05/11/2019, 09.57
RUSIA
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El día de la Unidad, entre las divisiones de la Ortodoxia y de la sociedad rusa

de Vladimir Rozanskij

Manifestaciones en las escuelas , plazas, teatros han reunido a pocos centenares de personas. Pesa la política anti-jubilaciones y anti- jóvenes de Putin y los cismas de la Iglesia ucraniana. Para Cirilo es necesario superar todas las divisiones internas y externas y volver a dar a Rusia el rol de guía espiritual a nivel internacional. La renovación moral del país para hacer crecer los datos demográficos.

 

Moscú (AsiaNews) - El 4 de noviembre en Rusia es la fiesta nacional de la Unidad Popular, instituida después de el fin del comunismo para recordar la “recomposición” de Rusia en el año 1612 después de las grandes divisiones y luchas del período de los “Turbios”, que siguieron a la muerte de Iván el Terrible. Después de haber expulsado a los invasores polacos, Rusia se confió en el nuevo instituto del Patriarcado y en la nueva dinastía zarista de la familia Romanov.

Por lo tanto, la unidad rusa era una decidida toma de distancia de los enemigos externos, sobre todo Occidente. También hoy, ella se repite el mismo motivo. El año pasado la fiesta cayó en la fase aguda del “cisma” ucraniano, con la proclamación del Tomos de autocefalia de Kiev que condujo a la ruptura también con el patriarcado ecuménico de Constantinopla. También este años las secuelas de un año de peleas con los vecinos occidentales y los “hermanos ortodoxos” se hicieron sentir: el 3 de noviembre el patriarca de Moscú Cirilo (Gundjaev) consignó su Tomos de reunión con los rusos europeos (Foto 1), a su vez alejados de Constantinopla y condenó a la Iglesia ortodoxa de Atenas, que recientemente ha reconocido a la Iglesia ucraniana autocéfala.  

Entonces, la fiesta asumió tonos “nacionalistas” aún más explícitos, no sólo por las cuestiones eclesiásticas, sino también por la radicalización de los sentimientos difundidos en la sociedad rusa. El año transcurrido vio un largo continuarse de protestas contra el régimen putiniano, ya sea por las medidas económicas desfavorables a los jubilados y a los trabajadores, ya sea por la imposición de las listas electorales domesticadas, en Moscú y otras regiones. También contra la Iglesia se elevaron recriminaciones por los proyectos de construcciones sagradas y administrativas, desde Ekaterinburg a Sergiev-Posad, y en diversas otras ciudades. Los rusos aparecen hoy todo menos que “unidos” y la fiesta trató de reafirmar este gran ideal histórico y religioso.

En la Asamblea del “Concilio Ruso Mundial”- por él mismo sustituido en los años Noventa-el patriarca Cirilo reafirmó la necesidad de superar todas estas divisiones internas y externas y volver a dar a Rusia el propio rol de guía espiritual a nivel internacional. La propuesta más rimbombante de Cirilo se refiere al crecimiento demográfico de la población, en una vertiginosa disminución ya desde hace 3 decenios, que debería seguir a una espectacular restauración moral basada en los valores morales de la familia y de la Iglesia. Según las intenciones del jefe de los ortodoxos, todo esto, debe llevar a una fuertísima inversión de tendencia, llegando a aumentar la población de 13 millones de personas en 10 años.

Este año, el relanzamiento del nacionalismo ortodoxo tuvo una notable resonancia en las escuelas rusas, donde a los alumnos se les hizo recitar el Moleben (la oración ortodoxa de agradecimiento) durante los festejos en los teatros y en las plazas. En Kemerovo, en Siberia, 400 alumnos después de la oración formaron una gran estrella de cinco puntas, memoria del patriotismo soviético (Foto 2).

Junto a las celebraciones eclesiásticas y estudiantiles, durante la fiesta se realizaron manifestaciones ultra-nacionalistas del Movimiento “La Marcha Rusa” (Russkij Marsh), sostenida y apoyada por las autoridades estatales y locales, además que por el partido “Rusia Unida”, que se reclama justamente a los temas de la fiesta del 4 de noviembre. En realidad, la movilización de las escuelas y de los activistas no logró llevar números muy significativos a la plaza: en Moscú, en el barrio “Ljublino”, eran menos de 5 mil personas (Foto 3), en otras 12 grandes ciudades los participantes eran pocos centenares.

 

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