reducirse a un simple  objeto de uso y dominación.  Por esta razón, los trastornos alimentarios sólo se pueden combatir cultivando estilos de vida inspirados en una visión agradecida de  lo que se nos da, buscando la templanza, la moderación, la abstinencia, el dominio de sí y la solidaridad: virtudes que han acompañado la historia del hombre. Se trata de volver a la simplicidad y a la sobriedad, y vivir cada momento de la existencia con un espíritu atento a las necesidades del otro. Así, podremos cimentar nuestros vínculos en una fraternidad que busque el bien común y evite el individualismo y el egocentrismo, que sólo generan hambre y desigualdad social. Un estilo de vida que nos permitirá cultivar una relación saludable con nosotros mismos, con nuestros hermanos y con el entorno en el que vivimos”.

“Para  asimilar  esta forma  de vida la familia  tiene un lugar principal, y  por eso la FAO ha dedicado una  atención especial a la tutela de  la familia rural y a la promoción  de la agricultura familiar. En el ámbito familiar, y gracias a la sensibilidad femenina y materna, se aprende a disfrutar el fruto de la tierra sin abusar de él y se descubren las mejores herramientas para difundir estilos de vida respetuosos del bien personal y colectivo. Por  otro lado, la interdependencia actual de las naciones puede ayudar a dejar de lado los intereses particulares y favorecer la confianza y la relación de amistad entre los pueblos (cf. Compendio  de la Doctrina  Social de la Iglesia,  482)”.

“Espero  que el tema  de este año ayude  a no olvidar que hay quienes todavía se alimentan de una manera poco saludable. Resulta cruel, injusto y paradójico que, hoy en día, haya alimentos para todos y, sin embargo, no todos tengan acceso a ellos, o  que existan regiones del mundo en las que la comida se desperdicia, se desecha, se consume en exceso o se dedican alimentos a otros fines que no son alimenticios. Para salir de esa espiral,  es necesario impulsar «instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos» (Enc. Laudato si’, 109)”.

“La lucha contra el hambre y la desnutrición no cesará mientras prevalezca exclusivamente la lógica  del mercado y se busque sólo la ganancia a toda costa, relegando los alimentos a un mero producto de comercio, sujeto a la especulación financiera y distorsionando su valor cultural, social y marcadamente   simbólico. La primera preocupación ha de ser siempre la persona humana, especialmente quienes carecen de alimentos diarios y que a duras penas pueden ocuparse de las relaciones familiares y sociales (cf. Enc. Laudato si’, 112-113). Cuando se ponga a la persona humana en  el lugar que le corresponde entonces las operaciones  de ayuda humanitaria y los programas destinados al desarrollo tendrán una mayor incidencia y darán los resultados esperados. No podemos olvidar que lo que acumulamos y desperdiciamos es el pan de los pobres”.

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