01/08/2020, 11.14
LIBANO
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Enésimo suicidio en Líbano, que está en una lenta agonía

de Pierre Balanian

Ayer por la noche se suicidó Vatchè Ohanian, de 53 años, taxista. Su trabajo fue destruido por el Covid-19. En julio se cuentan una decena de suicidios.La crisis económica aumentó después de las manifestaciones de octubre pasado contra la corrupción del gobierno. Desocupación, inflación (un dólar estadounidense vale hoy 8 mil liras libaneses), embargo- a Siria e Irán- que afecta también al Líbano. Quién paga todo es la población.

 

Beirut (AsiaNews) - El mes de julio quedará en la historia libanesa moderna como el mes de los suicidios por pobreza y desesperación. Después de los 4 casos sucedidos en 2 días consecutivos en la primera semana del mes pasado, ayer por la noche a las 9,30, Vatchè Ohanian, de 53 años, fue encontrado por su madre colgado con una cuerda en el living de su departamento, situado en el barrio de Bourj Hammoud, uno de los barrios más pobres de la periferia norte cristiana de Beirut. Era taxista de profesión, se encontraba en una situación desesperada sobre todo por la disminución del trabajo a causa de las medidas anti Covid-19 adoptadas por el país. También 3 semanas atrás, siempre en Bourj Hammoud, sucedió otro intento de suicidio: una persona se tiró del puente sobre el río de Beirut, fue salvado por la Protección civil.

El Líbano agoniza en silencio, en un país donde la población se avergüenza de ser pobre y que por dignidad y orgullo prefiere mostrar bienestar, con tal de evitar habladurías y juicios de fracaso por parte de la gente.

El número de los suicidios arriesga de aumentar con la rápida caída del país de los Cedros en una de las peores crisis económicas jamás vista. Decenas de miles de personas perdieron su trabajos en el curso de los últimos meses. Todo tuvo inicio por las primeras manifestaciones populares del 17 de octubre del año pasado, cuando los libaneses, llegados al límite de la soportación, salieron a las calles y a las plazas, unidos contra la corrupción de los políticos que por más de 3 decenios literalmente han desvalijado al entero país y dividido entre ellos las deudas externas acumuladas entre ellos, haciendo del Líbano el tercer país en el mundo más endeudado. Además, el país presenta las peores infraestructuras, peores servicios, carencia total de asistencia pública en salud, escuelas y jubilaciones. 

De ahí en más el dólar estadounidense, estable desde hace años en el precio de 1.500 liras libaneses, en modo inarrestable, inició a subir en relación con la lira, llegando ahora al límite de las 8.000 liras por cada dólar. Pero aún en esta tarifa los dólares no se encuentran en el mercado negro.

En un país que importa todo y no produce casi nada, donde el Premier Hariri decidió transformarlo en un país para el turismo, a costa de la pequeña industria y de la agricultura, los precios establecidos en base al dólar produjeron un aumento insostenible de los precios en el consumo. mientras tanto los sueldos- para los desafortunados que no terminaron desocupados- continúan siendo pagados en liras libanesas, ya del todo devaluadas, que el Banco central imprime y coloca en el mercado como un papel de desecho. A esto hay que agregar el tráfico de dólares por parte de los mafiosos libaneses hacia Siria e Irán que tienen una necesidad extrema del billete verde después de los embargos impuestos por los EEUU contra estos dos países.

“No soy un no creyente, pero el hambre sí que los es”: la palabras de una canción de Ziad Rahbani, resuenan el los oídos de todos desde cuando Ali Al Haq la escribió a inicios de julio dejando estas palabras junto a una copia de sus antecedentes penales, antes de suicidarse en la calle muy transitada de Hamra, los Champs Elysée de la Beirut de la Belle Époque, antes de la guerra civil de 1975.

Después de las manifestaciones llegó el Covid-19 con la clausura de casi todas las actividades. Y ahora el país sufre las consecuencias indirectas del bloqueo contra Siria y de cualquiera colabore con su gobierno, en base al Caesar Act.

El Líbano, una vez considerado como el faro de Oriente Medio, está sumergido en una oscuridad total. Falta la corriente eléctrica, que es distribuida no más de 3 horas por día y también los generadores de cada barrio, que venden la corriente eléctrica privada no están más en grado de garantizar el servicio de suplencia. ¿El motivo? En el país escasea el diesel que, como el dólar que ya no se encuentra porque también éste es transportado a Siria a través de pasos clandestinos de contrabando, situados en el norte del país.

El Líbano agoniza, y todos saben que lo peor aún debe llegar. Vuelven a la mente los viejos fantasmas de una historia reciente jamás olvidada: el hambre que el Líbano conoció durante la Primera Guerra Mundial, cuando en la plena caída del imperio los otomanos impusieron el hambre que causó la muerte de tres cuartos de la población. El Líbano está bajo sanciones del occidente y de los ricos países árabes por culpa de los Hezbolá y de la política del gobierno libanés, por un apoyo disfrazado y siempre negado, al régimen sirio. Quien paga el precio más alto es la gente simple, siempre más pobre, siempre más hambrienta y desesperada, siempre más abandonada a sí misma.

 

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