24/08/2016, 16.54
INDIA - VATICANO
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El hombre tiene dignidad y valor: el mensaje de Madre Teresa para nuestra época

de Thomas Menamparampil*

El administrador apostólico de Jowai se encontró con la futura santa en 1958, cuando estaba en el seminario. Lo que más le impactó fue la atención que la Madre Teresa dedicaba a los demás, en particular a los más pobres. Frente a un proceso irracional que quisiera hacer del hombre una simple “máquina destinada al consumo”, la Madre Teresa clama al mundo por la sacralidad de la persona humana y de su alma. 

Bombay (AsiaNews) – Si la Madre Teresa “tuviese que dar un mensaje para nuestra época, éste sería que la persona humana tiene dignidad y valor, no importa la fragilidad de la cual se haya revestido. …Ella veía brillar la “gloria de Dios” a través de los ojos de las personas que estaban a punto de morir”. Es lo que dice a AsiaNews Mons. Thomas Menamparampil, arzobispo emérito de Guwahati y actual administrador apostólico de Jowai. El arzobispo conoció a la Madre de Calcuta cuando él era un joven seminarista, pero ese encuentro marcó su vida de una manera indeleble. El modo con el cual la Madre Teresa atendía las necesidades de los últimos, porque en sus ojos veía la gloria de Dios, inspiró su misión en la India.

Según Mons. Menamparampil, la Madre Teresa reveló el espíritu heroico que hay en cada uno de nosotros, partiendo de los barrios pobres de Calcuta y “tuvo el coraje de restablecer en el mundo moderno el sentido de lo sagrado, que estaba perdido”. Transcribimos a continuación su intervención, que forma parte de los testimonios que ofrecemos a los lectores de AsiaNews, en vista de la canonización de la Beata, que será celebrada el próximo 4 de septiembre.  

Lo que más me impactó cuando conocí a Madre Teresa en 1958, cuando yo era un joven seminarista, fue la atención desprendida de sí misma que prodigaba a los demás, en particular a los más pobres, unida a su gran entusiasmo y a la incesante capacidad de recuperarse ante las dificultades. Su manera de moverse estaba aparejada de un espesor espiritual, un profundo sentido de la vocación y una alegría contagiosa.

La Madre escuchó una voz interior que le pedía que saliera por las calles de Calcuta y que tomara a su cargo el cuidado de los más pobres entre los pobres. En ella vibraba la vida, ella irradiaba energía, si bien no era fuerte desde el punto de vista físico. San Ireneo dijo hace siglos: “La gloria de Dios es el hombre viviente”. Esta ha sido precisamente la imagen de una persona llena de vida, que ha ofrecido a los demás el mismo don de vida vibrante,   y justamente ésta ha sido la gloria de Dios que se ha vuelto manifiesta.

La Madre Teresa capturó la atención del mundo desde las oscuras casuchas de Calcuta.  Jyoti Basu, el jefe de ministros comunista de Bengala Occidental, fue uno de los primeros líderes en reconocer su valor.

Si la Madre Teresa tuviese que dar un mensaje para nuestra época, éste sería que la persona humana tiene dignidad y valor, sin importar de qué fragilidad se haya revestido el individuo. Para Teresa no era una pérdida de tiempo servir a los ciegos, a los sordos, a los mudos o a los leprosos, o acompañarlos en sus necesidades esenciales. Ella veía brillar la “gloria de Dios” a través de los ojos de las personas que estaban a punto de morir. Si una persona estaba vestida con harapos, cubierta de polvo, maloliente o de mal humor, ella era un ser humano, Jesús mismo.

Vivimos en una época en la cual la dignidad de la persona humana es afirmada del modo más solemne. Sin embargo, al mismo tiempo escuchamos teorías que quisieran reducir la persona humana al producto final de un proceso irracional, fruto de un choque casual de átomos y una combinación azarosa de impulsos e instintos ciegos. En síntesis, ¡un prodigio sin sentido!

Hace más de un siglo, Víctor Hugo dijo: “Existe un espectáculo más grande que el mar, y es el cielo: existe un espectáculo más grande que el cielo, y es el interior del alma”. La Madre Teresa estaba totalmente de acuerdo, y tradujo esta verdad en acciones.

Si el valor del individuo es tan grande, la vida de él/ella debe ser igualmente preciosa. La falta de amor por la vida es falta de amor por la humanidad, prescindiendo del hecho de que la persona en cuestión esté en el vientre materno, en la cuna, en la escuela, en la sociedad, o de que esté abatida por las deudas y por el odio, sea ésta un presunto terrorista o un enfermo terminal. Una persona en coma no es un vegetal. El valor de su vida no se mide en términos de utilidad.

Cuando se habla de la personalidad de un individuo, nos referimos a algo holístico, a algo que los artistas y poetas han imaginado, y que los sabios y santos han atravesado y descripto. Si tan sólo lográramos entender que el amor es como una puerta de ingreso al misterio, entonces comprenderíamos que amarlo o amarla no es derrochar amor.

Lo que precisa un niño en el vientre materno o una persona en los últimos instantes de su vida no es un rechazo a través del aborto o la eutanasia, sino la aceptación del amor y de un sentido de pertenencia. Nuestra tarea es ofrecer esto.

El universo no deja de cuidar de un ser que ha venido al mundo. Los lirios florecen y los gorriones prosperan porque todos ellos forman parte de un gran designio. La fe es reconocer esto.

El amor es vivificante. El abrazo de un niño es estimulante. El amor cristiano protege esta vida y esta dignidad de cada persona.

Si éste es el punto, entonces sofocar vidas durante protestas políticas, por un odio étnico o por fanatismo religioso es algo claramente ofensivo. Es contra-evolutivo, como dirían los científicos. El máximo esfuerzo de la civilización humana de cualquier época histórica se ha concentrado en torno al intento de salvar, mejorar y prolongar la vida.

Eliminar vidas humanas invocando causas nobles o principios religiosos es hacer un sacrificio a Moloch. ¡Cuánto tiempo nos ha llevado darnos cuenta de que la violencia es sólo una parte del instinto suicida de una sociedad! La Madre Teresa tiene un mensaje para estos contextos. Recogiendo a un niño de la calle, y alzándolo en brazos, ella gritó al mundo: “La vida es preciosa”.

Ella habría dicho a quienes se quejan, a aquellos que combaten por las “causas justas”: Basta de hacerse la víctima. Comienza a ser responsable”. Nosotros nos convertimos a nosotros mismos en víctimas con el maltrato de los progenitores y con el maltrato educativo, a causa de los desequilibrios sociales, las heridas históricas y las humillaciones personales. Su mensaje dirigido a todos es “Sé un adulto hoy, y asume la responsabilidad del resto de la humanidad”.

La santa de Calcuta parece recordar al mundo que un ser humano no es solamente un engranaje en la rueda de la economía moderna. Él o ella son más que un productor y un consumidor. Cada individuo puede ser llamado a ser un artista, un profeta, un sabio o un santo; un héroe/heroína en cada aspecto de la vida.

En realidad, las personas más comunes tienen la vocación de vivir vidas extraordinarias. ¿Cómo una persona puede descubrir y desvelar el héroe que hay dentro de sí? La Madre Teresa ha demostrado cómo esto puede ocurrir a partir de los barrios pobres.

La Madre Teresa tuvo el coraje de restablecer en el mundo el sentido de lo sagrado, que se había perdido. Cuando ignoramos esto interior que llamamos alma, es ella misma la que se hace escuchar: a través de síntomas físicos de las incertidumbres interiores, la angustia espiritual, la preocupación, el vacío, el malestar general.  

En una sociedad debilitada, abatida, el heroísmo se vuelve un valor incomprensible, el espíritu de aventura deja de existir. Cuando el ser humano se reduce a volverse una máquina para el consumo, no hay lugar para el romanticismo, la poesía, el misterio, lo serio, lo profundo. ¿Para qué sirve insistir sobre los derechos humanos cuando cada día renunciáis a vuestro derecho a ser una persona mejor o un agente beneficioso para la sociedad humana?

La Madre Teresa habría dicho que pongáis en duda vuestra vida hecha a base de compromisos, que os mantengáis cerca del dolor y que aquellos que se ven obligados a convivir con él. Escuchar el mensaje que las angustias humanas nos tienen reservado. Quedaríais sorprendidos al descubrir -como a ella misma le sucedió-  que el dolor es un maestro maravilloso, que a angustia interior puede ser un regalo. Esto os puede hacer reflexionar.

Más bien probad a hacer aquellos que nos agrada, hasta que esto adquiera significado. Tendrá mayor significado si lo hacéis por Jesús y por los más pobres.

Esto sería, esencialmente, lo que sugeriría la Madre Teresa.

 

*ex arzobispo de Guwahati, administrador apostólico de Jowai

(Colaboró en esta nota Nirmala Carvalho)

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