08/09/2017, 20.13
VATICANO - COLOMBIA
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El Papa en Colombia: reconciliación no es legitimar las injusticias, sino abrir una puerta

Francisco en Villavicencio, etapa particularmente dedicada a la reconciliación nacional, beatificó a un obispo y un sacerdote asesinados en “odio a la fe”. “En comunidades dónde todavía arrastran actitudes patriarcales y machistas, es bueno anunciar que el Evangelio comienza evidenciando mujeres que han marcado e hicieron historia”.  

Villavicencio (AsiaNews)- La reconciliación no es una palabra abstracta, “no es legitimar las injusticias personales o estructurales”, ni adaptarse a ellas “sino es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto”, ganando “la comprensible tentación de la venganza”. La etapa del viaje del Papa a Villavicencio, a unos 75 Km al sudeste de Bogotá, es aquella particularmente dedicada a la reconciliación nacional. Aquí, en el curso de la misa (en la foto) Francisco beatificó a Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, obispo de Arauca y Pedro María Ramírez Ramos, martirizados “en odio a la fe”, aquí se realizará el encuentro de oración por la Reconciliación nacional, aquí surge la Cruz de la reconciliación delante de la cual el Papa concluirá la jornada antes de volver a Bogotá.

Ya esta mañana, en el aeropuerto militar CATAM, Francisco saludó a un grupo de unos 400 veteranos, militares y agentes de la policía. Cantos y danzas lo recibieron en el aeropuerto de Villavicencio y una gran multitud se colocó a lo largo de los 10 Km del recorrido hasta el Terreno de Catama, en la periferia de la ciudad, tanto que a trechos fue obligado a proceder a paso de hombre. Una multitud inmensa también en el lugar de la misa: casi 1 millón de personas, según los organizadores.

En el día que la Iglesia celebra la Natividad de María, “el alba nuevo que ha anunciado la alegría al mundo entero”, Francisco subrayó el rol de la mujer en contraste con “actitudes patriarcales y machistas” todavía existentes.  

“En el Evangelio-dijo- hemos escuchado la genealogía de Jesús (cf. Mt 1,1-17), que no es una simple lista de nombres, sino historia viva, historia de un pueblo con el que Dios ha caminado y, al hacerse uno de nosotros, nos ha querido anunciar que por su sangre corre la historia de justos y pecadores, que nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, de vida que camina. Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir. También integra en nuestra historia de salvación aquellas páginas más oscuras o tristes, los momentos de desolación y abandono comparables con el destierro”.

“La mención de las mujeres —ninguna de las aludidas en la genealogía tiene la jerarquía de las grandes mujeres del Antiguo Testamento— nos permite un acercamiento especial: son ellas, en la genealogía, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia”.

“Y José, hombre justo, no dejó que el orgullo, las pasiones y los celos lo arrojaran fuera de esta luz. Por la forma en que está narrado, nosotros sabemos antes que José lo que ha sucedido con María, y él toma decisiones mostrando su calidad humana antes de ser ayudado por el ángel y llegar a comprender todo lo que sucedía a su alrededor. La nobleza de su corazón le hace supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda por cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio”.

“Sí” a la verdad, a la bondad, a la reconciliación

“Este pueblo de Colombia es pueblo de Dios; también aquí podemos hacer genealogías llenas de historias, muchas de amor y de luz; otras de desencuentros, agravios, también de muerte. ¡Cuántos de ustedes pueden narrar destierros y desolaciones!, ¡cuántas mujeres, desde el silencio, han perseverado solas y cuántos hombres de bien han buscado dejar de lado enconos y rencores, queriendo combinar justicia y bondad! ¿Cómo haremos para dejar que entre la luz? ¿Cuáles son los caminos de reconciliación? Como María, decir sí a la historia completa, no a una parte; como José, dejar de lado pasiones y orgullos; como Jesucristo, hacernos cargo, asumir, abrazar esa historia, porque ahí están ustedes, todos los colombianos, ahí está lo que somos y lo que Dios puede hacer con nosotros si decimos sí a la verdad, a la bondad, a la reconciliación. Y esto sólo es posible si llenamos de la luz del Evangelio nuestras historias de pecado, violencia y desencuentro”.

“La reconciliación no es una palabra abstracta; si eso fuera así, sólo traería esterilidad, más distancia. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona! Esto no significa desconocer o disimular las diferencias y los conflictos. No es legitimar las injusticias personales o estructurales. El recurso a la reconciliación no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia. Más bien, como ha enseñado san Juan Pablo II: «Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos, que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto de cada individuo y de los valores propios de cada sociedad civil» (Carta a los obispos de El Salvador, 6 agosto 1982). La reconciliación, por tanto, se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer la esperanza. Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso”.

 

Los dos mártires beatificados

 

En cuanto a los dos nuevos beatos. Mons. Jesús Emilio Jaramillo, del Instituto para las Misiones Extranjeras de Yarumal, nació el 14 de febrero de 1916 y fue asesinado cuando tenía 73 años, el 2 de octubre de 1989, por un grupo de guerrilleros del frente Domingo Laín del Ejército de Liberación nacional (ELN). Su cuerpo, con numerosas heridas hizo pensar y un “proceso” y a la tortura después de lo cual fue asesinado “en cuanto miembro del sector más reaccionario de la jerarquía eclesiástica colombiana”, afirmó un comunicado del ELN.

El p. Pedro María Ramírez, conocido como “el mártir de Armero”, tenía 68 años en 1948, cuando fue linchado por un nutrido grupo de seguidores liberales de Armero-Tolima porque lo consideraban como “un conservador fanático y peligroso”. Y 37 años después de haber sido asesinado fue también acusado de ser “culpable” de la avalancha que en noviembre de 1985 causó la muerte de más de 20 mil personas, porque habría maldecido el pueblo poco antes de morir.

Al finalizar el rito, Francisco saludó en la sacristía a una pequeña delegación de víctimas del desastroso aluvión que fue afectada la ciudad de Mocoa y ofreció una contribución económica.

 

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