04/01/2018, 15.41
JAPON
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Japón siempre más viejo necesita emigrantes. Las comunidades filipinas y nepaleses

En Japón viven 250 mil filipinos y 74 mil nepaleses. La esperanza de establecerse y construir una vida en el país del Sol Naciente. Siempre más filipinas trabajan como acompañantes de personas. Pero las reglas restrictivas sobre el trabajo de los jóvenes crecidos en Japón provoca el abandono de las es cuelas, delincuencia y pobreza.

Tokio (AsiaNews/JT)- Si bien demuestran un rostro hostil a la inmigración, Japón es la casa de numerosos trabajadores emigrantes, ocupados desde hace años en crearse una vida en el país del Sol Naciente: domésticos, acompañadores de personas, cocineros y también esposos de ciudadanos japoneses. Entre las comunidades más presentes están las filipinas y nepaleses, así lo reporta el Japan Times.

Según el dato de 2017, 251.934 filipinos viven en Japón y son la tercera comunidad extranjera en el país, después de aquella china y surcoreana, sobre una población total de 127 millones de habitantes. La comunidad filipina está compuesta por un número predominante de mujeres (71% contra los 28,1%) y mitad del total tiene un permiso de residencia permanente: un dato mucho más alto de la media de los extranjeros en total, que es del 29,9%.

Según Marian Jocely Tirol-Ignacio, ministro y cónsul general de la embajada filipina en Tokio, las mujeres filipinas entre los 30 y los 50 años son por lo general permanentes. Algunas de ellas llegaron en los años ’80 con una visa de “entretenimiento”, como bailarinas y cantantes, mientras la economía japonesa estaba en crecimiento y luego se quedaron después de haberse casado con ciudadanos japoneses. Muchas, en la comunidad filipina, viven situaciones difíciles ligadas a su matrimonio con hombres japoneses, por las visas y la ciudadanía para sus hijos.

Los datos demuestran que la comunidad ha construido la propia vida en 47 prefecturas japonesas, a menudo alrededor de una iglesia.

Son diversas las ocupaciones que recubren. Los hombres son por lo general ingenieros, profesionales en tecnología de las informaciones y constructores ediles; las mujeres trabajan en fábricas de productos alimenticios o como domésticas, asistentes, docentes de idiomas y acompañantes de personas. “Con el envejecimiento de la población y los nacimientos en disminución, Japón no tiene otra elección que la recibir a los extranjeros”, subraya María Carmelita Kasuya, investigadora asociada a la Universidad de Tokio y directora del Gathering for Filipino Groups and Communities, asociación que conduce actividad como conciertos de beneficencia con un curso de filipinos que viven en Japón.

La comunidad nepalesa en el país del Sol Naciente es en números totales inferior a la filipina: 74.300 personas. Sin embargo, el dato es impresionante si se compara a aquel de 2012:24.071. El crecimiento exponencial fue alentado por la llegada de estudiantes y chef que abrieron restaurantes. “El aumento de los migrantes nepaleses en Japón es un fenómeno relativamente reciente, por esto no son reconocidos como residentes de larga duración”, afirma Masako Tanaka, profesora en la Universidad Sofhia y experta sobre la comunidad nepalesa en Japón. Para ella, “diversas familias emigran aquí con la intención de establecerse, contemplando también la posibilidad que sus hijos reciban una instrucción japonesa”.

Con el sistema actual, los estudiantes con visas subordinadas a la de los padres no pueden trabajar la jornada completa después del diploma y por esto corren el riesgo de pobreza y marginalidad. Ellos pueden al máximo trabajar al máximo 28 horas por semana, una condición que lleva a un número relevante de estudiantes secundarios extranjeros-en particular aquellos que provienen de Nepal, China y Filipinas- a renunciar a una carrera post-escolar. Para pasar a un permiso a tiempo pleno, ellos necesitan obtener un grado de instrucción universitaria, pero no pueden acceder a préstamos promovidos por el Estado para los estudios. Esta situación es el origen de tantos abandonos escolásticos y como consecuencia el riesgo de caer en la pobreza y la delincuencia.  

 

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