04/12/2015, 00.00
JAPON
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El tsunami “me hizo escuchar la voz de Cristo”. “Y he elegido la vida consagrada”

Sawako Ianae era una dirigente de Caritas japonesa, cuando el desastre de 2011 cambió el país y su vida. A los cincuenta años, delante de las devastaciones, siente la llamada del Señor y se une a la Hermanas de la Caridad de Otawa. A AsiaNews cuenta su vida, su elección y dice: “En un país como Japón, donde tantos se sienten solos y sin ayuda, nosotros los católicos debemos llevar a todos el amor y la cercanía de Jesús”.

Sendai (AsiaNews)- El tsunami que azotó a Japón en el año 2011 “trajo a mi vida personal experiencias que se unieron en modo imprescindible con las historias de la Biblia y del Evangelio. Sentí realmente que Jesucristo hablaba conmigo en esos días, en manera directa. Y justamente Su voz fue el motor que determinó el cambio total de mi vida”. Lo dice a AsiaNews , sor Sawako Inae, de 50 años, que decidió pronunciar los votos después de una vida gastada en el mundo de la asistencia internacional, una carrera exitosa en el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas y, al final, un cargo en la Caritas japonesa.

Como dirigente de Caritas Japón, sor Inae (en esa época aún era laica) está entre los primeros en intervenir para llevar ayuda a los sobrevivientes del terrible terremoto que azotó al Sol Naciente el 11 de marzo de 2011. Se desplaza a la diócesis de Sendai, una de las más afectadas por el desastre, y pide poder alojarse junto al local del convento de las Hermanas de la Caridad de Otawa. Éstas se ofrecen a hospedarla por todo el tiempo que sea necesario para realizar su deber.

En los días sucesivos al desastre, que causó una 18.000 víctimas y centenares de miles de evacuados, Inae se dedica a la ayuda a los sobrevivientes: “Trabajé sobre todo con grupos compuestos por víctimas del tsunami, provocado por el terremoto. Para decirlo en pocas palabras, las personas de la misma región y que quizás se conocían antes del drama, vivían reunidas en núcleos de auto-ayuda, sobre todo psicológica. De esta manera, nos alentaban a buscar el modo de volver a comenzar. Fue una experiencia terrible: ver personas que vivían una vida vacía, sin estímulos, transformarse en seres humanos completamente distintos. La voluntad de ayudar a los demás cambió a muchas personas, para mejor”.

Claramente, el inicio no fue fácil: “Cuando los reunimos parecían pensar que no podrían ofrecer nada más al mundo. Pero, gradualmente, aceptando el luto, comenzaron a moverse en una nueva dirección. He testimoniado personalmente el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados, trabajando con personas vaciadas que se convertían en fuente inagotable de apoyo para los demás. También un desastre como ese del 2011, puede convertirse en un milagro de Cristo.

Comprender esta realidad hace madurar la vocación presente en su corazón. “No pasaron ni cinco meses - cuenta a AsiaNews su obispo, Mons. Tarcisio Isao Kikuchi- que recibo una llamada telefónica de mi colaboradora. A decir verdar, quería reprenderla por la tardanza [se ríe] pero no bien empezó a hablar me dijo que quería volverse una religiosa. Quedé boquiabierto, realmente no me lo esperaba. Fue la sorpresa más grande de mi vida". Hoy suor Inae está terminando el segundo año de vida consagrada, que es el último antes de la profesión de los votos definitivos.

En realidad, es su misma vida -cuenta a AsiaNews-  un testimonio del amor de Dios: “Cuando era niña estaba obligada a desplazarme constantemente por el país, a causa del trabajo de mi padre. Me gustaba conocer personas nuevas y nuevos lugares. Por eso, me resultó natural encontrar un trabajo en el cual siempre sucedieran nuevas experiencias. Pero después de un cierto período, empecé a entender que no era fácil, cada vez ser obligada nuevamente a dejar a las personas de las que me había hecho amiga. Y para sufrir menos, aprendí a no vincularme demasiado desde el punto de vista emocional”.

Pero este estado de cosas cambia gracias a la fe, llegada a una joven edad. “encontrar a Jesús y a la iglesia me liberó del miedo a la distancia y al desapego. Ahora sé que tranquilamente puedo abrir nuevos puentes, porque los vínculos serán mantenidos por la eternidad, por el amor de Jesús. Un  amor que me ha trastornó y que me dio raíces. Sé que estoy siempre con Cristo y esto aleja cualquier preocupación”.

En Japón la población católica es muy pequeña, unas 650.000 personas sobre un total de 120 millones. Justamente la actividad de Caritas post-tsunami ayudó a muchos a conocer el verdadero rostro de la iglesia y acercó a muchos jóvenes al catolicismo. Pero este trabajo de evangelización es todavía largo y necesita del compromiso de todos: “Nosotros, los consagrados- cuenta sor Inae- vivimos sin la ansiedad de la vida cotidiana y, sobre todo, sabemos que no estamos jamás solas. Tenemos una finalidad en la vida y una familia perenne. Y ¡este es el sentido de ser católicos! En un país como Japón, donde tantos se sienten solos y sin ayuda, debemos vehicular del mejor modo este mensaje. Cada ser humano fue creado por Dios y tiene una finalidad noble y bella para su existencia. Esta es una verdad que tenemos que gritar desde los techos”.

Pero la verdad es que las palabras no bastan: “Son necesarias las experiencias”. “Es por eso, porque sobre todo en mi país, es importante que la iglesia se acerque a la población y viva como viven los ciudadanos, confiando siempre en el hecho de que es Jesús quien trabaja a través nuestro. En esto, el testimonio del Papa Francisco es impagable”.

La elección del pontífice argentino entusiasmó a sor Inae, que no lo conocía como arzobispo de Buenos Aires,  pero que había sentido hablar de él. “El pontífice me gusta muchísimo”. “Encuentro su mensaje simple de comprender, alentador y muy potente. Su pastoral es excepcional. Lo encuentro siempre del lado de la gente, para la gente. Es un hombre ligado a la tierra, en el sentido más noble del término. Dice las cosas que diría Cristo si estuviese en medio de nosotros. Estamos muy, muy felices de tener a un hombre como él en la conducción de la Iglesia”.

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