27/09/2018, 14.59
MONGOLIA
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Misionero: Mons. Padilla ‘una semilla plantada para dar frutos’ en Mongolia

de Giorgio Marengo

El p. Giorgio Marengo, misionero de la Consolata, recuerda al primer obispo del país de las estepas asiáticas. Mons. Padilla que falleció de improviso en su estudio, sentado en su escritorio siempre llena de papeles. Él se fue “en su oficina, en su posición normal y usual de trabajo, como marcando una vida usada para la difusión del Reino de Dios”.

 

Arvaiheer (AsiaNews) Mons. Wenceslao Padilla, primer obispo de Mongolia fallecido en modo imprevisto hace 2 días a la edad de 68 años, “logró evangelizar también a través de su propia muerte; él de hecho es el primer misionero en morir en Mongolia y la gente ya ve en esto el signo de una semilla de trigo que muere para dar fruto”. Lo afirma el p. Giorgio Marengo, misionero de la Consolata en Arvaiheer. Todavía probado por la trágica pérdida, él lo recuerda en un mensaje enviado a AsiaNews. Mons. Padilla, entre los primeros misioneros llegados al país de las estepas después de la caída del régimen soviético, “fue un punto de referencia para la pequeña comunidad católica, que es una minoría”, que permitió el crecimiento y el desarrollo de las obras.

Un recuerdo afectuoso es también el del Card. Andrew Yeom Soo-jung, arzobispo de Seúl que hace 2 semanas proclamó junto a mons. Padilla los senderos del martirio de la capital surcoreana como meta de peregrinación. “Imploro la gracia del Señor para tí-escribe en una nota oficial- para que (el Señor) de consolación al pueblo de Dios en Mongolia”. En el texto el purpurado recuerda la larga amistad que existe entre los dos países, distinguido por intercambios culturales, médicos y educativos. “Pueda Dios concederte la paz eterna”, invoca al final.

Se fue así, en punta de pies, en una noche de otoño mongol, mientras la naturaleza se estaba ya preparando para el grande invierno. Después de 26 años ininterrumpido servicio al Evangelio en uno de los países que más había resistido al anuncio cristiano, Mongolia. “Su Mongolia, habría que decir, viendo que del gran Estado centroasiático, Mons. Wenceslao Padilla había seguido el pasaje en la delicada fase de transición de la República Popular a nación democrática.

Desde su llegada en 1992, junto a 2 co-hermanos de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (Scheut), Ulaanbaatar se convirtió en su casa; primero en una habitación en un hotel, luego en un alojamiento alquilado y finalmente en un edificio construido por él mismo como sede oficial de la Iglesia. Volvía a menudo sobre estos primeros años como pionero, marcados por la necesidad de crear relaciones con las autoridades locales, que veían en la Iglesia católica a un socio confiable, pero que no estaban acostumbrados a tener entre ellos a misioneros extranjeros.

Y así, Mons. Padilla- que, siendo originario de Filipinas, venía de una intensa experiencia misionera en Taiwán, donde fue superior provincial- se dedicó completamente a esta causa, logrando en pocos años en ganarse la estimación del gobierno y la simpatía de la gente, sobre todo a través de una estrecha red de iniciativas de promoción humana y desarrollo.

Ninguna duda que debiese justamente él en ser el primer obispo de una Iglesia apenas en sus inicios. En el año 2003 los consagraron obispo, por manos del entonces Secretario de Propaganda Fide, el card. Crescencio Sepe.

Mientras tanto, la presencia misionera crece, con la llegada de congregaciones dispuestas a colaborar para arar el campo; crece lentamente también la comunidad católica local. Él acepta el desafío y no se echa para atrás, es más favorece una mayor organización interna, hasta la celebración de la asamblea general del pasado noviembre.

El trabajo nunca le faltaba; su escritorio estaba siempre lleno de papeles, que él con mucha diligencia veía uno por uno, con la determinación de no dejar contento a ninguno. Tantos años de trabajo tan intensos, a menudo marcados por dificultades y situaciones delicadas para resolver, han consumido sus fuerzas. Hasta dejarlo allí, en su oficina, en su ubicación usual de trabajo, como para cerrar una vida gastada para la difusión del Reino de Dios.

La figura del obispo en una joven porción de Iglesia que se confronta con muchas tradiciones es muy importante; él es realmente un punto de referencia de aquella pequeña minoría constituida por los Católicos, en un contexto prevalecientemente budista y de chamanes, con todavía los restos del ateísmo de estado de los años del comunismo. Mons. Wenceslao realmente dio la vida por el Evangelio, para que en Mongolia fuese reconocido y seguido. De él se puede decir que logró evangelizar también a través de su propia muerte: de hecho, él es el primer misionero que muere en Mongolia y la gente ya ve en esto el signo de la semilla de trigo que muere para dar fruto.

 

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