12/05/2016, 12.35
LIBANO
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La utopía del Estado islámico contra el Occidente ateo y “auto-divinizado”

de Fady Noun

La necesidad económica y el deseo de venganza son las razones que empujan a los jóvenes sirios a unirse a los yihadistas. El conflicto estéril entre el Oriente árabe y el Occidente liberal. El fracaso de las sociedades y de las Primaveras árabes. Para hacer frente al yihadismo, se requiere un nuevo modelo de civilización, de relaciones internacionales, y la contribución de los árabes cristianos.  

Beirut (AsiaNews) – A partir de una investigación elaborada por la ONG internacional Alert, centrada en la “búsqueda de sentido”, surgió que los motivos que empujan a los jóvenes sitios a unirse a los grupos yihadistas son la necesidad económica y el deseo de venganza. Esta investigación amerita un análisis profundo (ver L’Orient-Le Jour del 5 de mayo de 2016). Aclararemos ante todo que este hallazgo no es para nada nuevo ni sorprendente. En uno de los artículos firmados con su nombre, Joseph Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI, subrayaba que “e hombre no puede vivir sin un sentido, necesita de él tanto como del pan” (Crédo pour aujourd’hui, Presse du Châtelet, p.147).

Así, tras haber fracasado en el hallar un sentido a su propia vida en el proyecto de sociedad que les fue propuesto, estos jóvenes sirios han ido a buscarlo en otro lado. Las sociedades a las que nos referimos son las de los regímenes militares, o bien las de partidos únicos de impronta laica, que se ha intentado construir en el mundo árabe a los largo del siglo XX.

Ya hemos discutido demasiado largamente acerca de estos regímenes nacidos a partir del desmantelamiento del Imperio otomano o sobre la prolongación de la descolonización, para tener que volver al tema de manera detallada. De las obras que han sido escritas en la materia, la que lleva el título más altisonante fue realizada por Ghassan Tuéni, en colaboración con Gérard Khoury y Jean Lacouture (Albin Michel): “Un siglo para nada”.

En estas pocas palabras está todo dicho, y el resto son sólo demostraciones prácticas. Los regímenes árabes no han sabido proponer, y mucho menos poner en práctica, proyectos de sociedad capaces de satisfacer la aspiración de los pueblos árabes por una vida que les asegure, además de prosperidad, un “despegue”, para usar una expresión tercermundista, es decir, la dignidad y el sentido de una misión histórica que cumplir.

Por otro lado, sabemos que esta “búsqueda de sentido” estaba en la cima de las motivaciones que han empujado a jóvenes occidentales a llegar hasta la Llanura de Nínive. La búsqueda de sentido es irrenunciable: ella define la naturaleza de la relación que cada persona humana establece con su sociedad, su historia, su propia finitud. Esta búsqueda no se conforma con una falta de respuesta, porque esta ausencia de respuesta termina siendo una forma de respuesta.  Y quizás debido al hecho de que ésta haya sido olvidada, o de que no haya sido dada una respuesta satisfactoria a esta pregunta, es que la “Primavera árabe” no ha logrado transformarse en una alternativa válida para las sociedades árabes tradicionales. ..

El pequeño volumen de Renaud Fabbri “Eric Voeglin et L’Orient, millénarisme et religions politiques de l’Antiquité à Daech” (*), brinda una mirada sobre la cuestión que merece ser profundizada. La obra muestra que la “búsqueda de sentido”, sobre la cual se funda el equilibro de la persona humana, se impone, simultáneamente, como una necesidad en el plano de la sociedad política en su totalidad.

“Voegelin usa el término ‘representación trascendental’ para indicar la necesidad (absoluta, paradigmática) que una sociedad tiene de organizarse en función de una verdad que la supere” recuerda Fabbri. Y es esta “representación trascendental” lo que ha sido abolido de manera simbólica con la eliminación del “Califato” en 1923, luego de la caída del Imperio otomano, por cuyo renacimiento han luchado pensadores y grupos islámicos, recorriendo –lamentablemente- el terreno marcado pro modelos de sociedad arcaicos, con improntas apocalípticas, en lugar de buscar una expresión conforme a los criterios de una modernidad clara, histórica, que queda aún totalmente por definir.

Un fenómeno análogo de abolición de toda “representación trascendente”, lo que en un segundo momento hemos llamado del “desencanto del mundo”, se ha dado en Occidente a partir del siglo XIX, con la civilización de la “muerte de Dios”. Y, de algún modo, la historia ha dado la razón a la propuesta de Eric Vogelin, bajo la forma de lo que nosotros consideramos como un retorno a las religiones negadas, este retorno que ha terminado manifestándose de manera patológica en las “religiones politizadas” (como el nazismo y el comunismo), que han  distinguido al siglo XX con todas sus devastaciones.

Hoy asistimos a una incapacidad de las sociedades musulmanas de identificarse con un modelo de sociedad laica del tipo que vemos hoy en Occidente, y esto es por un simple motivo, que es puesto bien en evidencia por Vogelin, y es que “interpreta esta secularización como una forma aberrante de ‘inmanentismo’, una divinización de la sociedad misma” (página 18).

Así, se explica claramente por qué  Oriente (árabe) y Occidente (liberal) no logran encontrarse sino es bajo la forma de un conflicto estéril, conformado por una “representación trascendente” común, o como mucho, de representaciones trascendentes convergentes.

De manera particular, esto ha ocurrido con la organización del Estado islámico y el surgimiento de una representación hostil al modelo secular occidental “auto-divinizado”. Esta hostilidad asume formas diversas, pasando a través de la economía, la metafísica y la escatología. Por cierto que esta representación no nació con el Estado islámico, pero con este último ha sabido hallar, por vez primera, una connotación concreta y territorial, y no sólo des-localizada, como  ocurrió anteriormente con la red de al-Qaeda.

Una vez dicho esto, incluso dejando a un lado el modelo de extrema representada por el Estado islámico, emerge con mayor claridad el camino que queda por delante en términos de encuentros entre civilizaciones favorecidos por la globalización, que se manifiestan a través de organizaciones internacionales como la ONU, o por organismos tales como la asociación euro-mediterránea, que da frutos no sólo en términos de intercambio de bienes y productos. Porque así también se convierten en factores de intercambio humano, o el intercambio de valores, estos organismos, estas entidades tienen todavía nuestro desarrollo cultural, pero sobre todo en el plano espiritual. ¿Qué falta en la asociación euro-mediterránea para florecer, uno se pregunta a veces? La respuesta es la siguiente: un alma común, como dijo Juan Pablo II; representaciones convergentes; un proyecto de carácter integral holístico. En este punto en particular, Fabri cree que "la respuesta a la enfermedad contemporánea no puede ser la de una naturaleza espiritual y debe provenir principalmente de los propios musulmanes". Y de nuevo, ¡servirá que Europa deje de dudar de sí misma!

No hay duda que la respuesta al yihadismo no será sólo de carácter militar y relacionados con la seguridad, sino que al mismo tiempo se presentará como un modelo de civilización, de las relaciones internacionales. Por supuesto, la propia naturaleza utópica llevará el proyecto del Estado islámico a la autodestrucción. "Si el Estado islámico sólo estara anclado en una construcción racional, no se multiplicarían los ataques fuera de su territorio, sobre todo en Occidente. Sin este elemento, es probable - dijo Hamit Bozarslan, director de la EHESS - que las grandes potencias internacionales ya hubieran encontrado un compromiso, puesto que ya controla un territorio y una población. Pero ahora se ha convertido en el enemigo común de todos".

Sin embargo, bajo la utopía irracional siempre seguirá dormitando la necesidad de una actuación trascendente. La respuesta a Daesh [acrónimo árabe para el EI] será, por tanto, negocio no sólo de los gobiernos sino de los pueblos y civilizaciones, y será interesante anticipar el papel que los árabes cristianos, más allá del éxodo y los temores, tendrán como intermediarios de la modernidad, la línea divisoria entre la fe y la razón. ¡Siempre y cuando estos mismos cristianos despierten!

Para las líneas de pensamiento que se abre, por las ideas que proporcionarán la lectura de la obra de Renaud Fabbri es de gran riqueza. El autor es profesor de ciencias políticas en la Universidad de Versalles, un especialista en filosofía política y filosofía de la religión. Vivió varios años en el Oriente Medio.



* Renaud Fabbri, Eric Voegelin et l'Orient, millénarismes religiones et Politiques de l'antiquité a Daech, L'Harmattan.

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