07/01/2021, 10.17
BIELORRUSIA-RUSIA
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Monseñor Kazimierz Wielikoselec, un gran amigo de Kondrusiewicz

de Vladimir Rozanskij

El nuevo administrador apostólico de Minsk fue obispo auxiliar de la diócesis de Pinsk y cumplió 75 años el pasado mes de mayo. Él también es testigo de la Iglesia "del silencio" de los años soviéticos. Asistió a seminarios clandestinos y es amigo personal del ex Metropolitano de Minsk-Mogilev. Mantuvo viva la fe de varias aldeas, recorriendo tres provincias rusas para conocer y sostener a los fieles. Luego de la caída del comunismo, se dedicó a la reconstrucción. 

 

Moscú (AsiaNews) - El 3 de enero el Papa Francisco aceptó la renuncia del arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz, metropolitano de Minsk-Mogilev, el mismo día que el prelado cumplía la edad canónica de 75 años. En su lugar, como administrador de la arquidiócesis, fue nombrado Monseñor Kazimierz Wielikoselec, obispo auxiliar de la diócesis de Pinsk, que cumplió 75 años el pasado mes de mayo. La circunstancia causó bastante sorpresa entre los fieles bielorrusos.

Wielikoselec había renunciado el año pasado siguiendo la práctica establecida, pero el Papa le permitió permanecer en servicio por dos años más, como es habitual con los obispos que renuncian cuando aún gozan de buena salud. En el caso de la dimisión de Kondrusiewicz entraron en juego mecanismos muy delicados, como la necesidad de satisfacer a las autoridades para conseguir que el arzobispo regresara a su patria, sustituyéndolo por una figura que en todo caso recordara su significado simbólico.

En efecto, Kazimierz Wielikoselec también es un testigo de la Iglesia "del silencio" de los años soviéticos, como el ex arzobispo de Minsk. El nuevo administrador nació en mayo de 1945, pocos días antes de la gran victoria soviética en la Gran Guerra Patria (como aquí suelen denominar a la Segunda Guerra Mundial). Su pueblo natal es Starovolja, en la región de Pruzhank, la zona donde se encuentra el bosque de la Belovezheskaja Pusha, que divide a Bielorrusia de Polonia. Toda la zona tiene una gran tradición católica. Su padre le acompañaba todos los domingos a la iglesia más cercana, a unos sesenta kilómetros de su casa, en el pueblo de Kobrin; iban en bicicleta y tenían que salir a las dos de la mañana para llegar a la única misa a las ocho de la mañana. Como él mismo relató en el sitio web diocesano cathlic.by, su vocación nació durante esos viajes nocturnos, en el sillín de la bicicleta.

Kazimierz logró mantener la fe en el difícil contexto de la propaganda atea, que era particularmente agresiva en Bielorrusia. A finales de los años 50, el secretario del PCUS, Nikita Jrushchov (Khruščev) prometió que esa sería la primera república soviética completamente libre de toda memoria religiosa. El joven católico sirvió en el ejército durante dos años - la instrucción obligatoria de aquel entonces - y más tarde trabajó como soldador en la construcción de uno de los primeros supermercados de Vilnius, en Lituania. Por aquella época pensaba en matricularse en la Escuela de Medicina.

Estudiar medicina parecía un camino obligatorio: su deseo de entrar en el seminario -el único abierto a todos, en Riga (Letonia), además del de Kaunas, para los lituanos- se había visto frustrado: recibió una respuesta negativa en tres años consecutivos. Pero lo cierto es que pese a ello, Kazimierz había comenzado a prepararse para el sacerdocio en el "seminario clandestino" dirigido por sacerdotes lituanos en toda la Unión Soviética, y en particular en Bielorrusia. En estas circunstancias nada fáciles, conoció a su compañero Tadeusz Kondrusiewicz, que había logrado convertirse en sacerdote antes que él, y le ayudó proporcionándole la literatura religiosa necesaria.

En 1981 Kazimierz logró entrar en el seminario de Riga, y fue admitido directamente al tercer año. Después de su ordenación en 1984, a través de las manos del Cardenal Julijans Vaivods (todavía en pectore por aquel entonces), logró servir en la parroquia del pueblo de Ishkold en la región de Baranavichy, a pesar de todas las dificultades provenientes de las autoridades, en una de las pocas iglesias antiguas que aún se conservan y data del siglo XV. Debido a la falta de sacerdotes, en aquellos años el Padre Kazimierz viajó por los pueblos de tres regiones fronterizas, para llegar a los católicos dispersos y mantener activas las iglesias existentes. Inmediatamente después del fin del comunismo, el sacerdote se  dedicó a su reconstrucción.

Mons. Wielikoselec fue consagrado obispo en la diócesis de Pinsk, en 1999, después de haberse unido a la Orden Dominicana en la clandestinidad. La orden de los dominicos fue muy activa en el período del renacimiento de la Iglesia en la antigua Unión Soviética. En su rol de obispo no titular, el prelado viajó por todo el país, ayudando a las diócesis que se estaban reabriendo después de largas persecuciones. Es un pastor amado por todos y junto con Kondrusiewicz y los demás obispos y sacerdotes, seguirá siendo una guía segura para los católicos y todos los hombres de buena voluntad, en estos tiempos de sufrimiento y cambio.

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