En Punjab, un dalit fue atado a un árbol y golpeado por cometer un ‘hurto’. Ahora está desaparecido

El hombre se llama Tikka Masih y tiene 30 años. Desde el 9 de septiembre, la familia no ha tenido más noticias suyas. La mujer, Sunita, ha tratado de presentar la denuncia, pero la policía no quiso tomarle declaración. Los dalit indios son cerca de 200 millones, y aún siguen siendo víctimas de abusos y discriminaciones.

Batala (AsiaNews/Agencias) – Un hombre dalit de 30 años de edad, Tikka Masih, fue atado a un árbol y golpeado por su patrón hasta hacerlo “confesar” el hurto de un ventilador. La golpiza ocurrió el 9 de septiembre en el pueblo de Bhullar, en el Punjab indio, y fue llevada a cabo por el terrateniente Deba Singh, que luego difundió el hecho en las redes sociales. Para poner fin al gesto humillante, la esposa del dalit ofreció pagar, a cambio de la vida de su marido, la suma de dinero necesaria para la reposición del electrodoméstico. Pero Singh se negó a ello, agregando que habría de “dar una buena lección” a Masih. Desde ese momento, el hombre está desaparecido.

Según el terrateniente, el dalit le habría robado el ventilador de una cabaña destinada al forraje de los animales. Sunita Masih, la mujer del hombre desaparecido, intentó defenderlo y fue a presentar la denuncia en la comisaría de Sadar, en la localidad de Batala. Peor los agentes no quisieron tomar la declaración de la denunciante, y tampoco emprendieron ninguna acción a fin de localizar al hombre.

La mujer denuncia que los acusadores ·lo ataron a un árbol para hacerle confesar por la fuerza el delito cometido. “Yo corrí al lugar y les ofrecí 1.300 rupias [17 euros], es decir, el costo del ventilador. A pesar de esto, mi marido fue llevado de allí a la rastra”. Mukhtiar Singh, funcionario de policía local, rechaza las acusaciones y afirma que convocó a las partes a que se presenten en el día de hoy, “para adoptar medidas adecuadas contra el culpable”.

En la India, los dalit, ex “intocables”, son cerca de 200 millones, y todavía hoy siguen siendo víctimas de maltratos. Si bien la Constitución ha abolido todo tipo de discriminación en relación a ellos, y ha establecido una serie de medidas tendientes a su protección, como el acceso a puestos de trabajo y a las escuelas, el prejuicio aún sigue muy arraigado. A los “sin casta” les toca desempeñar tareas humillantes, como la recolección manual de excrementos y la sepultura de las vacas (que en vida son veneradas como animales sagrados, pero que al morir no pueden ser tocadas por las clases altas). La Iglesia católica, en reiteradas oportunidades, se ha expresado a favor de ellos, y es activa en políticas sociales tendientes a mejorar sus condiciones de vida. Es también a raíz de esto que los radicales hindúes suelen criticar a sacerdotes, obispos y misioneros, acusándolos de hacer proselitismo religioso entre los sectores más pobres de la población.