23/08/2016, 11.46
ITALIA - VATICANO
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Madre Teresa: Llevar a Jesús a los pobres y los pobres a Jesús. Las revelaciones y las visiones (II)

de Sebastian Vazhakala, MC

“¿Te negarías a hacer esto por mí?”: es la pregunta que Jesús le plantea a la Madre Teresa de Calcuta en una de sus experiencias místicas. La vida de la fututa santa fue la respuesta a esta pregunta. El Pbro. Sebastian Vazhakala continúa su relato sobre el encuentro con la Madre de Calcuta. La fuerza de su vivir, y la de todos los Misioneros y Misioneras de la Caridad, y la asimilación con Jesús. Un amor hasta el fondo, incluso en la aridez. 

 Roma (AsiaNews) – En el primer encuentro que tuve con la Madre Teresa lo que más me impactó fue su fe simple y su convicción. Por la manera en que hablaba, se entendía que no decía palabras en vano: su vida y su obra iban de la mano; ella decía aquello que vivía. Cuando me reuní con ella en 1962, no me impactó su persona en sí, además, entonces ella no era tan famosa como lo es ahora. Había algo en ella que me atraía: el modo en que vivía el Evangelio. Mi padre también me enseñó a vivir el Evangelio para los pobres, para los necesitados, para los demás. Y ella hacía lo mismo. Y si embargo, en ella había algo especial, que llegué a comprender recién muchos años después. Cuando llevas adelante la obra de Dios, el corazón se torna distinto: el corazón se llena de alegría que se irradia hacia el exterior, y la persona está más segura, sin la tentación de mirar a los demás.

Por ejemplo, nosotros nos la pasamos juzgando lo que hacen unos y otros. Si en una situación vemos a personas que están pasando necesidades, inmediatamente nos preguntamos quién tiene la culpa de esto, quién debe hacer qué. Y es fácil criticar: debes hacer de intendente, de obispo, de sacerdote, de esto y aquello.

La Madre Teresa, cuando vio la situación de Calcuta no se puso a preguntar: ¿Pero por qué el intendente, el ministro, el obispo de Calcuta no hacen algo? No, solamente se planteó una pregunta: ¿Qué puedo hacer yo? Recién después de su muerte se entendió que este don de sí  misma era su vocación de Misionera de la Caridad, a la cual Jesús mismo le había pedido adherir.

Luego de su muerte, surgieron algunos documentos manuscritos por ella, y que yo conservo, en los cuales la Madre habla de las visiones y de las misiones a las cuales es llamada por Jesús y por María.

 

La primera visión –cuenta ella en sus documentos- era una gran multitud de niños, pobres, enfermos. Ella estaba en medio de ellos y todos tenían sus manos alzadas hacia ella y le decían: Ven, ven a salvarnos, llévanos a Jesús.

En la segunda visión está la misma multitud pero extenuada, llena de tristeza. Entonces la Madre Teresa vio a la Virgen de rodillas, que estaba atrás de ella y le decía: Estos son los míos. Condúcelos a Jesús y llévalos a Jesús. No tengas miedo, y enséñales a rezar el Rosario. Y María agregó: Jesús y yo estaremos aquí contigo y con tus hijos.

En la tercera visión ocurre algo similar a la visión del crucifijo que le habla a San Francisco en la iglesia de San Damián y le dice: Ve y repara mi Iglesia.

En la visión está Jesús en la cruz, la Virgen se encuentra algo distante y la Madre Teresa está frente a María. La Virgen tenía su mano derecha colocada en su espalda, y juntas miraban a Jesús en la cruz. Y Jesús les dice: Yo te pregunté, ellos [la multitud] te preguntaron; mi Madre te ha preguntado. ¿Te negarías a hacer esto por mí?

El día de estas visiones fue el 10 de septiembre de 1946, que luego será llamado “el día de la inspiración” o bien de la “llamada dentro de la llamada”.

Hasta ese momento, la Madre Teresa, que algunos años antes había ingresado a las Hermanas de Loreto, vivía como docente y era feliz, y por ende, no se entendía por qué quería dejar el convento. Pero después de ese día, decidió seguir a Jesús y servir a los pobres.

Jesús le había dicho: Pequeña mía, ven, ven, llévame a los rincones de los pobres. Ven, sé mi luz. Yo no puedo ir solo. Ellos no me conocen y por eso no me quieren. Ve tú y ponte en medio de ellos. Llévame contigo entre ellos… En tu amor por ellos me verán a mí, me conocerán a mí, me querrán a mí”.

Esta es la obra de la Madre Teresa, que es obra de Jesús. Cada vez que la Madre salía a buscar a los pobres, cualquier cosa que hiciera ella, iba con Jesús, obraba con Jesús.

A sus hermanas les ponía ante los ojos el ejemplo de María, que va a visitar a su prima Isabel. Y María corre con alegría y de prisa a lo de su prima, llevando a Jesús, que se estaba formando en su vientre. Del mismo modo, hoy, la Madre Teresa y todas las hermanas,  participan de la misa,  toman la comunión, hacen la adoración al Santísimo y luego van por las calles. Cada hermana, cada misionero, va con Jesús. Y lo que los misioneros de la Caridad hacen no es obra suya, sino de Jesús; nosotros somos sus instrumentos. Para la Madre Teresa esto era algo que estaba muy claro. Ella siempre decía: yo soy el lápiz de Dios, un puro instrumento.

Ella se consideraba a sí misma como nada. En uno de los diálogos con Jesús, la Madre le dice: Jesús, yo soy una pecadora indigna y débil-. Y Jesús le responde: Es por eso que yo te quiero. De ese modo, será conocida mi Gloria. Porque así, la obra se vuelve obra de Dios y no algo propio, y el Padre es glorificado por estas buenas obras.  

En mi primer encuentro con la Madre en Calcuta, ella insistió justamente sobre esto: lo que ella hacía no era obra suya, sino de Cristo.

Para reforzar esta unidad entre ella y Jesús, hubo un matrimonio místico. En uno de los diálogos con Jesús él la llama “Pequeña mía, tú eres mi esposa”. Cuando un pedazo de hierro se pega a un imán, el hierro adquiere la misma potencia del imán, y tiene la fuerza de atraer a sí. Del mismo modo, la Madre se volvió con Jesús una sola cosa, capaz de atraer a sí. Por eso el mundo de hoy sigue estando conmovido por esta mujer, esta pequeña hermana con un gran corazón lleno de amor: su corazón fue transformado por la unión con Jesús.   

En el fondo, este es el secreto de la vida de la Madre Teresa, incluso durante su período de aridez, que comenzó en los años ’50 y prosiguió por el resto de su vida. En ese período ella se sentía abandonada por Jesús, árida en la oración, pero ella permaneció fiel a su amor esponsal por Cristo, hasta su último aliento. ¿Y acaso el matrimonio no es esto? ¿No es una fidelidad y un amor hasta el fin?

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