15/09/2017, 16.02
MYANMAR
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En la cuestión Rohinyá, ‘comprensión’ por la delicada posición de Aung San Suu Kyi

Comentarios positivos de Rex Tillerson y de personalidades británicas. Las sombras del ejército se ciernen sobre el gobierno de la Señora. Atacar a Aung San Suu Kyi conlleva el riesgo de poner en peligro la transición democrática. Aung Shin, vocero del partido: “Los países extranjeros barajan sus hipótesis basados en hechos que son discutibles”.  

Yangon (AsiaNews/Agencias) – Personalidades de la diplomacia mundial expresan comprensión por la posición en que se encuentra la líder birmana Aung San Suu Kyi, quien lleva adelante el difícil proceso de reconciliación nacional, que ahora se ve amenazado por las tensiones que rigen en el norte del país. En torno a la Señora se ciñe la sociedad civil de Myanmar, la cual se une en un sentimiento nacionalista y rechaza las acusaciones que el gobierno recibe ante la crisis en Rakhine. Aumenta la presión internacional sobre Myanmar, en vista de la emergencia humanitaria en Bangladesh, estrangulado por la afluencia de casi 389.000 Rohinyás que huyen de las operaciones militares de las fuerzas de seguridad birmanas.

Frente a la magnitud del éxodo Rohinyá, la ONU no vacila en hablar de una “limpieza étnica” y plantea la hipótesis del “peor escenario”. Ayer, el Consejo de seguridad ha invitado a Myanmar a adoptar medidas “inmediatas” para detener la “violencia excesiva” en el Estado de Rakhine.

“Seriamente preocupado”, el Parlamento europeo hoy adopta una resolución en la cual se solicita al ejército que “interrumpa inmediatamente” sus abusos, en tanto los relatos de las personas que huyen refieren masacres, incendios, torturas y violaciones en grupo. La asamblea incluso amenaza con retirar el premio por los derechos humanos, que fuera conferido a la líder birmana Aung San Suu Kyi.

Aunque condenando las “persecuciones” contra los Rohinyás, Rex Tillerson, secretario de Estado de los EEUU, se muestra más comprensivo. Él afirma que entiende “la compleja situación en que se encuentra” el Nobel de la Paz, llamada a desempeñar el papel de mediadora entre el poderoso ejército birmano, que aún controla gran parte de aparato de gobierno además de todas las cuestiones vinculadas a la seguridad. En el cargo desde abril de 2016, tras celebrarse las primeras elecciones libres en decenios de dictadura militar, Aung San Suu Kyi ha prometido romper su silencio el próximo 19 de septiembre, cuando dará un discurso que será transmitido en la televisión.

A pesar de que las Naciones Unidas se refieren a la represión del ejército sobre los Rohinyás definiéndola como una “limpieza étnica”, algunos diplomáticos occidentales –provenientes de países que compiten con China por la influencia en la nación- afirman que abandonar a la Señora y restablecer las sanciones podría comprometer la transición democrática de Myanmar. 

Sir John Jenkins, director corresponsal del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (LISS) y embajador del Reino Unido en Arabia Saudita hasta el 2015, declara: “Si queremos mejorar la situación, debemos entender antes de condenar. En primer lugar, el sufrimiento en Myanmar no es [patrimonio] exclusivo de los Rohinyás. Desde 1958 en adelante, un sistema de reglas rígidamente militarizado, oprimió a todos los grupos étnicos de manera indiscriminada: Burma, Shan, Mon, Karen, Kachin, Chin, Palaung, Kokang, budistas y musulmanes de Rakhine. Nadie quedó a salvo. Arruinó la economía, destruyó la sociedad civil y enfrentó, unos contra otros, a las muchas comunidades que componen Myanmar”.

 “Por eso -prosigue- me río cuando la gente critica a Aung Suu San Kyi por no accionar de manera  inmediata para afrontar la opresión de los musulmanes de Rakhine. Reparar el tejido de sociedad birmana herida es una tarea generacional. Sin embargo, todos están listos para criticarla a ella y a su gobierno. El triunfo electoral de 2015 es frágil. La Constitución de 2008 confiere a los militares tres ministerios de seguridad que son clave, un veto permanente de bloqueo en el Parlamento y la libertad para desarrollar tareas de vigilancia sobre la población civil. Esta también impidió a Aung San Suu Kyi convertirse en presidente. Y esta es la clave de la situación actual”.

Hay analistas que sospechan que las tensiones étnicas en el norte del país son alimentadas por las fuerzas armadas. Proponiéndose como guardián de la nación y del budismo, el ejército trata de reafirmar de vez en vez el propio poder y minar el proceso de democratización del país emprendido por la Señora.

 “Nosotros no amamos a los militares, pero en esto estamos juntos -afirma Nyan Win, figura notoria de la Liga Nacional por la Democracia (NLD) de Aung San Suu Kyi- Nuestra soberanía no puede ser violada y por esto estamos unidos. Los Rohinyás son inmigrantes clandestinos, esto es claro. Pero la comunidad internacional jamás menciona esto”.

Aung Shin, vocero de la NDL, reafirma que sólo los ciudadanos de Myanmar comprenden la situación que rige en Rakhine, siendo que “los países extranjeros han construido sus propias hipótesis al respecto,  basadas en hechos que son discutibles”. Son muchos en Myanmar los que temen que los musulmanes Rohinyás representen una amenaza para los grupos étnicos del Estado de Rakhine. Desde que los militantes del Arakan Rohingya Salvation Army (ARSA) dieron inicio a la hostilidades el pasado 25 de agosto, 6 no-musulmanes fueron asesinados y casi 30.000 fueron evacuados de la región.

 

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