15/03/2016, 13.40
VATICANO-ASIA
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La canonización de la Madre Teresa y la misión del Papa Francisco

de Bernardo Cervellera

La santa de Calcuta es un icono del Jubileo. Un empujón para hacer efectivo el compromiso de las obras de misericordia corporales y espirituales. El Papa aplaudido, pero no entendido. Para la Madre Teresa, como para Francisco, la Iglesia "no es una ONG". La Madre es también un ejemplo de cómo poner juntas la contemplación y la acción, sacramento y misión, el testimonio y el compromiso en el mundo, la corrección de los desajustes tradicionalistas y cerrados y los liberales sin identidad.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La noticia de la canonización de la Madre Teresa era esperado por todos, así como la previsión de la fecha para que coincidiera con la de su "nacimiento para el cielo", 4 de septiembre de 1997. Tal vez, lo que debe ser entendido es el significado de esta canonización para el ministerio del Papa Francisco.

El Papa la ha mencionado varias veces en sus discursos y mensajes. E incluso si la Madre de Calcuta no se menciona en la bula de indicción del Jubileo de la Misericordia, bien puede ser tomada como un ejemplo de un testimonio de las obras de misericordia corporales y espirituales. En la "Vultus Misericordiae" casi parece oírla, la Madre Teresa, cuando Francisco habla del pequeño donde "Cristo mismo está presente. Su carne se hace visible de nuevo como un cuerpo maltratado, herido, azotado, muerto de hambre, huyendo... para ser reconocido por nosotros, tocado y asistido con cuidado". En muchas entrevistas, la Madre Teresa, hablando de por qué ella y sus hermanas cuidan de los moribundos y abandonados, siempre decía, "Lo hacemos por Cristo. Aceptamos a Cristo, lavamos a Cristo, nos ocupamos de Cristo".

La canonización de la Madre Teresa durante el Jubileo sirve como un empuje para hacer efectiva, eficaz la misericordia dentro de la sociedad. Hasta ahora, los mensajes del Papa y las señales durante este año a los prisioneros, los pobres, los refugiados han encontrado poca concreción. Muy a menudo, entre los cristianos el Jubileo es visto como una oportunidad de renovación espiritual personal, pero eso no se traduce inmediatamente ("rápidamente", diría la Madre Teresa) en obras y gestos, que también afectan a la sociedad. Basta con mirar a las resistencias del mundo europeo para abrir sus fronteras al flujo de migrantes que huyen las guerras en el Medio Oriente y África del hambre y la oscuridad. Y todo esto, aunque los políticos de todas las partes continúan "apreciando" las palabras del Papa y querer tomarse fotos al lado de este "buque insignia" de la conciencia del mundo.

La canonización de la Madre Teresa es un correctivo para otro defecto. Muchos son los que continúan alabando al Papa por su ternura, su bondad, sus aberturas a los homosexuales, a los divorciados vueltos a casar, reduciéndolo a una imagen sagrada del buenismo más meloso, sin escuchar en profundidad y completamente lo que el Papa va diciendo. ¿Quién, por ejemplo, cita al Papa Francisco por su compromiso a favor de la vida desde su nacimiento hasta la muerte? ¿Y quién lo menciona cuando defienda la familia formada por hombres y mujeres y niños? ¿Y quién recuerda que la acusación que ha hecho varias veces en contra de la "conspiración ideológica" contra la familia? ¿O del compromiso social en la búsqueda de un puesto de trabajo para los jóvenes y los viejos? Al igual que en un supermercado mediático se llega a él, cuando puede servir al "show": los abrazos, las medias palabras, las quejas (pero sólo aquellas que nos gusten a nosotros, que nos dan la razón), la simpatía, saludos...

Uno se acuerda de lo que dijo Juan Pablo II frente a los aplausos y vítores de las multitudes, cuando - frente de su propio "éxito", - comentó, "No entienden. Ellos no entienden". Las multitudes no entendían que todo lo que haca lo hizo para hacer visible a Jesucristo.

También Francisco, al pueblo que grita "¡Fran-cis-co! ¡Fran-cis-co!" A veces les ha dicho: "Tenéis que gritar: ¡Je-sús; Je-sús, Je-sús!".

La Madre Teresa tenía problemas similares, cuando las personas e instituciones la miraban sólo por sus obras. "Nosotros - solía decir - no somos una ONG. Las ONG trabajan para un proyecto; nosotros trabajamos para alguien". Y ese alguien es así mismo la persona de Jesucristo y el pobre triste de mirar a los ojos y ser recibirlo como un hermano.

La canonización de la Madre Calcuta representa por tanto otro paso en el programa del Papa Francisco para realizar el Concilio Vaticano II. Hacia el final del Consejo, la misión de la Iglesia se ha empobrecido dividiéndose entre conservadores y progresistas, entre tradicionalistas y liberales, entre sacramentalización en la sacristía y exposiciones en el mundo.

La Madre Teresa y su comunidad siempre han mantenido juntos los dos extremos: Sacramento y misión en el mundo; contemplación y acción; dedicación y eficiencia. De esta manera la misión en el mundo no se ha convertido - como a veces le pasó a instituciones religiosas - un ahogamiento en el mundo, sino un entrar portando la alegría que Cristo nos ha ganado.

Vale la pena mencionar aquí una cita que el Papa Francisco hace de la Madre Teresa y San Francisco de Asís como "modelos" de la vida cristiana en la Evangelii Gaudium, su exhortación apostólica programática para su ministerio.

En el n. 183, dice: "Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra”.

La Madre Teresa - junto con San Francisco, el santo en el que se inspira este Papa - por lo tanto, es un símbolo fundamental de la alegría del Evangelio que se comunica con el mundo y la cambia con su fe, por su propio esfuerzo: un largo camino desde un cristianismo temerosa del mundo, que se afianzó entre las paredes de la "doctrina", y un cristianismo sin preocupaciones que interactúa con el mundo olvidado el tesoro para comunicarse.

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