23/11/2015, 00.00
JAPÓN
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Obispo de Niigata: El desarrollo humano integral es la clave para detener el terrorismo

de Tarcisio Isao Kikuchi
Después de los atentados en París, el presidente de Caritas Asia reflexiona sobre el ciclo del mal de la violencia que parece atenazar el mundo: "No sirve una represalia violenta. Esto puede bloquear nuevos ataques, pero es un remedio a corto plazo. Debemos revivir el desarrollo integral del hombre y apoyar enérgicamente la santidad de la vida, el don más precioso que nos ha concedido Dios padre y creador".

Niigata (AsiaNews) - Es triste ser testigo, una vez más, del brutal fin de tantas vidas inocentes como ha ocurrido recientemente en París. Nosotros, como católicos, creemos que la vida humana es el don más precioso que nos fue dada por Dios. Es por eso que no podemos estar de acuerdo con la justificación de estos ataques violentos contra la vida humana. Como dijo el Santo Padre "no hay justificación religiosa o humana. Esto no es humano".

Sin embargo, algunos piensan que una represalia violenta, la violencia contra la violencia, podría dar lugar a algún tipo de solución. Sin embargo, una solución de este tipo sería de corta duración, sólo temporal. Es evidente que, para detener la violencia enorme como el que se ha desatado en los ataques terroristas en París, son indispensables los recursos financieros, estructuras organizacionales y el compromiso de los seres humanos. Así, una respuesta violenta a través de la fuerza podría minimizar este uso de la fuerza y bloquear los ataques. Pero serían siempre medidas de carácter temporal, incapaces de hacer frente a las causas reales detrás de la violencia. Las raíces de la violencia se encuentran en nuestros corazones, en nuestras emociones. El poder armado no puede controlar el odio que acecha en nuestros corazones.

Espero que cuanto pasó a París no aumente nuestro odio contra un grupo específico de personas, y no empuja a la opinión pública para elegir la respuesta violenta. Espero que en lugar de cuanto pasó la gente llegue a entender que quitar la vida humana - en cualquier caso, y con cada justificación - es siempre un acto contrario a la voluntad de nuestro Dios, Creador de todos, quien nos dio este regalo precioso.

Durante el encuentro nacional Justicia y Paz, que se celebró en Tokio en septiembre, tuve la oportunidad de compartir mis pensamientos sobre la paz con Mons. Katsuya, obispo de Sapporo, que dirige justamente la Comisión justicia y  paz [de la Conferencia de Obispos japoneses, ndt]. En nuestro coloquio, me di cuenta que el desarrollo humano integral es la clave de la verdadera paz y que las actividades de Cáritas son, de hecho, acciones de paz.

Obviamente para mí el concepto de paz es el de la Gaudium et Spes: "La paz no es solamente la ausencia de guerra, ni puede reducirse únicamente al mantenimiento del equilibrio de fuerzas opuestas; eso no es un efecto provocado por una despótica dominación, sino que viene con toda precisión definida en el trabajo de la justicia" (Is 32,7). Es el fruto del orden impreso en la sociedad humana por su divino Fundador, y que debe ser actualizada por los hombres que aspiran ardientemente a una justicia cada vez más perfecta" (78).

Para lograr “el orden impreso en la sociedad humana por su divino Fundador", el  Papa Juan XXIII ha subrayado que los derechos humanos básicos deben ser respetados y puestos en práctica en la sociedad (Pacem in Terris). Y esta es la base del concepto de que el desarrollo humano integral es fundamental para una paz real. La importancia de este desarrollo humano no se limita a su significado o su utilidad en el desarrollo en general.

En la Centesimus annus el Papa Juan Pablo II lo ha aclarado: "El desarrollo no debe ser entendido de una manera puramente económica, sino totalmente humana. No se trata sólo de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan actualmente los países más ricos, sino de construir en el trabajo solidario una vida más digna, de hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de cada persona, su capacidad de responder a su vocación, y por lo tanto a la llamada de Dios "inherente a ella” (29).

Yo espero que tengamos el coraje de enfrentar la realidad y dejar este círculo vicioso de violencia no con represalias también violentas, sino con un verdadero proceso de construcción de la paz a través del desarrollo humano integral. Por desgracia, las iniciativas políticas recientes del Partido Liberal Democrático de Japón - que han cambiado la política de seguridad nacional para pasar de una defensa pasiva a una defensa más activa, que según el primer ministro es una contribución proactiva a la paz - en realidad no ayudan a detener la espiral del mal de la violencia.

* Obispo de Niigata y Presidente de Caritas Asia

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