09/08/2014, 00.00
RUSIA-UCRANIA-VATICANO
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Las tensiones ruso-ucranianas caen en la intolerancia religiosa

de Vladimir Rozanskij
Violencias hacia fieles y sacerdotes de las diversas Iglesias por parte de los grupos pro-rusos o pro-ucranianos. Los griego-católicos acusados de fomentar el independentismo ucraniano. Las miras hegemónicas religiosas de Moscú y del Patriarcado.

Moscú (AsiaNews)_ Uno de los aspectos más odiosos y difícilmente comprensibles del conflicto en Ucrania, que se arrastra ya desde hace muchos meses, es la intolerancia de las prtes en causa, que desembocó en las últimas semanas en episodios de violencia e intimidación en relación con los fieles y los mismos ministros del culto. El vicario del metropolita de Kiev, el obispo Onufry (Berezovskij), expresó su indignación en los días pasados por las acciones  incalificables realizadas por las tropas del gobierno ucraniano en Donbass, en la provincia de Donetsk, en el distrito de Amvrosiev y en otras zonas particularmente "calientes" del País. El mismo Onufrij, que dirige la sede metropolitana desde hace varios meses, a causa de la enfermedad y de la muerte del metropolita Vladimir (Sabodan), trató ya desde las primeras revueltas del Majdan de evitar que las diferencias confesionales pudiesen convertirse en armas del conflicto mismo, y sus laméntelas suenan hoy como una derrota de las jerarquías eclesiásticas, obligadas a tomar posición entre las partes en lucha. También las jerarquías griego-católicas, de hecho, han comenzado a levantar la voz en defensa de sus propios derechos pisoteados.

Diferencias religiosas

Considerando la particular fragmentación del contexto religioso ucraniano, la relativa distancia de las Iglesias de las fases más agudas de los sucesos en acto, parecía una especie de milagro. El esfuerzo en mantener el equilibrio y el respeto recíproco, si bien en las dificultades para componer las insanables desconfianzas, fue hasta ahora difundido y convergente por parte de todos los miembros del clero y de los guías espirituales de la nación. El fondo religioso del conflicto ucraniano es de ehcho extremadamente resistente, porque justamente en eso se desarrolló la identidad misma de las varias facciones del pueblo ucraniano; los habitantes del País no se distinguen de hecho ni por etnias, que es común en los pueblos de la "Gran Rusia" de Moscú, Kiev y Minsk, ni por la lengua, que en sus modulaciones espacia la cercanía con el polaco con el ruso y los dialectos turco-caucásico, pero es en realidad la misma para todos. Justamente las motivaciones lingüísticas, en favor del ruso o del ucraniano, que fueron usadas como ocasiones formales de varias revueltas locales, escondían en verdad la única razón de las divisiones, la diferencia religiosa. Los ucranianos se distinguen en ortodoxos pro-rusos, ortodoxos ucranianos nacionalistas, católicos "uniatas" y católicos latinos, y la guerra de religión se desarrolló siempre entre estas denominaciones de la única religión cristiana, siendo por otro lado un pueblo bastante refractario a otras confesiones, comprendido el protestantismo; los hebreos, que en siglo pasado formaban una comunidad bastante significativa, fueron alejados de hecho, formando la base originaria del nuevo Estado de Israel después de la Segunda Guerra mundial, así que ni siquiera el antisemitismo logra complicar esta lucha interna del cristianismo.

El "rendimiento de cuentas" después de la Urss

Los episodios de intolerancia de estos días, por el resto, recuerdan muy de cerca y se unen a aquellos de hace 20 años, cuando se derrumbó la Urss en 1991 y provocó inmediatamente "el rendimiento de cuentas" entre los cristianos: la Iglesia ortodoxa de dividió en varias partes, los greco-católicos salieron de la clandestinidad retomándose. A menudo con la fuerza, las iglesias que le fueron confiscadas bajo Stalin, hasta entre los católicos uñitas y latinos sucedieron momentos de gran tensión. Las parroquias y las iglesias, las pocas que quedaron de los tiempos soviéticos y las muchas apenas reconstruidas, se las pretendían unos u otros y en continuación, según el cambio de orientación de los sacerdotes y de sus fieles, cuyas familias están compuestas  a menudo por miembros de diferentes pertenecías confesionales y eclesiástica. La propaganda de una u otra parte, las conveniencias materiales o espirituales, y hoy lamentablemente también las ramas hacen pender la balanza en direcciones distintas cada día, en el engranaje enloquecido de la identidad, que también la política ucraniana muestra en continuación.

Las pretensiones de Moscú

Sobre todas las motivaciones ideológicas, históricas y teológicas, se entiende la gran pretensión del Patriarcado de Moscú, que desde el derrumbe del imperio soviético reafirma la teoría de la "integridad del territorio canónico", o sea del poder de jurisdicción de Moscú sobre todos los fieles ortodoxos de las ex -repúblicas soviéticas, de la cual Ucrania es obviamente la principal. La cuestión en realidad va adelante de hace siglos, cuando Moscú proclamó la auto -acefalía patriarcal a fines de S. XVI, y contemporáneamente muchas diócesis ucranianas adhirieron a la Unión con el Papa de Roma. Las dos diversas interpretaciones del cristianismo ruso y ucraniano, la ruso-céntrica y la romano-céntrica, han generado continuos conflictos jamás resueltos, hoy agravados por la variante autonomista nacional, producida por la reacción a la opresión imperialista soviética. No es casualidad que Moscú acusó inmediatamente a los greco-católicos de haber sido los fomentadores de la revuelta del Majdan, y usando el apelativo infamante de "banderovtsy", seguidores de Stepan Bandera, el político de doble cara en el conflicto entre soviéticos y nazis, que era un greco-católico. El Vaticano, acusado a su vez por Moscú de no estar en grado de controlar a los "uniatas", está en evidente dificultad, no sabiendo cuál razón apoyar, la confesional o la ecuménica.

Lo problemas llegan a su máximo, y si jamás se logrará resolver el rompecabezas por la vía militar y política, quedará igualmente abierta la cuestión del "territorio canónico", del "mundo ruso" como lo llama el mismo Putin: es la última guerra de religión de los cristianos europeos, antes de desaparecer del todo del "viejo mundo" y ceder a la indiferencia cínica de los occidentales, hombres ya sin raíces. En las tierras rusas se combate aún por el Evangelio, para quien debe representarlo al  mundo (y no sólo en Ucrania).

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