15/11/2018, 14.48
LÍBANO
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Obispo de Jbeil: el perdón y la reconciliación de Geagea y Frangié cimentan el futuro

En la sede patriarcal se produjo el histórico apretón de manos entre el líder de las Fuerzas libanesas y el jefe del Movimiento Marada. Un encuentro que ha venido a cerrar una herida que llevaba 40 años abierta. La obra de mediación del Card. Beshara Raï. La justicia brinda los fundamentos para una “paz verdadera”: Un gesto que también vale para los musulmanes.  

Beirut (AsiaNews) - El gesto de reconciliación entre Samir Geagea y Sleiman Frangié, ocurrido ayer en la sede patriarcal de Bkerké, ante la mirada del Card. Beshara Raï, es un “paso muy importante” para el futuro de los cristianos libaneses y de todo el país. Un gesto de “reconciliación” celebrado con un apretón de manos (en la foto), para cerrar las heridas de la guerra que aún seguían abiertas, pero “no olvidando, sino perdonando”. Es cuanto afirma, al dialogar con AsiaNews, Mons. Michel Aoun, obispo de Jbeil-Byblos de los Maronitas, al comentar el encuentro de ayer, entre el líder de las Fuerzas libanesas y el jefe de Marada. Un abrazo que podría poner fin a 40 años de odios, divisiones y rencores, que han determinado “una de las heridas más graves” de la guerra civil en el seno de la comunidad cristiana.  

“Durante el conflicto –subraya Mons. Aoun – se cometieron muchos errores: homicidios, masacres, hechos de violencia que pertenecen al pasado y que hay que dejar a nuestras espaldas. Mirar hacia delante sin por ello olvidar, fundando la reconciliación sobre el perdón, sobre la justicia, que representan las bases para una verdadera paz”. Este gesto, agrega, puede asumir “un gran valor, incluso para los musulmanes” y coloca nuevamente en un lugar central “el rol de la Iglesia y del patriarca, que siempre han reclamado a ambas partes, llamando a la reconciliación, por el bien del país y por el futuro de los cristianos en el Líbano y en la región”.  

El feroz enfrentamiento entre los dos elementos cristianos del norte se originó el 13 de junio de 1978, fecha en que se produjo la masacre de Ehden: una ataque perpetrado por las Fuerzas libanesas contra la familia del ex presidente de la República, Tony Frangié, el padre di Sleiman. Una masacre detrás de la cual, dicen algunos, estaría la mano del ejército sirio, que permitió la acción –según lo defensores de esta teoría, Damasco no podía no estar al tanto, dado el imponente despliegue militar en la región- para dividir el “campo cristiano”.  

El presidente ejecutivo de las Fuerzas libanesas y el líder de Marada colocaron una piedra sobre el pasado y emprendieron un camino de reconciliación que bien puede definirse como “histórico”. Una enemistad fruto de la masacre del padre, de la madre, de la hermana y de unas veinte personas ligadas a Sleiman Frangié, durante los primero tiempos de la guerra civil en el Líbano.  Samir Geagea admitió haber sido parte del comando que atacó la localidad que funcionaba como bastión de los Frangié; pero él afirma, a su vez, que no participó en la masacre porque previamente había resultado herido por un disparo.

Quien bendijo el fin de una controversia que se prolongó por 40 años fue el patriarca maronita, el Card. Bechara Raï, que colocó la reconciliación entre las Fuerzas libanesas y Marada en una perspectiva “sagrada”, citando el salmo 133. “Dios quiere que nos encontremos –subrayó el purpurado- y que demos vuelta la página para vivir felices, en paz, para que la amistad nos una” y para “proseguir en el camino de la unidad”. Si hay quien deba hablar de “bipartidismo” en el Líbano, agregó, lo cierto es que no hay sino uno: dos alas iguales y complementarias, los musulmanes y los cristianos”. Este es el “secreto” del Líbano, “en su diversidad está su rol y su mensaje en la región”.  

Luego del apretón de manos y del saludo junto al patriarca maronita, Geagea y Frangié mantuvieron un diálogo de casi una hora de duración, a puertas cerradas, en una sala de la sede patriarcal de Bkerké. Al término del encuentro, los dos líderes difundieron un comunicado en el cual –si bien no anticiparon los pasos a futuro- insisten en la necesidad de que cada parte “respete a la otra” sin tratar de “eliminarla, a pesar de las diferencias que pueda haber, en términos de orientación política”.

El gesto pacificador fue recibido favorablemente, y no sólo en el seno de la comunidad cristiana libanesa. El Primer Ministro (musulmán sunita) Saad Hariri celebró “el fin de un período de sufrimiento, hostilidad e inquietud”. No dejó de rendir homenaje al patriarca Raï [una autoridad moral y política, además de religiosa] por haber “patrocinado” y vuelto posible este paso de reconciliación. La Fundación Maronitas en el mundo también expresó satisfacción, a la vez que manifestó el deseo de que ésta ocasión puede convertirse en el “preámbulo” para la “unificación” de todas las almas que componen el país.   

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