13/08/2018, 10.57
RUSIA
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El juego de las sanciones

de Vladimir Rozanskij

El encuentro de julio entre Putin y trump en Helsinki no sirvió para poner fin a las “guerra de las sanciones”, pero sí, parece haberla canalizado desde el punto de vista simbólico, logrando que la misma vaya -progresivamente- de su contenido de amenaza real.

 

Moscú (AsiaNews)- El 8 de agosto pasado el Senado americano anunció nuevas sanciones contra Rusia. Más allá de las reacciones nerviosas de los mercados, lo cierto es que parece tratarse de una acción simbólica, orientada a diluir el conflicto.

En efecto, hace varios días que lo mercados financieros registran una caída en picada: el dólar se ha cotizado un 4% sobre el rublo, pasando de 63 a 66 rublos. La causa es la concentración de medidas sancionatorias con que amenazan el Senado americano y el presidente Trump, cuya eficacia aún debe demostrarse.

El Departamento de Estado de los EEUU anunció haber tomado la decisión de aplicar una serie de sanciones en respuesta al uso -hecho comprobado- del veneno ruso Novichok en el intento de envenenamiento del ex espía Sergej Skrypal y de su hija Julia, a causa de los datos sobre la interferencia rusa en la política americana, información que el espía presuntamente poseería según el periódico Washington Post. Este sería el segundo motivo que daría lugar a esta última ola de sanciones, que sólo se verían mitigadas si Rusia pudiera demostrar que es absolutamente ajena a la cuestión, dentro de un plazo de 3 meses.

La razón formal de la sanción sería entonces el uso de armas químicas, motivo usado en los últimos 3 años solamente contra la Siria de Assad y la Corea de Kim Jong-un y que fue la causa de la guerra en Irak contra Saddam Hussein. De hecho fue aplicada la ley contra las armas químicas biológicas de 1991 (Chemical and Biological Weapons Control and Warfare Elimination Act), que obliga al presidente de los EEUU a intervenir ante cualquier violación a nivel internacional.
 

La primera ronda de sanciones entrará en vigor el 22 de agosto y la segunda dentro de 90 días, siempre que Rusia no cumpla con las condiciones previstas y no prometa que jamás volverá a usar armas biológicas o químicas en el futuro,admitiendo inspectores internacionales en los sitios previstos. Sin lugar a dudas, la amenaza americana tiene un gran significado político, pero -según los expertos- su eficacia económica es poco más que simbólica.
 

Los Estados Unidos declaran su intención de interrumpir cualquier ayuda brindada a Rusia así como también impedir la exportación a Rusia de armas y medios financieros destinados a la compra de armas, todas cosas que de hecho ya son imposibles. Por el contrario, no se pondrá freno a las ayudas humanitarias destinadas a “Rusia y a su pueblo”, provenientes de colectas públicas y privadas y tampoco afectará la importación de materiales sensibles producidos por Rusia, vinculados a la colaboración en el campo astronáutico. La prohibición también se refiere formalmente a las licencias de las compañías de transporte aéreo, pero las fuentes americanas ya han asegurado que no se verán afectados los vuelos de Aeroflot.  

La segunda ola de sanciones prevé el poco probable “arrepentimiento” de Rusia por el intento de homicidio de Skrypal y las injerencias en las elecciones americanas, dos casos ante los cuales el gobierno ruso siempre proclamó su inocencia. Pero, también aquí, el efecto podría ser muy limitado. El presidente Trmp estará obligado a aplicar 3 de las 6 medidas propuestas, que van desde aquellas puramente simbólicas (bloqueo de las ayudas financieras internacionales, prohibiciones a los bancos americanos de ofrecer créditos a los rusos, disminución del nivel de relaciones diplomáticas) a aquellas más incisivas, como la prohibición total de exportaciones de materiales fabicados en los EEUU (pero excluyendo los productos agrícolas y alimenticios) y de importación de aquellos rusos, además de la total clausura del espacio aéreo para los rusos. Es difícil que Trump decida aplicar la parte “dura” de las sanciones.

Por lo tanto, el encuentro de julio entre Putin y Trump en Helsinki no sirvió para poner fin a la “guerra de sanciones”, pero sí parece haberla canalizado desde un punto de vista simbólico, vaciándola -progresivamente- de su carga de amenaza real. Por otro lado, según los expertos, el Occidente americano -y sobre todo el europeo- no puede prescindir del gas ruso, o al menos no por los próximos 2 o 3 años, y esto torna imposible la ruptura total de las relaciones.

 

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