16/05/2014, 00.00
IRAK - GRAN BRETAÑA
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El "milagro" del p. ragheed Ganni, ejemplo y guía para la vida de mi hijo

de Ed West*
Un niño apenas nacido que no respira, la oración de corazón a un mártir de la villencia insensata que decimó a los cristianos iraquíes, un grito que significa vida. La vida del p. Ragheed, asesinado en Mosul en el año 2007, por parte de terroristas islámicos, contada por un padre de un nuevo, pequeño Ragheed: el primer inglés con este nombre. Por gentil cesión del autor.

Londres (AsiaNews)- Cuando nuestro hijo nació, no respiraba. Es bastante común para los neonatos, que a menudo necesitan ser estimulados a realizar la primera respiración o manualmente por las enfermeras, o en modo artificial gracias a las maquinarias siempre presentes en las salas de parto (que fue lo que sucedió a nuestro segundo hijo). La primera vez fue distinta: nuestro niño no respondía, cuando la obstétrica lo puso en brazos de mi esposa. Entonces alguien en la habitación tocó el botón de emergencia y, en pocos segundos, una decena de médicos entraron a la habitación. Pero el pequeño continuaba a no responder, entonces sentí a alguien: "tiene un paro cardíaco"

Fue en aquel momento que todo se volvió hiperreal, que es lo que sucede durante los momentos de intenso estrés y pánico. No se logra creer que algo tan terrible esté sucediendo realmente. Fue en ese instante que me arrodillé a los pies de la cama, y por alguna razón recé al p. Ragheed Ganni, un sacerdote iraquí que fue asesinado en Mosul en junio de 2007.

Más tarde. El rquipo médico me dijo que nuestro hijo James había empleado 2 minutos antes de gritar al máximo de sus pulmones, un sonido que trajo tanta alegría y alivio que no logré contener las lágrimas y (cosa poco inglés) abrazar a los médicos. Pueden imaginar cuán largos fueron esos 2 minutos.

Las primeras respiraciones de James y la vida que han representado no fueron el milagro desde ningún punto de vista: sus pulmones estaban llenos de líquido amniótico a causa de la velocidad con la cual nació, y sobrevivió gracias a una técnica médica perfectamente explicable y a la competencia y a la pasión del equipo del Whittington Birth Centre (era la tercera emergencia de ese tipo en esa mañana). Pero yo igualmente agradezco al p. Ragheed y lo mismo pienso que su vida de sacrificio, durante un período de intensa persecución de los cristianos, sea un modo de seguir.

El p. Ragheed es uno de los miles de cristianos iraquíes asesinados durante los progromos iniciados después de la Coalición, en 2003. La persecución culminó el 31 de octubre de 2010, con la masacre de 53 fieles al interior de una iglesia católica en Bagdad. Con las palabras de un obispo caldeo, esto es un "Calvario" que fue ignorado por la mayor parte de los medios occidentales, con la exclusión de la prensa cristiana. Más recientemente, con el aumento de las violencias anti-cristianas en Egipto y en el ámbito de la terrible guerra civil en Siria, la cuestión de la persecución de los cristianos fue discutida en manera más amplia. El argumento fue elevado en el Parlamento y discutido en manera más amplia. El argumento fue elevado en el Parlamento se discutió en manera pública por un ministro (musulmán).

Se trató de una escalofriante y horrible ordalía para una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo, que fue por lo general echada afuera de su madre patria. La población pre-guerra era de 1 millón y se redujo hoy a unas 150 mil personas, en su mayor parte ancianos; más de 60 iglesias fueron bombardeadas. No obstante todo esto, la historia del p. Ragheed es edificante, signada por un sacrificio perfecto y por devoción, perdón y amistad.

El p. Ragheed venía de Mosul, en el norte de Irak, que por siglos fue el corazón del cristianismo siríaco. Una ciudad cosmopolita, compuesta por asirios, árabes, curdos, turcos, hebreos y persas, así como miembros de comunidades más pequeñas como los sabei, los shakebi, los mandeanos y los vezed. Cercana a los pueblos que todavía hablan aramaico, een la Plana de Nínive, Mosul era también la casa de una amplia comunidad de católicos caldeos (también si el número de ellos fue descendiendo en el S. XX a causa de la persecución, discriminación y emigración).

Ragheed nació aquí en 1072, y se licenció en ingeniería en 1993. Tres años después fue a Roma para estudiar teología en el Angelicum, especializándose en teología ecuménica. Hablaba árabe, italiano, francés e inglés. Estaba en el seminario, cuando el 11 de septiembre, los ataques hicieron temblar a Nueva York y como consecuencia se planificó la guerra contra su nación de nacimiento. Estaba alojado en el colegio irlandés y era conocido como el "Paddy iraquí", y habría pasado un tiempo en Loch Derg (condado de Donegal). El p. Don Kettle, ahora sacerdote en Australia occidental, recuerda el tiempo pasado con él en el seminario de S. Malaquías en Belfast durante la estación de las marchas, con enfrentamientos fuera de las ventanas; el p. Ragheed explicaba la persecución de su pueblo, que desde la independencia de Irak en 1932 había sufrido ataques y discriminaciones, antes bajo el rey y después por los baathistas. Pero, nada, habría podido prepararlos a lo que sería después de la caída de Saddam Hussein.

El p. Ragheed estaba devastado por el estallido de la guerra: después de 7 años de lejanía, estaba en ese momento inseguro sobre la situación de ellos y de su seguridad. Decía que tenía que volver a Irak para prestar su servicio sacerdotal, no obstante los riesgos, porque "aquel era el lugar al cual pertenezco, aquel es  i lugar". Pero también escribía con optimismo, sobre la reconstrucción de una "sociedad libre" y decía                                               : "Saddam cayó, hemos elegido un gobierno, ¡hemos votado una Constitución!. Organizaba cursos teológicos para la gente de Mosul, trabajaba con los jóvenes y hacía pastoral para los pobres y los enfermos: entre estos un niño, que habría traído después a Roma para una operación a los ojos.

En enero de 2006 la violencia contra los cristianos iraquíes aumenta de intensidad, y una serie de ataques explosivos contra las iglesias d Bagdad y Mosul. Las milicias, ya sean chiítas o suníes, inician a atacar a la población cristiana para "vengar" la invasión americana: alguno llega a acusar al Papa que ha querido "iniciar la guerra", no obstante los desesperados tentativos de Juan Pablo II para evitarla.

La atmósfera, en la ciudad de Ragheed, inicia a ser terrificante. El 4 de agosto de 2006, cuando 80 niños de su parroquia del Espíritu Santo están recibiendo su Primera Comunión, la batalla estalla en la calle y los niños comienzan a escuchar los balazos de pistolas y cohetes. El buen pastor los usa para ayudarlos. Dice a AsiaNews: "Improvisamente sentimos explosiones y disparos cerca de la parroquia. La cosa no es nueva, la gente se quedó tranquila, pero inició a pensar si y cómo salir para su a casa- Me di cuenta que la inmensa alegría de los 80 niños que recibían la Eucaristía, se estaba transformando en pánico, la ciudad festeja con nosotros les dije para desdramatizar: "No tengan miedo, la ciudad festeja con nosotros, ¿no escuchan los fuegos artificiales?" Luego di instrucciones para salir velozmente de la iglesia, pero con calma".

El mes sucesivo, el discurso de Benedicto en Regenburg es usado como excusa para tacar a los cristianos: un sacerdote de Mosul es decapitado. En octubre, el p. Ragheed escribe a un amigo: "El Ramadán fue un desastre para nosotros en Mosul. Centenares de familias han dejado la ciudad, incluso mi familia y mis tíos. Unas 30 personas han dejado todas sus propiedades y escaparon, porque fueron amenazadas. No es fácil, pero la gracia de Dios nos dará fuerza y sostén. Cada día aquí enfrentamos a la muerte".

Más tarde, los amigos recordarán como estaba siempre cansado y azorado por las necesidades y las exigencias pastorales en medio de tanto terror. Después de un ataque a su parroquia, durante el Domingo de Ramos de 2007, escribe. "Probamos empatía con Cristo, que entra en Jerusalén con la plena conciencia que la causa de Su amor por la humanidad será la cruz. Entonces, mientras los proyectiles destruyen las ventanas de nuestra iglesia, ofrecemos nuestros sufrimientos como signo del amor de cristo". Mientras el 2006 corre rápido y se convierte en 2007, las bombas se multiplican; los raptos en Bagdad y Mosul se hacen más frecuentes; la milicia suní en la ciudad del norte inicia a pretender impuestos de los cristianos, mientras que el agua y la electricidad empiezan a escasear.

En uno de sus últimos e-mail, el p. Ragheed escribe: "Cada día esperamos el ataque decisivo, pero no dejaremos de celebra la misa. Lo haremos también bajo tierra, donde estamos más seguros. En esta decisión estoy apoyado por mis parroquianos. Se trata de guerra, guerra verdadera, pero esperamos poder llevar esta Cruz hasta el final con la ayuda de la Gracia divina".

El 27 de mayo, fiesta de Pentecostés, una bomba explota en su parroquia hiriendo a dos guardias de seguridad. El día sucesivo, en el último e-mail enviada a AsiaNews escribe: "En un Irak sectario y confesional, ¿qué lugar será asignado a los cristianos? No tenemos apoyo, ningún grupo que se bata por nuestra causa, estamos solos en este desastre. Irak está ya dividido y no será jamás el mismo. ¿Cuál será el futuro de nuestra Iglesia?".

Una se,ana después, el domingo 3 de junio de 2007, al final de la misa el p. Ragheed está dejando la iglesia junto a los sub-diáconos Basman Yousef, Gassam Isam Bidawed y Wahid Hanna Isho. Son alcanzados por hombres armados. La mujer de Bidawed está en el coche con ellos, pero es separada de los hombres. Más tarde recordará "Uno de los asesinos gritaba contra Ragheed "te dije que cerraras la iglesia, ¿por qué no lo hiciste? ¿Por qué estás todavía allí? Y él le respondía con simplicidad "¡Cómo puedo cerrar la casa de Dios? Lo tiraron al suelo, y Ragheed tuvo sólo el tiempo de indicarme con la cabeza que me tenía que ir. Abrieron fuego y los han matado a los cuatro".

Los terroristas pusieron explosivos sobre sus cuerpos: se necesitaron horas antes de poder recomponerlos. No obstante la amenaza de violencias, más de 2 mil personas participan a los funerales de los 4 hombres. La misa fue celebrada por el obispo del p. Ragheed, Mar Paulus Rahho, arzobispo de Mosul. Mar Rahho es conocido por haber criticado la incorporación de la sharía en la Constitución iraquí, y en un viaje a Roma que hizo en ese mismo año menciona las amenazas contra él. En marzo de 2008 es asesinado. Los raptores piden en un primer momento 3 millones de dólares para su liberación, pero el obispo explica que su diócesis no los tiene, dado que ha ayudado a muchas familias empobrecidas.  

En octubre de 2008, unas 13 mil personas-más de la mitad de los cristianos que se quedaron en Mosul-escapan después de 13 homicidios en 2 días: entre los asesinados hay un padre con su niño y un inhábil. La mayor parte de las víctimas posee un negocio, y el estrago sugiere que al-Qaeda en Irak quiera destruir el poder económico de la comunidad.

No obstante las violencias contra los cristianos, la vida del p. Ragheed ofrece un gran mensaje de reconciliación y perdón. Adnan Mokrani, profesor de Estudios Islámicos en la Universidad Gregoriana y amigo de Ragheed, escribe el día después de su muerte: "los proyectiles que han traspasado tu cuerpo, puro e inocente, han atravesado también  mi corazón y mi alma. Siempre el recuerdo de ti que sonríes, alegre y lleno de amor por la vida. Para mí Ragheed es la inocencia personificada; una sabia inocencia que lleva en su corazón los dolores de su infeliz pueblo". Como musulmán, el prof. Mokrani reza por el alma de Ragheed y pide: "¿En el nombre de cual dios de la muerte te han matado? ¿En nombre de que paganismo te han crucificado? ¿Sabían realmente lo que estaban haciendo? Hermano, tu sangre no fue versada en vano y el altar de tu iglesia no fue una ficción... Has asumido tu rol con profunda seriedad hasta el final, con una sonrisa que no apagará jamás".

El sufrimiento de los cristianos de Medio Oriente está a un nivel que hace para nosotros confrontarnos con las estadísticas del pasado. Pero esta historia de un hombre que eligió el sendero del sacrificio, me impresionó siempre por su extrema potencia. Nadie quiere morir, y puedo sólo imaginar cuánto había deseado vivir con más facilidad dejando Mosul. Sin embargo, eligió la vía más dura.

Los amigos recuerdan que, con el intesificarse de la guerra, Ragheed parecía siempre más cansado, como si llevase una  cruz. Pero hablando en el Congreso eucarístico italiano, en 2005, dijo: "Alguna vez yo mismo, me siento frágil y lleno de miedo. Cuando con la eucaristía en la mano, digo las palabras "He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo", siento en mí Su fuerza: yo tengo en mis manos la hostia, pero en realidad es Él que tiene a mí y a todos nosotros, que desafía a los terroristas y nos tiene unidos en su amor sin fin". "El suyo, su amor sin fin": recuerdo que estaba leyendo y que esta frase me quedó impresa. Creo sea por esto que en el momento en el cual tuve más miedo, pensé en el p. Ragheed y  le recé"

A casi una semana después del nacimiento, y con un niño sano cuyos gritos son ahora un poco menos escuchados de aquellos emitidos por la primera vez, agarré los documentos y las notas del hospital y fui a la municipalidad de Islington para registrar el nacimiento. Habíamos decidido llamarlo James, como el hermano de mi esposa, y habíamos elegido también otros segundos nombres. Pero, no obstante las protestas de mi mujer, yo quería otro.

Mientras salía le dije: "Sabes que debo hacerlo". Y hoy nuestro hijo lleva el nombre Ragheed en su pasaporte, y quizás sea el primer inglés en tenerlo. Espero que no se enoje y que esto pueda ser para él un ejemplo y una guía en el sendero d su vida.

*Vice director del británico Catholic Herald y autor de "The silence of Our Friends: The Extinction of Christianity in the Middle East", en venta en Amazon. El artículo original se encuentra aquí.

 

 

 

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