02/06/2019, 13.36
RUMANIA – VATICANO
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El Papa en Rumania: luchar contra las nuevas ideologías, que desprecian la vida y la familia

En su última jornada del viaje a Rumania, Francisco beatificó a siete obispos greco-católicos que fueron martirizados durante el régimen comunista. “Que seáis testigos de libertad y de misericordia, haciendo prevalecer la fraternidad y el diálogo ante las divisiones, incrementando la fraternidad de la sangre, que encuentra su origen en el periodo de sufrimiento en el que los cristianos, dispersos a lo largo de la historia, se han sentido cercanos y solidarios”.

Bucarest (AsiaNews) – “Luchar” contra las “nuevas ideologías” que “desprecian el valor de la persona, de la vida, del matrimonio y la familia” y que “con propuestas alienantes, tan ateas como en el pasado”, nos privan -especialmente a los jóvenes- de raíces culturales y religiosas de donde crecer. Y “entonces, todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos”. En el día de hoy, la beatificación de siete obispos de la Iglesia greco-católica rumana brindó al Papa Francisco la ocasión para denunciar la “colonización” cultural en acto, y para exhortar a combatirla.

El último día de la visita a Rumania vio a Francisco en Blaj, en Transilvania. Es el corazón de la Iglesia greco-católica, es decir de aquella comunidad ortodoxa rumana que en el 1700 decide volverse católica, conservando sus ritos. Y la misa de hoy también se celebró siguiendo dicha tradición. Un rito solemne, celebrado ante más de 60.000 personas que colmaron cada rincón del “Campo de la Libertad”, como se denomina, significativamente, a la gran plaza, que resultó insuficiente para contener a todos los fieles. Y también a cientos de sacerdotes.

Y luego el Papa proclamó beatos a siete obispos, víctimas de la persecución del régimen comunista: ellos son Mons. Iuliu Hossu, Mons. Vasile Aftenie, Mons. Ioan Bălan, Mons. Valeriu Traian Frenţiu, Mons. Ioan Suciu, Mons. Tit Liviu Chinezu y Mons. Alexandru Rusu.

Su historia comienza en 1948. En Rumania, como en todos los demás países controlados por la URSS, el régimen comunista apuntaba a eliminar la Iglesia católica, fuerte, por su vínculo con Roma, que no era controlable. En todas partes, se clausuraron las nunciaturas, pero también los seminarios, las casas de religiosos, las parroquias y escuelas. Se crearon asociaciones para reunir a laicos y sacerdotes católicos, y mantenerlas homogéneas, según las directrices del régimen. Y allí donde existían Iglesias católicas de rito oriental – Ucrania y Rumania – se intentó una asimilación a las Iglesias ortodoxas locales, más controlables, por ser estructuras exclusivamente nacionales.  

La Iglesia greco-católica de Rumania tenía un millón y medio de fieles, pero de ellos quedó poco más de la mitad. Privada de todos sus bienes, fue disuelta por ley y sus fieles fueron “pasados” a la ortodoxia. Pero el mayor obstáculo para lograr una asimilación eran los obispos. Por tanto, se les exigió romper con Roma. Hubo intrigas y amenazas. Ante la firme negativa, el régimen respondió con la cárcel, las privaciones y las torturas, que los llevaron a la muerte. El cuerpo de Mons. Aftenie fue hallado sin brazos.

“Frente a la feroz opresión del régimen -dijo hoy el Papa-  ellos manifestaron una fe y un amor ejemplar hacia su pueblo. Con gran valentía y fortaleza interior, aceptaron ser sometidos a un encarcelamiento severo y a todo tipo de ultrajes, con tal de no negar su pertenencia a su amada Iglesia. Estos pastores, mártires de la fe, han recuperado y dejado al pueblo rumano una preciosa herencia que podemos resumir en dos palabras: libertad y misericordia”.

“Pensando en la libertad, no puedo dejar de observar que estamos celebrando la Divina Liturgia en el “Campo de la Libertad”. Este lugar significativo evoca la unidad de vuestro Pueblo que se ha realizado en la diversidad de las expresiones religiosas. Esto constituye un patrimonio espiritual que enriquece y caracteriza la cultura y la identidad nacional rumana. Los nuevos beatos sufrieron y dieron su vida, oponiéndose a un sistema ideológico que rechazaba la libertad y coartaba los derechos fundamentales de la persona humana. En aquel periodo triste, la vida de la comunidad católica fue sometida a una dura prueba por un régimen dictatorial y ateo: todos los obispos y muchos fieles de la Iglesia Greco-Católica y de la Iglesia Católica de rito latino fueron perseguidos y encarcelados”.

“El otro aspecto de la herencia espiritual de los nuevos beatos es la misericordia. Ellos compaginaban la tenacidad de profesar la fidelidad a Cristo con una disposición al martirio sin palabras de odio hacia los que los perseguían, ante los que demostraron una profunda mansedumbre. Es elocuente lo que el Obispo Iuliu Hossu declaró durante la prisión: «Dios nos ha enviado a estas tinieblas del sufrimiento para dar el perdón y rezar por la conversión de todos». Estas palabras son el símbolo y la síntesis de la actitud con la que estos beatos,  en el periodo de la prueba, sostuvieron a su pueblo en la confesión continua de la fe sin fisuras ni represalias. Esta actitud de misericordia hacia los torturadores es un mensaje profético, porque se presenta hoy como una invitación a todos para superar el rencor con la caridad y el perdón, viviendo la fe cristiana con coherencia y valentía”.

“Queridos hermanos y hermanas -prosiguió-: También hoy reaparecen nuevas ideologías que, de forma sutil, buscan imponerse y desarraigar a nuestros pueblos de sus más ricas tradiciones culturales y religiosas. Colonizaciones ideológicas que desprecian el valor de la persona, de la vida, del matrimonio y la familia (cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 40) y dañan con propuestas alienantes, tan ateas como en el pasado, especialmente a nuestros jóvenes y niños, dejándolos desprovistos de raíces desde donde crecer (cf. Exhort. ap. Christus vivit, 78); y entonces todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos, empujando a las personas a aprovecharse de otras y a tratarlas como meros objetos (cf. Exhort. ap. Laudato si’, 123-124). Son voces que, sembrando miedo y división, buscan cancelar y sepultar el más rico de los legados que estas tierras vieron nacer. Pienso por ejemplo en el Edicto de Torda, en 1568, que sancionaba todo tipo de radicalismo y promovía, por primera vez en Europa, un acta de tolerancia religiosa”.

“Deseo animaros a llevar la luz del Evangelio a nuestros contemporáneos y a seguir luchando, como estos beatos, contra estas nuevas ideologías que surgen. Que seáis testigos de libertad y de misericordia, haciendo prevalecer la fraternidad y el diálogo ante las divisiones, incrementando la fraternidad de la sangre, que encuentra su origen en el periodo de sufrimiento en el que los cristianos, dispersos a lo largo de la historia, se han sentido cercanos y solidarios”.

La visita del Papa a Rumania prevé, esta tarde, un encuentro con la comunidad de Rom, antes de su partida a Roma, adonde debiera hacer su arribo cerca de las 19, hora local. (FP)

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