23/12/2017, 11.11
EDITORIAL
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Navidad y el rechazo: ‘Vino entre su gente, pero los suyos no lo recibieron’

de Bernardo Cervellera

La primer Navidad, la de Jesús, no fue una experiencia calurosa ni amorosa. La amistad, los regalos, el agradecimiento, la ayuda a un pobre son frutos de un después-de Navidad, la consecuencia del convertirse a Él. El rechazo marca las celebraciones de los prófugos de Mosul, los de India y China. Navidad se convirtió en una fiesta peligrosa que hay que suprimir lo antes posible, también en Italia. Pero, ninguna persecución de Herodes detiene la fascinación que Cristo ejercita en los corazones de muchos.

Roma (AsiaNews)- La atmósfera rosea, caliente, amigable, llena de regalos y gratitud es la que nosotros nos deseamos para navidad. Es también en la que tratamos de preparar con los más cercanos nuestros, nuestras familias y con alguno lejano: un pobre, un enfermo, con los ancianos.

Pero este es un sentimiento espontaneo-no el meloso y enfermizo de la publicidad de este período- debemos reconocerlo: es fruto del después-de Navidad, sucedió después del nacimiento de Jesús, como la consecuencia del convertirse a Él, el Niño Dios, que se hace frágil para venir a habitar entre nosotros.  

Porque en realidad la primera Navidad, la de Jesús, no fue una experiencia calurosa ni amorosa: el Evangelio narra sobre el duro viaje a Belén, la falta de hospitalidad, el nacimiento entre los animales en el establo… Para no hablar de la persecución de Herodes, de la matanza de los inocentes, de la fuga a Egipto, que hizo de Jesús el primer emigrante “cristiano” que escapa de la masacre.

“Vino entre su gente, pero los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11): S. Juan, en su Evangelio resume con estas palabras el drama de la noche de Navidad y de lo que después sucedió, hasta la crucifixión del Niño que se hizo hombre.

Forma parte del misterio de Navidad el ser rechazado y pisoteado. Es navidad para los prófugos de Mosul, antes cazados, luego expulsados de sus casas, que desde hace 3 años viven en alojamientos de fortuna, esperando poder volver a su ciudad liberada del Isis, pero no de las minas que los milicianos sembraron en el terreno. Forma parte de la Navidad también su tenacidad en el permanecer aferrados a su tierra, deseando-como lo desea el patriarca de Bagdad- de reconstruir no sólo las habitaciones de una vez, sino el entero país en la convivencia entre cristianos, musulmanes, yazidíes y sabeos.

Las páginas de AsiaNews están llenas de este misterio de Navidad vivido en el rechazo. La persecución, las violencias, los silencios obligados a las pequeñas comunidades cristianas de Asia se convirtieron ya en un hecho cotidiano y abrazan aspectos de la vida social muy usuales. A mitad de noviembre tuvimos la confirmación que el gobierno chino prohibió a las agencias de viaje proponer viajes al Vaticano, a los Museos y a la basílica de S. Pedro, bajo de pesadas multas, hasta casi 40 mil euros. Alguno dice en China que esto sucede “porque no hay relaciones diplomáticas entre Beijing y la S. Sede”, por lo cual el Imperio del Medio decide boicotear estos viajes. En cambio, yo pienso que esto suceda por el miedo del gobierno chino de exponer a sus ciudadanos a una visión de la religión y de la vida de la fe que siempre su propaganda tuvo escondida. Las decenas de miles de turistas chinos llegan a Roma y se dan cuenta que la historia de la Iglesia está hecha de bellezas, de silencio, de oración y que los cristianos son acogedores y ordenados, no “criminales” y “subversivos del orden público”. Muchos chinos ponen a curiosear y gracias a la náusea que ellos prueban por el materialismo en el cual crecieron, comienzan a estudiar el cristianismo.

Lo mismo sucede en China, donde las iglesias para Navidad se llenan de personas no cristianas, en búsqueda de un sentido a la vida que ni el ateísmo del partido, ni la vacía satisfacción consumista logran garantizar. También aquí se trata de no hacer recibir al Niño que viene: delante de la iglesias se colocan personas de seguridad que hacen entrar solo a quien es ya cristiano; en las universidades se prohíben los Christmas parties, los encuentro para saludarse y darse los augurios de Navidad. Está hasta prohibido cantar los villancicos natalicios.

Tantas prohibiciones laicistas en Italia en el exponer pesebres y canciones tiene siempre el mismo sabor: son un rechazo ligado al miedo que cristo fascine el corazón de alguno. La Navidad se convirtió en una fiesta más peligrosa, que hay que suprimir lo más rápido posible. Hasta en la tolerante India se amordazan los cantores natalicios ¡porque podrían convertir a alguno!

En la primera Navidad, Herodes no pudo frenar la historia de Dios que vino al mundo. Del mismo modo hoy ni la persecución, ni las prohibiciones logran frenar la fascinación por la fe cristiana. Y los bautismo que se celebran en la noche de Navidad en Oriente Medio, hasta China y Japón dice que aunque el gobierno logra maniobrar el rechazo, los corazones de muchos hombres y mujeres se abren para acoger al Dios que se hizo hombre: “A cuántos lo han acogido les dio el poder de convertirse en hijos de Dios” (Jn.1,12) ¡Feliz Navidad!

 

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