13/03/2018, 15.39
CHINA - VATICANO
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Hay tres obispos en la Asamblea que convirtió a Xi Jinping en presidente vitalicio

de Wang Zhicheng

A pesar de no conocer sus intenciones de voto, el hecho de que aparezcan tres obispos-delegados ya ha contribuido a hacer historia, dando pie al mayor cambio constitucional en 36 años. Los tres obispos son: Joseph Huang Bingzhang de Shantou, excomulgado; Guo Jincai, de Chengde, ordenado ilegítimamente; y Fang Jianping, ordenado ilícitamente y que, tras haber recibido el perdón, participó en tres ordenaciones episcopales ilícitas como consagrante o como con-celebrante.

Beijing (AsiaNews) – Hubo tres obispos católicos entre los delegados del 13ro Congreso Nacional del Pueblo (NPC) que el 11 de marzo pasado adoptó la histórica decisión de acoger las 21 enmiendas a la Constitución china, incluyendo aquella que permite una duración ilimitada para el cargo de presidente de Estado, y la de agregar en el Preámbulo el denominado “Pensamiento de Xi Jinping”.

El cambio más significativo en la historia de la Constitución china es aquél de la quinta enmienda: el  "sanweiyiti", (tres cargos en una sola persona) que consiste en unificar los tres roles principales: Secretario general del Partido, Presidente de Estado y Presidente de la Comisión militar central, sin fijar límites de tiempo en ningún caso.

Antes de dicha modificación, para el cargo de Presidente de Estado se fijaba un límite máximo de dos mandatos de 5 años. El Global Times resaltó que cambiar la Constitución no significa necesariamente “que el presidente chino vaya a tener un mandato permanente”. Sin embargo, la noticia ha dado lugar a grades polémicas dentro y fuera de China, ya desde fines de febrero. Los que se oponen a un término indefinido se han mofado de Xi refiriéndose a él como “por siempre emperador Xi”. La etiqueta también fue utilizada como hashtag en la página de Facebook de un programa televisivo de la estación RTHK de Hong Kong, y fue retirada recientemente.

Si bien se desconocen sus intenciones de voto, la aparición de tres obispos-delegados, de hecho, ha contribuido a inscribir en la historia el cambio constitucional más importante de los últimos 36 años.

Uno de los tres es el obispo de Shantou, Joseph Huang Bingzhang, que fue excomulgado  públicamente por la Santa Sede en el año 2011. Se trata del obispo nombrado por el gobierno y por el cual -en octubre y diciembre pasados- la Santa Sede solicitó al obispo ordinario de la diócesis, Zhuang Jianjian, que presentase su renuncia.

El segundo obispo es Guo Jincai de Chengde, que fue ordenado ilegítimamente, sin el mandato papal, en el 2010. En ese entonces, cuando se anunció su ordenación episcopal, el Vaticano afirmó que no había una diócesis de Chengde en la jerarquía católica, y que por ende, no podían reconocerlo como obispo. Guo, secretario general del Consejo episcopal -controlado por el gobierno- aún espera que la Santa Sede lo reconozca junto a la diócesis de Chengde.

El tercero en cuestión es el obispo Fang Jianping, que fue ordenado ilícitamente en el año 2000 y luego fue perdonado por la Santa Sede. Muchos católicos chinos han criticado un perdón que llegó demasiado pronto, visto que Fang no ha mostrado ningún remordimiento y tras haber recibido el perdón, ha participado en tres ordenaciones episcopales ilícitas como consagrante o como con-celebrante.  

Hace dos días, cuando hablaba con los periodistas al margen de la asamblea, ante la pregunta de si los católicos chinos necesitan apoyar a Xi Jinping, la respuesta del obispo Fang fue “naturalmente que sí”, subrayando que “siendo ciudadanos de una país, la ciudadanía debiera estar antes de una religión y de un credo”. Cuando le preguntaron qué era más importante, si Dios o el Partido comunista, Mons. Fang, el vicepresidente de la conferencia episcopal, el 9 de marzo declaró que “lo que es de Dios pertenece a Dios, y lo del país, al país”.

El acuerdo entre China y el Vaticano constituye el centro de las preocupaciones de muchos medios de Hong Kong y Taiwán durante los encuentros anuales de la NPC o de la Conferencia consultiva política del pueblo chino. Incluso cuando a Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores, le preguntaron el 8 de marzo pasado acerca del inminente acuerdo, que según se informó, sería firmado a fin de mes, su respuesta fue que “China y el Vaticano están llevando adelante un diálogo constructivo”.

El 4 de marzo, Wang Zuoan, director de la Administración estatal para Asuntos religiosos, incluso respondió a la radio comercial de Hong Kong que “China siempre ha sido sincera cuando se trata de mejorar las relaciones entre China y el Vaticano, y ha hecho grandes esfuerzos en ese sentido”. Wang Zuoan no ha revelado detalles del acuerdo sobre el nombramiento de obispos, pero ha subrayado que tienen la misma expectativa en lo que atañe a obispos y al personal religioso de otras religiones: esperan que se unan el patriotismo y el amor por su religión, no sólo para un floreciente desarrollo de la nación, sino también para dar una contribución positiva a la armonía social.  

El acuerdo ha generado ansiedad, decepción y rabia entre algunos católicos, tanto en la comunidad de la Iglesia oficial como en la subterránea, porque consideran que la Santa Sede ha hecho demasiadas concesiones.

También ha generado descontento el silencio mantenido por el Vaticano ante los reiterados episodios de demolición de cruces. El último sucedió en una iglesia católica de la diócesis de Shangqiu, en la provincia central de Henan, el 9 de marzo pasado, y sin mediar preaviso alguno. A los operarios les llevó cinco horas remover cuatro cruces del complejo de la iglesia. En la iglesia católica de Yining, en el Xinjiang noroccidental, también fue removida la cruz, el 2 de marzo pasado.  

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