04/06/2019, 13.19
CHINA
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La China de hoy es ‘fruto’ de la sangre de Tiananmen

de Bernardo Cervellera

En la noche del 3 al 4 de junio, hace 30 años, los militares dispararon sobre una multitud de jóvenes indefensos. Después de esa masacre, el recuerdo de las manos ensangrentadas del ejército trató de borrarse mediante el impulso de reformas económicas que difundieran un bienestar. Otra herencia es el renacimiento religioso, tras más de 70 años de comunismo y ateísmo militante.

Roma (AsiaNews) – Tiene razón el Gral. Wei Fenghe, el ministro chino de Defensa, cuando dice que “gracias” a la masacre de Tiananmen, “los últimos 30 años han demostrado que China ha sufrido importante cambios” y que gracias a aquella sangrienta acción del gobierno “el país ha gozado de estabilidad y desarrollo”.

En efecto, la China de hoy es la herencia de cuanto sucedió en Tiananmen, aquella noche entre el 3 y el 4 de junio, cuando los tanques de guerra y el Ejército Popular de Liberación atropellaron entre 300 y 2.000 jóvenes, hallados culpables de reclamar a sus jefes alguna reforma política que tendiera hacia la democracia y a una menor corrupción. Por casi 40 días, habían ocupado la plaza más grande del mundo, junto a operarios llegados de distintas ciudades, llegando a sumar más de un millón de personas.

Muchos de ellos juraron que estaban dispuestos a morir por su patria. Y este deseo suyo fue contentado del modo más siniestro: asesinados por su mismo ejército; condenados a muerte por aquellos que se hacían pasar por los salvadores de China.

El suceso económico de la China de hoy es fruto de Tiananmen. Para esconder las manos chorreando sangre y la caída en picada de la estima del pueblo, pocos meses después, las autoridades del Partido, bajo el mando de Deng Xiaoping, decidieron poner en marcha reformas económicas que pudieran garantizar un bienestar general: solo a través de la difusión de un bienestar y de la riqueza se podría recuperar el respeto de la población, al menos en un sentido pragmático. Dicha riqueza ha sido el opio que ha servido para olvidar la masacre.  

Otra herencia oculta de Tiananmen es la corrupción. Los pobres estudiantes y operarios elevaron su reclamo por salarios justos, comedores universitarios dignos y pidiendo que los estudios en el exterior no estuviesen limitados a los hijos de papás del Partido. Al aniquilar sus reclamos -que implicaban reformas políticas- China se ha auto-condenado a una corrupción sinfin. Primero Jiang Zemin, luego Hu Jintao y ahora Ji Xinping continúan clamando a gritos por la honestidad, la sobriedad, llaman a evitar los sobornos… El mismo Xi ha hecho arrestar por corrupción a los “tigres” y “moscas”, importantes generales y líderes regionales del Partido, junto a cuadros comunes. Pero no pasa un día sin que se asista a un escándalo, ya sean balances falsificados, coimas de miembros del gobierno, manipulaciones y fraudes industriales, médicos y alimentarios. Tal como subrayó Liu Xiaobo, uno de los héroes de Tiananmen a quien el gobierno dejó morir en prisión: sin elecciones democráticas no hay manera de escapar de la corrupción.

Tiananmen ha hecho que se desplome la estima por el Partido Comunista chino. Inmediatamente después de la masacre, cerca del 80% de los adherentes se alejaron de él. El fin del mito prometeico del partido ha puesto en movimiento en las almas de muchos chinos la búsqueda de nuevos valores, más profundos, más verdaderos, más eternos. El renacimiento religioso que se constata en el país – después de más de 70 años de comunismo y ateísmo militante- es otro importante legado de Tiananmen. Los chinos han tenido que buscar en las religiones, incluido el cristianismo, el sentido de sus lágrimas y de la sangre derramada. El lento ahogamiento que el Partido opera sobre las religiones oficiales y la persecución hacia las comunidades no oficiales, la violencia que se blande contra los musulmanes de Xinjiang, son el signo de una lucha que el Partido ha declarado contra todo aquello que pudiera hacer sombra a su poder absoluto.  Pero es una guerra imposible de ganar: en lugar de un sentido, el Partido ofrece, como mucho, seguridad económica (para la clase media) y algo de bienestar material. Pero esto no colma la búsqueda que anida en el corazón de millones. La actual lucha del Partido contra las religiones y contra el cristianismo en particular, es una lucha por la supervivencia: según algunos expertos (como Yang Fenggang), en el 2050, China será el país con mayor número de cristianos en el mundo.

Por último, cabe decir que en estos 30 años de lucha economicista y material, el Partido ha tenido como aliado al resto de la comunidad internacional que, aterrada por las crisis económicas mundiales, ha tratado de atarse al carro chino, aceptando la visión del bienestar material, comerciando con China, pero sin plantear ningún reclamo respecto al sentido, los derechos humanos o la libertad religiosa. De este modo, mientras aplaudía la “grandeza” del país, convirtió al pueblo chino en esclavo, que por mucho tiempo devino la mano de obra a bajo costo para la industria del mundo. Y también ahora, mientras se alaban las “Nuevas Rutas de la Seda”, se procura explotar a China como si fuera una vaca lechera, para hacerse de capitales. Y esta, también, es una herencia de Tiananmen: ahora, como entonces, el pueblo es usado como carne de cañón.

Así todo, Europa al menos debiera estar agradecida a los jóvenes de Tiananmen: gracias a su sacrificio cruento del 4 de junio de 1989, las caídas de los regímenes comunistas, que se produjeron pocos meses después, fueron prácticamente no violentas: un motivo más para recordar a Tiananmen.

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