02/02/2019, 20.21
VATICANO
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La vida consagrada es ‘visión profética que revela aquello que vale la pena’

En el día de la Presentación de Jesús, Francisco afirma que cuando florece, la vida consagrada es “un reclamo para todos contra la mediocridad: contra el descenso de altitud en la vida espiritual, contra la tentación de jugar a una rebaja con Dios, contra la adaptación a una vida cómoda y mundana, contra el lamentarse, la insatisfacción y el llorar sobre sí mismo, contra la costumbre al ‘se hace lo que se puede´y al ‘siempre se hizo así’”.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La vida consagrada es “alabanza que alegra al pueblo de Dios, visión profética que revela lo que realmente vale”, es “una visión simple y profética, donde se tiene al Señor delante de los ojos y entre las manos y no se necesita nada más”. Es la vida consagrada en las palabras del Papa Francisco que celebró la Fiesta de la Presentación de Jesús y la Vigésima tercera Jornada mundial de la vida consagrada en la basílica de S. Pedro, presentes religiosos y religiosas de todas las órdenes y congregaciones.

Comentando el pasaje del Evangelio (Lc 2,22-40) Francisco evidenció cómo “la liturgia hoy nos muestra cómo Jesús va al encuentro de su pueblo. Es la fiesta del encuentro: la novedad del Niño encuentra la tradición del templo; la promesa encuentra el cumplimiento; María, José, jóvenes encuentran a Simeón y Ana, ancianos. Todo, en concreto, se encuentra cuando llega Jesús”.

“¿Qué nos dice a nosotros esto? Ante todo que también somos llamados a recibir a Jesús que nos viene al encuentro. Encontrarlo: al Dios de la vida se lo encuentra cada día de la vida; no cada tanto, sino cada día. Seguir a Jesús no es una decisión tomada una vez por todas, es una elección cotidiana. Y al Señor no se lo encuentra virtualmente, sino directamente, encontrándolo en la vida. De otro modo, Jesús se vuelve sólo un hermoso recuerdo del pasado. Cuando en cambio lo recibimos como al Señor de la vida, centro de todo, corazón pulsante de cada cosa, entonces Él vive y revive en nosotros. Y nos sucede también a nosotros lo que sucede en el templo: alrededor de Él todo se encuentra, la vida se convierte en armoniosa. Con Jesús se encuentra el coraje para ir adelante y la fuerza de permanecer firmes. El encuentro con el Señor es la fuente. Es importante entonces volver a las surgientes: volver con la memoria a los encuentros decisivos tenidos con Él, reavivar el primer amor, quizás escribir nuestra historia de amor con el Señor. Esto hará bien a nuestra vida consagrada, para que no se vuelva en un tiempo que pasa, sino un tiempo de encuentro”.

El Evangelio, agregó, muestra que el encuentro con el Señor “floreció en el pueblo creyente”. “Lo mismo es la vida consagrada: brota y florece en la Iglesia; si se aísla, marchita. Ella madura cuando los jóvenes y los ancianos caminan juntos”.

“El Evangelio nos dice también que el encuentro de Dios con su pueblo tiene una partida y una meta de llegada. Se comienza de la llamada al templo y se llega a la visión del templo. La llamada es doble. Hay una primera llamada “según la Ley” (v. 22). Es la de José y María, que van al templo para cumplir lo que la Ley prescribe” y hay “una segunda llamada, según el Espíritu. Es aquella de Simeón y Ana”. “Esta doble llamada, de la Ley y del Espíritu. ¿qué nos dice para nuestra vida espiritual y nuestra vida consagrada? Que todos estamos llamados a una doble obediencia: a la ley- en el sentido de lo que da un buen orden a la vida- y al Espíritu, que hace cosas nuevas en la vida. Así nace el encuentro con el Señor: el Espíritu revela al Señor, pero para recibirlo se necesita de la constancia fiel de cada día. también los carismas más grandes, sin una vida ordenada, no dan fruto. Por otro lado, las mejores reglas no bastan sin la novedad del Espíritu. ley y Espíritu van juntos”.

“El encuentro, que nace de la llamada, culmina en la visión. Simeón dice: “Mis ojos han visto tu salvación” (Lc 2,30). Ve al Niño y ve la salvación”. “Le basta Dios así como es. En Él encuentra el sentido último de la vida. Es la visión de la vida consagrada, una visión simple y profética, donde se encuentra al Señor delante de los ojos y entre las manos, y no es necesario nada más. La vida es Él, el futuro es Él. La vida consagrada es esta visión profética en la Iglesia: es una mirada que ve a Dios presente en el mundo, aunque si muchos no se dan cuenta; es una voz que dice: ‘Dios basta, el resto pasa’; es alabanza que surge no obstante todo”.

“Esta es la vida consagrada: alabanza que da alegría al pueblo de Dios, visión profética que revela lo que realmente vale. Cuando es así florece y se vuelve reclamo para todos contra la mediocridad: contra el descenso de altitud en la vida espiritual, contra la tentación de jugar con Dios, contra la adaptación a una vida cómoda y mundana, contra el lamentarse, la insatisfacción y llorar sobre sí, contra la costumbre al ‘se hace lo que se puede´y al ‘siempre se hizo así´. La vida consagrada no es sobrevivencia, es una vida nueva. es un encuentro vivo con el Señor en su pueblo. Es llamada a la obediencia fiel de cada día y a las sorpresas inéditas del Espíritu. Es visión de lo que importa, abrazar para tener la alegría: Jesús”.

 

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