26/06/2016, 11.59
ARMENIA - VATICANO
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El Papa en Armenia pide al Catholicos bendecir “nuestra andadura hacia la unidad plena”

El Papa Francisco asistió a la divina liturgia apostólica armenia. En su programa de hoy no está prevista una misa católica, a fin de subrayar el único misterio eucarístico. Las “riquezas en común” de las dos tradiciones; la intercesión al Espíritu, a la Madre de Dios, a los santos, a los mártires armenios para “refundarnos en la unidad”. “Tengamos el oído abierto a las jóvenes generaciones, que anhelan un futuro libre de las divisiones del pasado” y el fin del “escándalo” de la división entre los cristianos”.

Etchmiadzin (AsiaNews) - Una liturgia llena de un deseo conmovedor por la unidad de los cristianos, dulce a la vez que doloroso, es aquella a la que asistió esta mañana el Papa Francisco en la plaza de San Tiridates en Etchmiadzin, sede del Patriarcado apostólico armenio: dulce por los muchos signos de unidad expresados; dolorosa, porque en la comunión el  Papa no pudo consumir el cuerpo y la sangre de Cristo.

El pontífice hoy no quiso celebrar él la misa, sino participar en la divina liturgia armenia, subrayando que los católicos y armenios celebran el mismo misterio eucarístico. Los signos de fraternidad entre la Iglesia apostólica armenia y la Iglesia católica se multiplicaron durante la ceremonia, llegando incluso al pedido final del Papa Francisco, que pidió ser bendecido por el Catholicos Karekin II: “Santidad, en nombre de Dios te pido que me bendigas, a mí y a la Iglesia Católica, que bendigas nuestra andadura hacia la unidad plena.”.

Ya ayer, luego de la liturgia católica, a la cual el patriarca asistió, el Papa lo había invitado a su papamóvil para que juntos, uno al lado del otro, bendijeran a la multitud de los fieles. Hoy no se trató de una bendición “de pares”, sino del pedido de ser bendecido, casi como considerando al patriarca superior a sí.

No es ningún misterio que una de las dificultades que frenan a las Iglesias ortodoxas (y también a la apostólica armenia) en la entrada a una plena comunión con Roma es el temor de ser absorbidos por una estructura jerárquica donde el Papa, cual monarca, somete a las otras Iglesias hermanas a ritos y obligaciones. Los signos de estos días, en cambio, muestran al Papa Francisco como un hermano en la fe.

En su saludo final, que fue traducido al armenio, el pontífice explicó este nuevo estilo de relaciones ecuménicas: “Que la Iglesia Armenia camine en paz, y la comunión entre nosotros sea plena. Que brote en todos un fuerte anhelo de unidad, una unidad que no debe ser «ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo»”.

 

Francisco luego recordó, justamente, todas las “riquezas en común” de las dos tradiciones, tanto en la tierra como en el cielo: “los dones, las esperanzas y las preocupaciones de la Iglesia de Cristo, cuyo corazón oímos latir al unísono, y en la que creemos y sentimos como una”; la fraternidad apostólica en el cielo entre los santos Bartolomé y Tadeo (primeros evangelizadores de Armenia) y Pedro y Pablo.

Para que se logre de prisa la unidad, el pontífice ha pedido la “intercesión de la Madre de Dios, de los grandes santos y doctores, de los mártires, sobre todo de tantos mártires que en este lugar habéis canonizados el año pasado” y el poder del Espíritu Santo para que “haga de los creyentes un solo corazón y una sola alma; que venga a refundarnos en la unidad (…)  infunde en nosotros tu fuego de amor y unidad, y «que este fuego diluya los motivos de nuestro escándalo»  (…) ante todo, la falta de unidad entre los discípulos de Cristo”.

Dicha unidad es en función de la misión: “Acojamos la llamada de los santos, escuchemos la voz de los humildes y los pobres, de tantas víctimas del odio que sufrieron y sacrificaron sus vidas a causa de su fe; tengamos el oído abierto a las jóvenes generaciones, que anhelan un futuro libre de las divisiones del pasado”.

En la comunión, el Papa se mantuvo aparte, mientras el patriarca y los obispos consumían las sagradas especies. Al término de la liturgia, Karekin II invitó al Papa Francisco a bendecir la asamblea. Ambos, juntos, bajo el baldaquino, saludaron y bendijeron a la multitud durante la procesión final.

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