07/01/2015, 00.00
IRAk
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Los niños de Mosul y el futuro: el campo de refugiados de "cinco estrellas"

de Bernardo Cervellera
En el jardín de la parroquia de Mar Elia, junto a las tiendas están los contenedores que sirven de aulas para los niños y como biblioteca. Otro sirve de habitación para el bordado. Un coro de niños. El p. Douglas: "preocuparse de los prófugos no significa sólo pensar en darles de comer, beber, medicinas, inyecciones, vacunaciones... Las personas refugiadas necesitan hacer algo y cultivar la esperanza".

Erbil (AsiaNews)- Antes del almuerzo visitamos el campo de prófugos de la parroquia de Mar Elia, que no es Elías el profeta, sino un mártir cristiano del imperio otomano. A él le sucedió lo que ahora les sucede a los cristianos de Mosul: el sultán le pedía que abjurase de la fe cristiana, y convertirse al islam, o pagar la jiziya, el impuesto para vivir como "protegido" por el imperio islámico. Él rechazó las dos cosas y fue asesinado. La Iglesia es utilizada por 3 comunidades: la caldea, la sirio-ortodoxa y la latina. Las 3 comunidades se agrandaron con la llegada de los prófugos pertenecientes a os diversos ritos. De algún modo la persecución los ha unido aún más: es el ecumenismo de la sangre del cual habla siempre el Papa Francisco.

El p. Dinkha, mi acompañante, define este lugar de tiendas y contenedores como "un campo prófugos de 5 estrellas". La zona está toda limpia, ordenada y sobre todo los prófugos son muy activos. Delante de la iglesia nos encontramos rodeados por niños que ponen en círculo decenas de sillas de plástico multicolores para un concierto. Luego se ponen a cantar canciones de Navidad, ¡hasta la "Noche de paz!" y en inglés. Todo se hace en modo ordenado y sin equivocaciones: todos están muy atentos, nadie murmura por detrás, nadie se distrae aburrido.  

Hace tiempo el campo era un hermosísimo jardín con plantas y árboles, que rodeaban a la iglesia. Ahora quedaron los senderos de piedra y algún que otro arbolito, pues la mayor parte del terreno fue ocupado por las tiendas. Al principio los prófugos, apenas escapados de Mosul y Qarakosh, fueron alojados en carpas militares de color gris verde. De éstas quedó sólo una, en la cual el p. Douglas, párroco de Mar Elia que es el responsable del campo, en la cual armó un pesebre. "Un signo de fe-me dice- pero también un signo de memoria, para recordar como vivíamos hasta hace pocos meses atrás".

El p. Douglas explica la idea de la cual nació este estilo de campo: "Apenas llegados aquí, los niños traumatizados por la guerra, estaban traumatizados, eran egoístas, agresivos no querían hacer nada y no compartían los juguetes con ninguno. Prefería antes destruirlos. Luego hemos decidido involucrarlos en la escuela y las cosas fueron mejorando. Quizás a ellos no les guste tanto estudiar, pero seguro tienen el deseo de aprender y conocer.

Ahora todos frecuentan las 2 horas de lección por la mañana: matemáticas, física e inglés, computación, música. Por la tarde: cantos (han notado el concierto), trabajos manuales, pintura, escultura con creta. Dos veces por semana se va la parque de juegos en el centro deportivo. Los niños ahora se sienten orgullosos y responsabilizados y la agresividad disminuyó muchísimo".

Antes, todas estas actividades se realizaban sólo en las tiendas. Pero ahora, el p. Douglas pidió a algunas comunidades caldeas del extranjero y de Irak que financien contenedores similares a galpones, verdaderas aulas, aisladas del calor y del frío, sin ruidos, en las cuales los jóvenes puedan encontrarse y preparar su futuro.

En un contenedor hay una biblioteca con diversos libros en distintas lenguas, donde quien quiere puede ir a leer y a curiosear en silencio (como en todas las bibliotecas que se respeten). En otro hay una decena de lugares donde se enseña computación, en otro música y a tocar instrumentos musicales: a lo largo del perímetro de la habitación están colgados en las paredes los instrumentos musicales: guitarras, pianolas, instrumentos de percusión y otros tradicionales del lugar, algo parecido al laúd o mandolines, pero con una barra más larga. Otra habitación- contenedor sirve para el bordado y es un lugar de encuentro para las mujeres, "que así- dice el p. Douglas- pueden pasar el tiempo charlando y no permanecer solas en el dolor".

El sacerdote explica más a fondo su filosofía: "Es la tercera vez que enfrento los problemas de los prófugos: en 1991 [con la primera guerra del Golfo, cuando Saddam Hussein invadió Kuwait y el país fue bombardeado por meses, ndr]; en el 2004 [después de la invasión multinacional y la guerra de los suníes en Bagdad-ndr] y ahora". 

"Entendí- continúa- que ocuparse de los prófugos no significa sólo pensar en el comer, el beber, en los remedios, las inyecciones, las vacunaciones... Las personas refugiadas tienen necesidad de hacer algo más y cultivar la esperanza. Hay necesidad no sólo de nutrir el cuerpo, sino también el alma, el deseo de ser felices, el querer enfrentar las adversidades".

Hay personas que lo critican, porque según ellos sería necesario luchar políticamente y militarmente. Él en vez, decidió dedicarse a los niños y a los jóvenes: "Son el futuro de este país. Debemos cultivar en ellos nutrir la creatividad".

 En realidad, el sacerdote se interesa mucho también en la suerte de las familias y para los adultos está por abrir un centro de escucha y con la ayuda de psicólogos superar los traumas y las violencias sufridas. Él se preocupa sobre todo en tener alta la consideración a las mujeres. "Muchos cristianos nuestros tratan a las mujeres como las tratan los musulmanes, como si fueran  una propiedad suya y dejándolas un poco de lado. Nosotros hacemos de todo para darles a ellas instrucción, ayudas y responsabilidades".

Cerca de las aulas- contenedores, surge el pueblo de tiendas blancas y azules, a semi cilindro entre una casa de un hobbit y de las coberturas de los viveros. En cada una, separadas por una pared de plástico o una frazada, viven 2 familias, normalmente parientes entre ellos

Visitamos algunas: nadie habla del propio dolor, de lo que han pasado. Todos cuentan cómo viven en el campo y nos invitan a almorzar con ellos. Una joven de 19 años muestra orgullosa a su hijo en pañales: está protegido con una cobija de lana blanca y rosa, acostado en el suelo sobre una especie de alfombra que cubre el suelo de la tienda. El pequeño, Imad, nació poco antes de Navidad y es el tercer niño nacido en el campo, parido en esta tienda vivero.

A una cierta distancia de las tiendas está la zona de las duchas, con servicios higiénicos distintos para hombres y mujeres. Otro contenedor es la lavandería: una serie de lavadoras y de secadores de ropa, nuevísimos. Las mujeres jóvenes saben cómo usarlos, pero las ancianas prefieren lavar a mano. "Estamos acostumbradas- dicen- y así se pasa también el tiempo".

Las personas ancianas son las víctimas más afectadas por la fuga de Mosul: perder todo y cambiar de vida a los 60, 70 años; vivir y dormir bajo las tiendas, en el calor del verano y en el frío del invierno; las falta de remedios o de curaciones apropiadas, las hacen frágiles; varios ancianos ya murieron en estos meses. "Algunas viejas mujeres- cuenta el p. Douglas- encuentra mucha confortación en la oración y a la noche, cuando la nostalgia se vuelve más aguda, se juntan en la gruta de Lourdes para recitar el rosario. Hay una que pasa diversas horas en silencio delante de la estatua de la Virgen".

Saliendo del campo, le hago notar al p. Douglas la limpieza que hay en las callecitas y alrededor de las tiendas. Él me explica que para lograr que limpiaran y tuvieran el sentido de la limpieza, propuso a los niños que limpiaran y que él les habría "pagado" con una bebida por cada saco de basura, los niños iban a buscar los sacos de la basura del campo, me lo traían, yo lo sabía pero igual les daba su bebida: al final y en todo caso, habían limpiado alguna parte"

(Fin de la segunda parte).

 
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