24/07/2019, 16.24
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P. Dotti: testimonio de la ternura de Cristo en Bangladés

El misionero del PIME se ocupa de la dirección espiritual de sacerdotes y religiosas. Tenido a la obligación del secreto, logró conquistarse la confianza del clero. “Soy un buen escuchador”. “Si tuviese que mirar sólo em los números, por ejemplo, cuántas personas bauticé, sería un fracasado. Pero el Señor me puso a salvo porque todo lo que viene es un don suyo”. 

 

Rajshahi (AsiaNews) – Una vida pasada sirviendo en Bangladés, asistiendo a los discapacitados y ocupándome de la dirección de sacerdotes y religiosas “con el objetivo de que salga afuera la esencia de la persona”: es la historia del p. Carlos Dotti, de 73 años, sacerdote del Pontificio Instituto Misiones Extranjeras (PIME). A AsiaNews narra sus 40 años de misión. transcurridos sobre todo en formar a seminaristas acompañándolos en el discernimiento espiritual, predicar en los retiros y testimoniar el Evangelio con sus modos sosegados y gentiles. De sí confiesa: “Mi servicio misionero en Bangladés es hacer lo mejor que puedo un testigo de Cristo, de su bondad, ternura, compasión y de su amor por los hombres, al mismo tiempo inserirme en la Iglesia local, para dialogar y ser el apoyo del clero”.

El p. Carlos es un sacerdote taciturno y reflexivo pero resuelto. “Soy un buen escuchador”, refiere y es justamente por esta índole suya, acogedora logra conquistar la confianza de las personas, que por él nutren un profundo respeto. Siendo el octavo de 8 hijos, cuenta, “ya desde niños aprendí a observar a mis hermanos y hermanas más grandes, entendiendo los intereses y las aspiraciones. Ni siquiera sé por qué siempre tantas persona prueben tanto afecto hacia mí. A veces creo que sea por aquello que no hago”. 

El sacerdote nació en Levate, en la provincia de Bérgamo, el 6 de febrero de 1946. Por el momento se encuentra en Rajshahi, en la casa del obispo, para seguir a aquellos sacerdotes que “tienden un poco” a desbandarse. En mí encuentran a una persona con la cual pueden confiarse y hablar en secreto de sus propios problemas, de hermano a hermano”. De hecho la dirección espiritual, explica, “tiene la ventaja de ser secreta, porque es la extención de la confesión. No consiste en el hacer prédicas, sino poner preguntas. Por mi parte, trato de compararme con sus comportamientos, miedos y angustias con la vida cristiana y la Palabra de Dios. Ellos terminan confortados y serenos”.

Su vocación nace “en casa”: un tío paterno, con su mismo nombre, era un fraile capuchino y dedicó toda su vida a ser misionero en Brasil. La familia “era profundamente católica y deseaba tener un hijo que se hiciese cura”. El p. Carlos entró en el seminario desde pequeño, “pero esperaba el signo de la llamada”. A la edad de 16 años inicia a trabajar y continúa esperando alguna señal del Padre. Hasta que un día “llega a casa u boletín del PIME, donde en la tapa estaba escrita una frase: “El Señor llama a jóvenes y muchachas cada día. ¿Por qué no podrías ser tú? Ese era mi signo”.

En 1963, a los 17 años, entra en el seminario del PIME de Cervignano del FRiuli como vocación adulta, luego fue a Monza y a Milán. “Como todos los seminaristas- continúa- tenía tantas preguntas y dudas. Pero, luego me ponía con el corazón abierto en oración delante del Señor y entendía que era Él quien me llamaba”.

En 1972 forma parte, junto al p. GianAntonio Baio (su compañero de clase), en el primer ciclo del Oversea Training Program, un proyecto que le permite visitar las misiones para “constatar personalmente cuáles son las condiciones y tener una ulterior confirma si somos adecuados o no”. Ambos visitan Bangladés y ambos siguen todavía allí. “Por otro lado el país había apenas salido de la guerra de independencia (obtenida en 1971) y estaba destruido. Se puede decir quemado: no había más ni siqueira semillas ni arados. Era una situación dramática. El p. Paolo Poggi, el misionero con el cual vivía, lograba dormirse cuando llegaba la custodia de los policías y sentía sus fuertes pasos de arriba abajo por la veranda. En aquel año fue asesinado el p. Angelo Maggioni, nuestro hermano, en un intento de robo.     

Frente al peligro de la misión, a la concreta posibilidad de sacrificar la propia vida, el p. carlos no tiene duda y elige donar su propia vida en servir a Cristo. “Ser misionero-afirma sin preocupación- incluye la posibilidad de ser mártir”. En 1973 es ordenado sacerdote y el año sucesivo parte para Bangladés. El primer destino es como párroco de Boldipukur, luego y por 16 años lo envían a diversas parroquias; vuelve a Italia por 4 años, luego en 1995 vuelve para ser el rector del seminario de Daca; después transcurre 2 años en la parroquia de Mirpur, lugo por los 4 sucesivos predica en los retiros en Bogra. En aquel período trabaja también para el diálogo ecuménico con los protestantes, después lo destinan a la Pime House di Dhaka, donde permanece por otros 9 años trabajando como director espiritual de los 2 seminarios de la capital. “Allí entendí- continúa- que el Señor me había dado este don”. Luego es transferido a Filipinas por 2 años, al final entre 2014-2015 vuelve a Dinajpur donde se ocupa de las novicias de las hermanas Shanti Rani (congregación fundada por un obispo del PIME) y de las hermanas de un vecino monasterio. Después otro período en Daca, hoy está en Rajshahi. 

Volviendo a pensar en los desafíos cotidianos de los sacerdotes y en las dudas de los seminaristas y de las novicias encontrados en su trabajo, reporta: “Todos se preguntan si estarán a la altura, si lograrán ir de acuerdo con los co-hermanos o satisfacer las expectativas de los fieles. Son las dudas que tienen todo los jóvenes del mundo. Junto a esto, está el empuje a donarse por algo más grande”. Tantos de ellos, continúa, “se quedaron inspirados por el ejemplo de otros curas y religiosas en los pueblos- Esto los llevó a desear ponerse a su vez al servicio del Señor, a donarse a Él, a servir al pueblo de Dios y, allí donde es posible, a llevar la luz de la fe ya aquellos que no conocen a Cristo”.

Cada tanto el p. Carlos vuelve a Italia para hacer “el cupón de la salud”. o sea alguna visita médica. Pero de base, dice concluyendo, “soy un enviado”. “La llamada es para un envío”. “Soy un enviado, los que significa que no miro a los resultados inmediatos, que no siempre llegan, porque es otro quien hace las cuentas. Si yo mirase sólo en los números de los bautizados, sería un fracasado. Los frutos llegan cuando el Señor quiere y llegan cuando menos te lo esperas. esto es lo que me salvó en un país en el cual la vida cotidiana es tan dura: ser consciente que obtener resultados es difícil, todo aquello que viene es un más y viene como un don de Dios”. (F.A.C.)

 

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