26/03/2016, 14.16
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P. Gheddo: La Pascua es la fiesta de la alegría

de Piero Gheddo

Una reflexión sobre el misterio de la Pascua, un hecho histórico y de fe, que convierte la vida en algo positivo, incluso cuando ésta es vivida en condiciones difíciles y de pobreza. El ejemplo de Marcelo Candia y del beato p. Clemente Vismara.

Milán (AsiaNews)- Pascua es la fiesta de nuestra fe. Nosotros somos cristianos, discípulos de Cristo porque Él resucitó de la muerte. “Si Cristo no hubiese resucitado”, dice san Pablo: “Vana sería nuestra fe”. ¿Qué quiere decir ser cristiano? Creer en la muerte y resurrección de Jesús el Cristo, que cambia en un sentido positivo la historia de la humanidad y de cada hombre, y que debe cambiar y mejorar también nuestra pequeña vida. Veamos por qué y cómo.

Hay tres niveles de comprensión de la Pascua:

1)    El nivel fenomenológico. La Resurrección de Cristo es un hecho histórico, en el sentido de que realmente sucedió y fue atestiguado por muchos: el sepulcro vacío, Jesús resucitado a quien las pías mujeres y los discípulos han visto y tocado, Además lo dos mil años del cristianismo y de la Iglesia demuestran que en la raíz hay un extraordinario hecho histórico: el Hijo de Dios se hizo hombre para salvarnos del pecado (la ofensa a Dios, ¡el egoísmo!) y de la muerte. La resurrección no es un mito, una hermosa fábula, sino un hecho que no se puede negar históricamente. De otro modo deberíamos negar la existencia de Julio Cesar y de Buda, de Mahoma y de tantos otros personajes históricos, de los cuales han quedado menos testimonios y documentos que los que hay de Cristo.

2)    El nivel de la fe. La resurrección es también un hecho misterioso, humanamente inexplicable. Es un “misterio de la Fe” y se necesita de la Fe, don de Dios, para ser comprendido y creído. Hoy nosotros adoramos al Señor Resucitado y pedimos a Dios que aumente nuestra fe en Él, único Salvador del hombre y del mundo. El ejemplo clásico es el del apóstol santo Tomás, que no estaba presente cuando Jesús se le apareció a los otros apóstoles, por lo tanto no creía que hubiese resucitado. Pero cuando pudo ver a Jesús y tocar las llagas de sus manos y de su costado, entonces cree que realmente resucitó. Del hecho histórico innegable, pasa inmediatamente a la fe en Cristo Hijo de Dios y dice: “¡Señor mío y Dios mío!”

El venerable doctor Marcelo Candia, misionero laico entre los leprosos en Amazonia, repetía a menudo: “Señor, aumenta mi fe”. Yo le decía que fe tenía mucha, pero él me respondía: “Recuérdate Piero, ¡que la fe no es suficiente nunca! Hoy, el mundo moderno, secularizado, nos lleva a “vivir como si Dios no existiera”. Pero Dios existe y murió en la Cruz en la segunda persona de la Santísima Trinidad, Cristo Jesús, que nos ha abierto las puertas del Paraíso.

¡Cuántos viven sin saber por qué viven! La vida suya es casi tan sólo material sin una luz de lo alto que la ilumine, sin la esperanza de una meta que alcanzar, ¡la vida eterna con Dios! El pesimismo existencial -tan difundido hoy entre nosotros, los italianos, de los cuales el 90% hemos sido bautizados- es educativamente perjudicial para los jóvenes, y proviene justamente de esto.: Cristo resucitado, que es signo de esperanza e invitación para resucitar con Él, es una frase que ya no nos dice nada. La fe recibida de niños no ilumina ni da calor a la vida. O bien, no obstante quedan algunas devociones, hoy éstas ya no bastan para dar serenidad y alegría de vivir.

3)    El tercer nivel de comprensión de la Pascua es el del amor y la imitación de Cristo. No es suficiente creer intelectualmente. ¿Qué significa creer en Cristo resucitado? Quiere decir vivir la vida de Cristo, conocer y amar a Cristo, meterse en serio y con alegría en el camino de la imitación de Cristo, con el fin de testimoniarlo cada vez más con nuestras vidas. El don de la fe que he recibido, no me ha sido dado sólo para vivirlo yo y mi familia, sino para que, en la miseria de Italia y del mundo, seamos luz y sal para los hombres, levadura para la sociedad en la que vivimos.

La Pascua da sentido e indica un destino para nuestras vidas: Si Jesús resucitó de la muerte, también yo resucitaré con Él. Esta es la verdadera novedad del cristianismo. La resurrección de la muerte para vivir la vida eterna con Dios es una verdad que ninguna otra religión tiene, y que sólo Cristo nos ha revelado y que no ha incluso prometido.

El nivel de fe es reconfortante: vuelve auténtica y feliz nuestra vida. Pero, ¡cuán difícil es! Hay que vivir la vida de Cristo, enamorarnos de Cristo, imitar a Cristo, eliminando el pecado, corrigiéndonos de nuestros defectos y malos hábitos. El Jubileo de la Misericordia de Dios nos llama a la conversión. Todos debemos convertirnos, también nosotros los sacerdotes somos pecadores, y somos llamados a la conversión. Es un camino que dura toda la vida, que nos mantiene jóvenes de espíritu y nos da el entusiasmo de vivir en Cristo y con Cristo, haciendo el bien. La caridad cubre la multitud de nuestros pecados.

Última reflexión. Una expresión popular significativa es la siguiente: se dice "Estoy feliz como una Pascua" cuando se está conmovido por una gran alegría. Cristo resucitado es una fuente de alegría y esperanza, nos da una visión optimista de nuestras vidas y del mundo en que vivimos, nos hace ver la realidad del mundo que nos rodea con los ojos de Dios. Ya no con nuestros ojos, sino con los ojos de Dios.

El Beato Clemente Vismara, que fue misionero en Birmania durante 65 años, llevó una vida agotadora y dolorosa a más no poder, entre los pobres y los leprosos, en medio del hambre y de la peste, la guerrilla y la dictadura; padeció el hambre y la sed, se adaptó a los alimentos más repugnantes (ratones, gusanos, etc.), durante los primeros ocho años de misión dormía en un cobertizo de barro y paja y abría el paraguas cuando llovía para que no lloviera sobre él. Pero luego, creó dos ciudadelas cristianas manteniendo a más de 300 huérfanos y personas con diferentes discapacidades.

Sin embargo, la gente llamaba a Clemente Vismara: "El sacerdote que siempre sonríe", él siempre estaba contento. En una carta escribe: "Aquí vivimos la vida de los pobres de Cristo, pero sentimos la alegría del cielo y la preocupación por el mañana es relativamente ligera, porque el trabajo no nuestro, sino del Señor Jesús, que ha querido enviarnos aquí". En otra carta escribe: "La alegría y la paz del corazón nunca nos han faltado. Vivimos como misioneros alegres que gozan en el sacrificio, saboreando anticipadamente la recompensa que será dada a quienes han abandonado a la madre y al padre para seguir a Jesús".

Su nieto Guido, hijo de Stella Vismara, le escribe que el mundo es feo y él responde: "Estimado Guido, a pesar de que yo vivo en un mundo pagano, y por lo tanto, más feo que mundo cristiano en el que tú vives, te digo que el mundo es bello, y la vida es más bella todavía. De lo contrario, ¿para qué sirve la fe?".

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