28/02/2018, 14.43
LIBANO - ARABIA SAUDITA
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En Viena, buscan favorecer en el islam una ‘transición tranquila’ rumbo a la globalización

de Fady Noun

Dos días de conferencias organizadas por el Centro Rey Abdallah y con él, Arabia Saudita. El islam atraviesa una crisis espiritual e institucional. Austria se mantiene como un “terreno neutral”, pero se necesita recuperar la “trascendencia”, que ha quedado expulsada de la vida pública europea. Enseñar a la juventud el concepto de ciudadanía y nación.

Beirut (AsiaNews) – Superar la crisis religiosa que atraviesa el islam, poniendo freno a la desviación hacia el fundamentalismo y haciendo que sea del siglo XXI. Este es el tema central en torno al cual giró el debate de un congreso organizado por el Centro Rey Abdallah para el diálogo inter-religioso e intercultural de Viena, a pedido de Arabia Saudita. La iniciativa se llevó a cabo los días 26 y 27 de febrero en el hotel Hilton de Viena, y contó con la participación de numerosas figuras civiles y religiosas. Entre ellas, también estuvo presente el Card. Bechara Raï, patriarca maronita del Líbano, que ha definido como “muy positivos” los esfuerzos del centro y del reino saudita. A continuación, el análisis del corresponsal de AsiaNews.

 

¿Cómo llevar al mundo musulmán –y en particular, a su parte arabo-parlante- al siglo XXI, de la unidad en la diversidad, de la cohesión social, de la ciudadanía, sin que el mismo pierda su alma? Éste es el formidable desafío lanzado por el Centro Rey Abdallah para el Diálogo inter-religioso e intercultural, que busca ser artífice de una transición tranquila del mundo musulmán hacia la globalización.

Más allá de lo que pueda pensarse del islam militante de la revolución iraní, es necesario caer en la cuenta de que ésta representa un despertar de una identidad que resulta complejo abordar y que no puede ser obviado fácilmente. El colapso del Imperio otomano, al finalizar la Primera guerra mundial, con la simultánea desaparición del califato, ha provocado una ola expansiva en el mundo musulmán, lanzando un desafío que, cada uno a su manera, los Hermanos musulmanes fundados en 1928 por Hassan al-Banna y la dinastía saudita construida sobre la doctrina wahabita, han tratado de cosechar a principios del siglo XX, tanto en el plano espiritual como institucional.

La revolución fallida en Egipto, el desmantelamiento del régimen de Mohammad Morsi (2013) y las tinieblas que se abatieron sobre la Llanura de Nínive, en este inicio sangriento del siglo XXI, han mostrado los límites de las alternativas consideradas hasta ese momento. Hoy, se está en un tercer intento de volver a despertar el islam sunita, sin que los musulmanes tengan que precipitarse en las tinieblas de la tiranía por esto. Y la operación -que parece simple a los ojos de algunos- en realidad es más compleja de lo que parece.

El Centro Rey Abdallah de Viena, que concluyó en el día de ayer el evento, se propone dar una respuesta a esta crisis, y de eso se trata exactamente, pero tal respuesta es, en efecto, ambigua.  Ciertamente, lo que es posible en Viena, no lo es en Arabia Saudita, y ha sido una prueba de realismo y de coherencia de parte del rey Abdallah de Arabia Saudita, lanzar la reforma partiendo de un terreno neutral como lo es Austria, y, tal como hizo él, revestirla de una dimensión internacional e inter-religiosa.  

Pero no está dicho que la respuesta desarrollada en Europa a través de los años, con sus logros y sus resistencias, se ajuste a lo que realmente se necesita. Tal solución, en efecto, está algo marcada por la cultura de las cifras y de las estadísticas, del desarrollo sostenible y de la salud reproductiva; una cultura laica, si no laicista, para la cual Dios y la trascendencia no debieran entrometerse en lo que no les compete.

Ahora bien, guste o no, la actual crisis del islam es, también, espiritual. Para Khaled Abdel Chafi (UNDP), que intervino en el simposio, “el 90% de los jóvenes árabes se considera religioso o en parte religioso”. Merete Bilde, asistente de Federica Mogherini, responsable de política exterior de la Unión Europea, ha admitido ingenuamente después de algunos minutos: “La Unión Europea no se ocupa de la religión, pero no puede dejar de constatar el impacto, y debe mirar las cosas con realismo”.

Para combatir la radicalización, para contrastar aquello que, por un parte, siempre fascina a los jóvenes musulmanes, o aquello que los interpela en lo profundo y que a alguna vez los radicaliza, se necesita algo más que una ingeniería social o programas de intervención en las redes sociales. Se requiere aquello que Occidente ha expulsado, de una vez por todas, de su vida pública: la referencia a una trascendencia.  La conclusión que se extrae es que la respuesta a la crisis del mundo islámico que se está desarrollando en Viena, a pesar de ser esencial, resulta de por sí insuficiente y debe ser integrada por una reflexión histórica legítima y reconocida, que le permita al islam liberarse del impasse que bloqueó en el siglo XII la codificación de la interpretación del Corán.  

Los observadores concuerdan en que dicho trabajo, que debe ir de la mano de una modernización de las estructuras de gobierno de los Estados árabes, sólo puede ser llevada a cabo por los musulmanes. En esta misma perspectiva, el jeque Abbas Shuman, número dos de al-Azhar, ha detallado que ha sido el instituto egipcio de al-Azhar el que ha aportado los mayores progresos. En particular en lo referente a promover el concepto de ciudadanía, en el reconocimiento de la legitimidad de la diversidad religiosa, así como en la libertad de credo y de culto, aunque manteniendo siempre reservas sobre la misión cristiana y la conversión de los musulmanes al cristianismo (véase la declaración de al-Azhar del 6 de marzo de 2017 sobre la diversidad y la complementariedad).

Junto a estos importantes pasos, el congreso ha resaltado la importancia fundamental de la educación en la diversidad y en la ciudadanía, una política a largo plazo que comienza a tomar forma en ciertos países, gracias a algunas asociaciones privadas como la Fundación Adyan, o a través de iniciativas oficiales. Por este motivo, el influyente Tawfiq Ben Abdelaziz al-Sadiri, ministro saudita delegado de Asuntos islámicos, se refirió a los esfuerzos tendientes a instilar en el espíritu de los jóvenes sauditas la noción de Estado, sustituyendo la de umma (comunidad de los creyentes).  

Al mismo tiempo, una buena parte de la jornada de ayer estuvo dedicada al arte de utilizar las redes sociales, y gracias a estas herramientas psicológicas y sociales, a hacer que surjan corrientes de solidaridad inesperadas. A este fin, el público escuchó el fascinante testimonio de la heroína saudita de las redes sociales, Kawthar al-Arbash, que aún lleva sobre su rostro el dolor por el hijo muerto al impedir que un lobo solitario de Daesh [acrónimo de Estado islámico en árabe, ndr] se hiciese estallar en una mezquita de Dammam, en mayo de 2015. Junto a otras 29 mujeres, Kawthar al-Arbash fue nombrada miembro de la shura [órgano de consulta, ndr] en 2016, actualmente reformado por un decreto real.

El congreso se concluyó ayer con el lanzamiento de una plataforma de acción para el mundo árabe, inspirada en sus objetivos y programas, si bien no faltaron las correcciones de último momento: algunas figuras religiosas han objetado un detalle del texto, en el cual se preveía que las posibles iniciativas que se emprenderían en el marco de la plataforma serían “auspiciadas” por el centro, en lugar de ser realizadas “en colaboración” con el mismo.

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