08/09/2019, 18.19
MADAGASCAR – VATICANO
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El Papa en Madagascar: construir el futuro, apoyándose en la fuerza de la fe

La obra del padre Pedro, un misionero argentino que creó Akamasoa: cinco centros de acogida compuestos por 17 aldeas donde todos tienen trabajo. A los sacerdotes y religiosos: “sé que muchos de vosotros vivís situaciones difíciles, donde faltan los servicios esenciales —agua, electricidad, carreteras, medios de comunicación— o por la falta de recursos económicos para llevar adelante la vida y la actividad pastoral”. “¡Resulta interesante constatar que Jesús resume la actuación de los suyos hablando de la victoria sobre el poder de Satanás!”.

Antananarivo (AsiaNews) – Construir, literalmente, el futuro, tal como el padre Pedro ha construido las casas de piedra en Akamasoa, y tal como sacerdotes y religiosos tratan de dar respuesta a la muchas necesidades de la gente pobre de Madagascar, por el hambre y las enfermedades y la falta de trabajo, en un país que es bellísimo y al mismo tiempo, pobrísimo. Es a estos ‘obreros del Evangelio” a quienes el Papa Francisco dedicó la tarde de su segundo día en Madagascar. 
La primera cita fue en Akamasoa. Esta es una asociación malgache creada por el Pbro. Pedro Pablo Opeka, C.M., argentino, quien, tal como recordó hoy el Papa, “fue mi alumno en la Facultad de Teología”. Un alumno, agregó, que prefería “hacer”, más que estudiar. Y  lo que hizo fue levantar Akamasoa: cinco centros de acogida conformados por 17 aldeas, donde se han instalado alrededor de 3.000 familias. Hoy viven allí, en total, 25.000 personas, de las cuales más del 60% son niños menores de cinco años. Y todos van a la escuela; Y hay trabajo para todos.  
Para la visita de Francisco, hay miles de personas, en todas direcciones. En el auditorio Manantenasoa, donde el Padre Pedro acompaña a Francisco hay cerca de 8.000 jóvenes que gritan, cantan y bailan,  y también hacen bailar al séquito papal.  
“Este pueblo -dice el Papa- posee una larga historia de valentía y ayuda mutua. Este pueblo es el resultado de muchos años de arduo trabajo. En los cimientos, encontramos una fe viva que se tradujo en actos concretos, capaz de “trasladar montañas”. Una fe que permitió ver posibilidad donde sólo se veía precariedad, ver esperanza donde sólo se veía fatalidad, ver vida donde tantos anunciaban muerte y destrucción. Recordad lo que escribió el apóstol Santiago: «La fe si no tiene obras está muerta por dentro» (St 2,17). Los cimientos del trabajo mancomunado, el sentido de familia y de comunidad posibilitaron que se restaure artesanal y pacientemente la confianza no sólo en vosotros sino entre vosotros, lo que os permitió ser los primeros protagonistas y artesanos de esta historia. Una educación en valores gracias a la cual aquellas primeras familias que se aventuraron con el padre Opeka pudieron transmitir el tesoro enorme del esfuerzo, la disciplina, la honestidad, el respeto a sí mismo y a los demás. Y vosotros habéis podido comprender que el sueño de Dios no es sólo el progreso personal sino principalmente el comunitario, que no hay peor esclavitud, como nos lo recordaba el padre Pedro, que la de vivir cada uno sólo para sí”.
Y un ejemplo de ese tipo de trabajo en comunidad no está lejos de allí: es la Cantera de Mahatazana, la segunda cita de Francisco en esta tarde. También aquí se congregan miles de personas, con cantos y danzas. Tras ser recibido por dos trabajadores en el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, el Papa reza la Oración por los Trabajadores. En ella, entre tantas cosas, se ruega: “Haz que el fruto del trabajo les permita / asegurar dignamente la subsistencia de sus familias”; “Que nuestras familias sepan que la alegría de ganarse el pan / es plena cuando ese pan se comparte, / que nuestros niños no sean forzados a trabajar, / puedan ir a la escuela y perseverar en sus estudios”, / “Dios de justicia, toca el corazón de los empresarios y los dirigentes: / Que hagan todo lo posible / por asegurar a los trabajadores un salario digno,/y unas condiciones que respeten la dignidad de la persona humana. /Hazte cargo con tu paternal misericordia / de los que no tienen trabajo, / y haz que el desempleo —causa de tantas miserias— / desaparezca de nuestra sociedad. / Que cada uno conozca la alegría / y la dignidad de ganarse el propio pan / para llevarlo a su casa y mantener a su familia. / Crea entre los trabajadores un espíritu de auténtica solidaridad. / Que sepan estar atentos unos a otros, / que se animen mutuamente, que apoyen a los que están agobiados, / levanten a los que han caído. / Que, ante la injusticia, sus corazones no cedan a la ira, al rencor, a la amargura, / sino que mantengan viva la esperanza / de ver un mundo mejor y trabajar para alcanzarlo. / Que sepan, juntos, de manera constructiva, / hacer valer sus derechos, / y que sus voces sean escuchadas”.
Por último, Francisco habló del sentido del trabajo para las personas consagradas, en la última cita pública de la jornada. Tras dejar la Cantera de Mahatazana, Francisco se trasladó hasta el Collège de Saint Michel para un encuentro con sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados y seminaristas. 
“Sé  que muchos de vosotros vivís situaciones difíciles -fueron sus palabras-, donde faltan los servicios esenciales —agua, electricidad, carreteras, medios de comunicación— o la falta de recursos económicos para llevar adelante la vida y la actividad pastoral. Muchos de vosotros sentís sobre vuestros hombros, por no decir sobre vuestra salud, el peso del trabajo apostólico. Pero vosotros habéis elegido permanecer y estar al lado de vuestro pueblo, con vuestro pueblo. Gracias por esto. Muchas gracias por vuestro testimonio y por querer quedaros ahí y no hacer de la vocación un “pasaje a una mejor vida”. Y quedaros ahí con esa conciencia, como decía la hermana: “a pesar de nuestras miserias y debilidades, nos comprometemos con todo nuestro ser a la gran misión de la evangelización”. La persona consagrada —en el amplio sentido de la palabra— es la mujer, el hombre que aprendieron y quieren quedarse, en el corazón de su Señor y en el corazón de su pueblo.”.
“Y resulta interesante constatar -prosiguió- que Jesús resume la actuación de los suyos hablando de la victoria sobre el poder de Satanás, un poder que desde nosotros solos jamás podremos vencer, pero sí en el nombre de Jesús. Cada uno de nosotros puede dar testimonio de esas batallas, y también de algunas derrotas. Cuando vosotros mencionáis la infinidad de campos donde realizáis vuestra acción evangelizadora, estáis librando esa lucha en nombre de Jesús. En su nombre, vosotros vencéis el mal, cuando enseñáis a alabar al Padre de los cielos y cuando enseñáis con sencillez el Evangelio y el catecismo. Cuando visitáis y asistís a un enfermo o brindáis el consuelo de la reconciliación. En su nombre, vosotros vencéis al dar de comer a un niño, al salvar una madre de la desesperación de estar sola para todo, al procurarle un trabajo a un padre de familia. Es un combate ganador el que se lucha contra la ignorancia brindando educación; también es llevar la presencia de Dios cuando alguien ayuda a que se respete, en su orden y perfección propios, todas las criaturas evitando su uso o explotación; y también los signos de su victoria cuando plantáis un árbol, o hacéis llegar el agua potable a una familia. ¡Qué signo del mal derrotado es cuando vosotros os dedicáis a que miles de personas recuperen la salud! ¡Seguid dando estas batallas, pero siempre en la oración y en la alabanza!”.

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