15/09/2015, 00.00
CHINA
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En la guerra entre China y Japón “la victoria fue de EEUU" y no del Kuomintang o de los comunistas.

de Wei Jingsheng
El reconocido disidente Wei Jingsheng, autor de “El Muro de la Democracia”, participa de la polémica que está dividiendo a Beijing, Tokio y Taipei. Los comunistas no dieron todo de sí en ese enfrentamiento, preparándose para la guerra civil contra los nacionalistas, y tampoco el Kuomintang, que cometió muchos errores a causa de su egoísmo. Sin Washington ni Londres, todo habría sido en vano. Los errores del pasado vuelven, pero incrementados, bajo el dominio de Xi Jinping: “Tiene demasiado poder, y esto lo está encegueciendo”.

Washington (AsiaNews) – Un viejo proverbio chino incita al pueblo a evitar la controversia. Y, sin embargo, existen grandes controversias que no podemos evitar. Hace pocos días se llevaron a cabo las conmemoraciones por el 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial (guerra de resistencia contra la invasión japonesa). La discusión se caldeó, centrándose en el debate sobre cuáles fueron las fuerzas fundamentales que lograron resistir a la penetración nipona en aquella época. Este debate ha provocado palabras excesivas, que han llevado a irse de los carriles y perder el control. Una conmemoración de la paz se transformó en odio. Este resultado puede ser definido como “dos extremos que han llevado a ambos a sus opuestos”.

En el gran desfile militar de Xi Jinping en Beijing estaban presentes el llamado “Regimiento del pueblo del viejo Liu” y “el team de los cinco héroes de Langya”. La presencia de estos grupos dieron la impresión a la población de que fueron sólo los miembros del Partido Comunista quienes combatieron contra el enemigo japonés. Esta impresión es errada, y de hecho refleja lo que el Kuomintang dijo en su momento: “El Partido comunista se escondió tras las filas enemigas, no para resistir a la invasión japonesa,  sino para acrecentar su propio poder ”.

Al otro lado del estrecho de Taiwan,  quien habló a favor del Kuomintang tampoco ha sido muy honesto. Dicen que el Partido Comunista ni siquiera intentó combatir,  pensando sólo en fortalecerse,  esperando la ocasión -que luego llegó- para dar caza al ejército nacionalista de Taiwan. ¿Es cierto que los campesinos reclutados por los comunistas “nacieron para combatir”? ¿Fue realmente así de fácil -como de pequeños solíamos leer en los libros-empujar a los nacionalistas hacia Taiwan?

Hace algún tiempo surgió un nuevo elemento de debate. Éste hace callar a ambas partes en la causa, porque sostiene que la verdadera fuerza que estuvo al acecho de Japón no fueron ni los comunistas ni el Kuomintang. La verdadera fuerza estuvo representada por los norteamericanos. Ellos fueron quienes resistieron a la invasión y quienes tienen todo el mérito en esta acción. Esta parece una frase propia de Hollywood. Es obvio que cada cual se regodea en celebrarse a sí mismo. Pero Hollywood jamás hubiera dicho que sus aliados eran malvados o inútiles, o que todo el mérito era sólo para los norteamericanos.

He aquí la diferencia, que nosotros los chinos no somos mejores que otros pueblos. En realidad, cae de maduro que la verdadera fuerza que actuó contra los japoneses fue la norteamericana. No solamente lograron aplastar a la mayor parte del ejército japonés, sino que además brindaron ayuda a China y a la Unión Soviética para permitirles seguir adelante. Todavía hoy, algunos alemanes se lamentan del ataque japonés a Pearl Harbour, que provocó el ingreso de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. Sostienen que los japoneses tenían mejores soldados pero peores comandantes, cosa que no ha mejorado mucho a lo largo del tiempo.

Una reconstrucción, que jamás fue probada, sostiene que el presidente Roosevelt sabía -con tres días de antelación- sobre el ataque a Pearl Harbour: él habría dejado la información en suspenso, permitiendo el éxito de las redadas y la furia de los norteamericanos, quienes fueron convencidos de que había que entrar en la guerra. Si esta reconstrucción fuese cierta, entonces el presidente Roosevelt merecería un reconocimiento por la acción más exitosa en la historia del mundo [contemporáneo].

La conspiración de Stalin es otra confirmación de la grandeza de Roosevelt. Desde el comienzo de la resistencia china durante la Guerra con Japón, en 1932, Josef Stalin había instigado a sus agentes en China para provocar el ataque japonés en el sur -hacia China- evitando optar por el norte, por su cercanía a la Unión Soviética. La excusa era que había que defender a los soviéticos y evitar un ataque conjunto de los japoneses y alemanes en ambas márgenes de la URRSS. Esta provocación muestra verdaderamente la peor faceta del Partido Comunista Chino, pero el Kuomintang ha caído hoy tan bajo que ni siquiera se atreve a desempolvar esta historia.

Afortunadamente, los planes de Stalin y Roosevelt fueron exitosos y han hecho de este mundo un lugar mejor. Imaginemos qué habría sucedido si hubieran fallado, y los japoneses no hubieran sido tan estúpidos. Atacando verdaderamente a la Unión Soviética y poniéndose de acuerdo con Alemania, habrían impedido a Stalin mobilizar millones de soldados en Siberia. Por lo tanto, la batalla de Stalingrado, que fue un punto de bisagra en la Segunda Guerra Mundial, no habría sido ganada, y los campos de Europa habrían caído. Sin la victoria en el Pacífico, habríamos ciertamente perdido a China.

No debemos negar a Stalin un justo reconocimiento debido a sus tremendas acciones, como tampoco debemos restar grandeza a Roosevelt debido a la muerte de tantos inocentes en Pearl Harbour. Según la costumbre del pueblo chino, nosotros hemos creado héroes como éstos desde los tiempos de Liangshanpo [leyenda de la época Song que habla de un grupo de personas al margen de la ley que se unen para voltear a un gobierno corrupto - ndt]. Por lo tanto,  Roosevelt debería ser el primero,  con Stalin en un segundo puesto,  por su desempeño en la Segunda Guerra Mundial. Incluso si lo que hicieron no pudiera ser hecho público, tendrían igualmente méritos extraordinarios.

En tercer y cuarto lugar (o en un tecer lugar compartido por mérito) deberían estar Churchill y Chiag Kai-shek. Ambos resistieron circunstancias verdaderamente difíciles,  sin rendirse, y esto finalmente llevó a la derrota de Alemania y Japón. Ambos tienen grandes méritos,  porque sin su resistencia los Estados Unidos y la Unión Soviética no habrían podido someter a Alemania y a Japón. Detrás de estos líderes deberían estar Charles de Gaulle -quien condujo los movimientos de guerrilla franceses- y Mao Zedong, quien guió a un ejército tras los japoneses. Claramente podríamos incluir a los 108 generales de Liangshanpo, pero en este momento resultan verdaderamnete irrelevantes.

Para sintetizar, deberíamos ser justos cuando valoramos los roles desempeñados por quienes han cambiado el mundo. No debemos restarles reconocimiento a causa de sus errores, y tampoco debemos cubrir sus errores o crímenes a causa de sus méritos. No debemos dejar de tener en cuenta que la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto ciertamente enorme, y que incluso en tiempos de paz, en la política internacional existen conspiraciones secretas y estrategias públicas.

Cuando conmemoramos a los mártires y aprendemos las lecciones de la Historia, no debemos procurar dejar al desnudo las debilidades de los otros. El Kuomintang acusa a los comunistas de haber ocupado sus energías en la guerra civil, que estallaría poco después, pero, ¿qué decir de Chiang que se negó a tomar Okinawa bajo el pretexto de rearmar las tropas? ¿No es acaso culpable de la misma manera? Sin Mao Zedong no existiría la cuestión de Mongolia, de la misma manera que sin Chiang no existiría el problema de las islas Diaoyu. No hay gran diferencia entre ocho onzas y media libra. Una persona calva no debería lamentarse de que otro tenga pocos cabellos.

Debemos aprender de las naciones europeas y de los Estados Unidos. Es justo invitar a los veteranos y a sus familias cuando conmemoramos a los mártires y hacemos razonamientos sobre la Historia. Flores,  desfiles, discursos y discusiones académicas tienen efectos a largo plazo que son mucho mejores que los de quien se pavonea. Este modo de actuar no sólo revisa y refuerza la solidaridad entre los aliados,  sino que puede disolver el odio entre viejos enemigos. Éste es el camino hacia la fraternidad universal,  que suele ser llamada "paz mundial".

La misma situación se aplica al estrecho de Taiwan. Si los veteranos y los familiares de ambas partes fueran invitados a los desfiles,  conferencias,  revisiones históricas y otras actividades útiles de esta índole,  esto seguramente ayudaría a lograr una paz en el estrecho y se promovería un sensación de cercanía. Lo cual es mucho más útil que litigar por los méritos. De hecho,  cuando la industria del entretenimiento estaba produciendo los programas de la serie “Resistiendo a la invasión japonesa”, hubo un acercamiento entre ambas partes. La justicia está en el corazón de las personas.

En lugar de aprovechar la oportunidad para mostrar una gratitud, Xi gastó millones en un espectáculo de pavos. ¿Esto significa que la lección no ha sido aprendida y que se está preparando para la guerra? ¿O que está intentando asustar al pueblo chino en un intento de repetr la masacre de Tiananmen? Realmente ha perdido la cabeza, y por lo tanto debemos hablar con claridad y comenzar entrar en discusiones que antes no nos competían.

A veces los proverbios chinos pueden equivocarse, como aquél que dice  “No es asunto del perro atrapar al topo”. Y, justamente, éste debiera ser el trabajo del perro. Pues China no es una propiedad privada de Xi Jinping, sino que pertenece a cada persona china. Si las lecciones de la Historia no han sido aprendidas, sino que todo marcha según cómo le place, Xi Jinping no se arrastrará sólo a sí mismo al abismo, sino que arrastrará consigo a todos los demás, incluso a los extranjeros.

Yo creo que Xi Jinping se ha sumergido en un poder que ya es demasiado grande, y en el cual se está perdiendo a sí mismo. La gente que lo rodea debiera ayudarlo a tener la mente lúcida, si no quiere terminar muerta sin funeral. 

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