30/05/2020, 18.10
VATICANO
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La pandemia nos empuja a buscar nuevas formas de anunciar a Jesús

Carta de Francisco a los sacerdotes de la diócesis de Roma. "Participamos con Jesús de su pasión, nuestra pasión, para vivir también con Él la fuerza de la resurrección: certeza del amor de Dios, capaz de movilizar las entrañas y salir al cruce de los caminos, para compartir “la Buena Noticia con los pobres, para anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (cf. Lc 4,18-19), con la alegría de que todos ellos pueden participar activamente con su dignidad de hijos del Dios vivo".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Con la reapertura de las diversas actividades, cerradas por una pandemia que ha puesto en crisis a la sociedad de consumo, "será imprescindible desarrollar una escucha atenta, pero esperanzadora, serena pero tenaz, constante pero no ansiosa que pueda preparar y allanar los caminos que el Señor nos invite a transitar ". Anunciar la presencia de Jesús de una nueva manera es el objeto de la carta que el Papa Francisco envió en Pentecostés a los sacerdotes de "su" diócesis.

"Todos - escribe Francisco - hemos oído los números y porcentajes que día a día nos asaltaban y palpamos el dolor de nuestro pueblo". "El miedo ancestral a contaminarse volvía a golpear con fuerza. Compartimos también las angustiantes preocupaciones de familias enteras que no saben cómo enfrentarán “la olla” de la próxima semana. Estuvimos en contacto con nuestra propia vulnerabilidad e impotencia”.

"Nuestros modos habituales de relacionarnos, organizar, celebrar, rezar, convocar e incluso afrontar los conflictos fueron alterados y cuestionados por una presencia invisible que transformó nuestra cotidianeidad en desdicha. No se trata solamente de un hecho individual, familiar, de un determinado grupo social o de un país. Las características del virus hacen que las lógicas con las que estábamos acostumbrados a dividir o clasificar la realidad desaparezcan. La pandemia no conoce de adjetivos ni fronteras y nadie puede pensar en arreglárselas solo. Todos estamos afectados e implicados”.

"Expuestos y afectados personal y comunitariamente en nuestra vulnerabilidad y fragilidad y en nuestras limitaciones corremos el grave riesgo de replegarnos y quedar “mordisqueando” la desolación que la pandemia nos presenta, así como exacerbarnos en un optimismo ilimitado incapaz de asumir la magnitud de los acontecimientos (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 226-228).”

En cambio, se trata de elaborar nuevos caminos y nuevos estilos de vida. Recordando que entre los discípulos que se asustaron después de la crucifixión y se encerraron en el Cenáculo, Jesús resucitado vino y trajo el Espíritu Santo. "El Señor no eligió ni buscó una situación ideal para irrumpir en la vida de sus discípulos. Ciertamente, nos hubiera gustado que todo lo sucedido no hubiera pasado, pero pasó; y como los discípulos de Emaús, también podemos quedarnos murmurando entristecidos por el camino (cf. Lc 24,13-21). Presentándose en el cenáculo con las puertas cerradas, en medio del confinamiento, el miedo y la inseguridad que vivían, el Señor fue capaz de alterar toda lógica y regalarles un nuevo sentido a la historia y a los acontecimientos. Todo tiempo vale para el anuncio de la paz, ninguna circunstancia está privada de su gracia."

"Dejemos que nos sorprenda una vez más el Resucitado. Que sea Él desde su costado herido, signo de lo dura e injusta que se vuelve la realidad, quien nos impulse a no darle la espalda a la dura y difícil realidad de nuestros hermanos. Que sea Él quien nos enseñe a acompañar, curar y vendar las heridas de nuestro pueblo".

"Participamos con Jesús de su pasión, nuestra pasión, para vivir también con Él la fuerza de la resurrección: certeza del amor de Dios, capaz de movilizar las entrañas y salir al cruce de los caminos para compartir “la Buena Noticia con los pobres, para anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (cf. Lc 4,18-19), con la alegría de que todos ellos pueden participar activamente con su dignidad de hijos del Dios vivo".

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