28/10/2014, 00.00
BANGLADESH - COLOMBIA
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Padre Belisario: De Colombia a Bangladesh, la "locura" de la misión

de Bernardo Cervellera
El p. Belisario de Jesús Ciro Montoya, de 29 años es un sacerdote colombiano de la diócesis de Sonson-Rionegro. De hace un mes partió para Bangladesh. Para él, la misión "ad gentes" debería ser un bagaje de cada sacerdote. El dolor por la separación es fuerte también para los padres ("lloraban como si estuviese frente a un ataúd"). Pero este es el camino para ser "similares a Jesús" y vivir la experiencia de la universalidad de la Iglesia.

Roma (AsiaNews)- Desde "un punto de vista humano", partir en misión hacia un país lejano "es una locura". También el sufrimiento que se les provoca a los padres por la separación, nos lleva a preguntarnos si ..."Vale la pena". Pero, "sé que Dios hace fructificar estos sacrificios para su obra". Así explica su decisión de ir como misionero, el p. Belisario de Jesús Ciro Montoya, que tiene 29 años, es sacerdote colombiano de la diócesis de Sonsón - Ríonegro. Desde hace casi un mes vive en Dhaka (Bangladesh), junto a los misioneros del PIME (Pontifico instituto Misiones Extranjeras) para dedicarse al estudio de la lengua y comenzar su servicio misionero entre los no cristianos. Para el p. Belisario, la misión universal debería ser la dimensión cotidiana de todos los sacerdotes. En cambio, a causa de los que el Papa Francisco define como "auto-referencialidad" en la Iglesia, la partida y la misión "ad gentes" son consideradas como un hecho excepcional.

La entrevista que publicamos fue realizada unos días antes que el p. Belisario partiese para Asia.

¿Cómo has descubierto tu vocación y deseo de anunciar el Evangelio en Asia?

No existe un  momento, una anécdota que me haga decir: ¡esta es la llamada!, ¡este es el momento! Desde cuando tengo conciencia, o sea de niño, quería ser cura. Recuerdo que una vez, quizás a  mis 7 u 8 años, vino a nuestra escuela a hablar un  misionero. Al final de la charla preguntó: "¿Quién de ustedes quiere ser misionero?". Todos alzaron la mano, yo no, porque no entendía la diferencia entre ser cura y  misionero. Y yo, tenía la conciencia que quería ser cura.

¿Entraste al seminario siendo pequeño?

No. Habría deseado ir y con mi  madre se lo preguntamos al párroco. Pero él, tomo mi cara entre sus manos y dijo. "Cuando él abrirá los ojos, si todavía lo quiere, nosotros lo ayudaremos". Hoy agradezco a Dios por la sabiduría de este sacerdote. Él estuvo presente en mi ordenación y entonces le dije. "Mira, ¡He abierto los ojos y estoy aquí! Y, él estaba realmente feliz.

¿Dónde has estudiado?

En la diócesis de Sonsón - Ríonegro. Desde niño estudié en una pequeña escuela de campo. A la misa iba de tanto en tanto, porque éramos 8 hermanos y mis padres nos llevaban uno por vez en la semana a la ciudad, para ir al mercado e ir a misa. Estudié en el campo también en la escuela media: sólo dos días a la semana; los otros días trabajaba en el campo. En aquel tiempo  me olvidé del sacerdocio, un poco porque no tenía las ideas claras y otro poco porque mi papá habría querido que yo permaneciera  trabajando con él en el campo. Él no nos daba coraje para irnos a estudiar. Luego entré en la escuela vocacional e inicié el seminario diocesano y 3 años de filosofía. Por nuestra parte, se hace en un pueblo vecino cerca de donde vive la familia,  era un ambiente joven, éramos unos 50. Luego estudié teología en el Seminario nacional de Cristo Sacerdote, siempre en nuestra diócesis. Después de 2 años de teología, me mandaron por un año a hacer práctica pastoral: fui a una misión fuera de la diócesis, en una tribu indígena, los Iguajú, que viven en el norte de Colombia y cerca de Venezuela. Luego volví al Seminario. Había personas de distintas edades y de diversas regiones de Colombia, de República Dominicana, de Brasil. En este período el obispo me preguntó si quería ir a Roma, para terminar mi especialización y yo le dije que sí. Estuve 3 años en Roma y luego volví. Fui ordenado y trabajé por 1 año y medio en una parroquia, en Nuestra Señora del Carmen de Viboral. El rector y el obispo quisieron que los ayudase en el Seminario, como formador y encargado de los estudios, y además enseñé en la Universidad algunos cursos de epistemología. En la diócesis estaba el p. Danilo (Danilo Gomes, ahora se fue también él a Bangladesh-ndr) y el p. Heraldo que ya había estado como misionero en Bangladesh. Justamente él me dijo que el obispo estaba esperando alguno que estuviese disponible para partir. Y, le dije que era yo.

Tengo que decir que las ganas de irme en misión las tuve siempre, antes de entrar al seminario, es más... para mí era una cosa natural, para nada extraordinario: si estamos en un país donde la mayoría es católica, la cosa más natural es que exista unas ganas de mirar más lejos, donde no es así, donde la gente no conoce a Jesús, ni existe la Iglesia. En Roma, me encontré con el p. Danilo y con otro cura y nos decíamos que hubiese sido lindo partir juntos a misionar. El tercero no quiso saber nada, sin embargo Danilo y yo estamos listos para ir a Bangladesh.

Tú dices que el cura es misionero de por sí y para todo el mundo. Por lo tanto todos deberían partir

Nosotros hemos iniciado esta experiencia de misión en Asia, en particular en Bangladesh, porque el obispo de entonces, mons. Flavio Calle Zapata, ahora obispo de Ibagué, había notado que eran nuestro sacerdotes estaban en América y en Europa y también en África, pero no en Asia. Entonces él le pidió al cardenal de Propaganda Fide y el Prefecto les aconsejó una convención con el Pime. El obispo siempre decía: nuestra diócesis fue siempre bendecida con tanta vocaciones y por lo tanto debemos ir de misión... Piense en que nuestro seminario de filosofía tiene al menos, 90 estudiantes. Así que el obispo dio el empuje y los otros han continuado. Los sacerdotes que volvieron de Bangladesh han alentado a los otros a compartir esta experiencia de misión.

¿Es buena esta experiencia para los sacerdotes?

Ciertamente, porque nos ha ofrecido una posibilidad de entender la universalidad de la Iglesia en un sentido más verdadero y concreto. Cuando sabemos que uno de los nuestros ya ha trabajado en un lugar tan lejano y en una realidad tan diversa, comprendemos que la Iglesia es para todo el mundo. La idea del Bangladesh, a mí me vino leyendo algunos artículos, experiencias y por haber escuchado a esos curas que ya habían estado allá. Uno de ellos publicó también un libro, el p. Fabio Arcila.

¿Los has visto cambiados después de la misión?

Yo no los conocía antes de que partieran. Pero lo digo por mí: hasta ahora fue un proceso enriquecedor que me permite comprender la universalidad de la Iglesia, las diferencias entre culturas, cómo vivir la fe y la espiritualidad. Agradezco a Dios por esta posibilidad que me es dada.

Quiero precisar que no estoy yendo a Bangladesh por curiosidad, sino que es un mandamiento que siento desde lo profundo del corazón, algo que si no estuviese Otro, yo me quedaría en mi casa. Me dicen que hay tanto para hacer en Colombia, en el Seminario, en la parroquia... También en Italia y en Irlanda me decían que allí también necesitaban, pero es a Bangladesh que debo ir, pero no porque yo lo quiera, sino porque obedezco a mi obispo. Es un acto, sobre todo de obediencia, no es una cosa exótica, para conocer lenguas o culturas. Voy allá con mucho gusto, como también lo hice en mis experiencias precedentes. Como les decía, es extraño que una cosa natural [la misión universal] se la considere como un hecho extraordinario. Es más, los vecinos de mis padres han pensado que el obispo me mandaba a Asia ¡por castigo!.

¿Por qué existe esta reducción en la visión de la misión universal?

Lamentablemente, porque sucede aquello que el Papa Francisco llama "auto-referencialidad" de la Iglesia. Pensamos que quedarnos en nuestro país y portarnos bien, es suficiente. En cambio, no y no sucede sólo en Colombia, sino por todos lados. Tenemos siempre la tentación de pensarnos como ya salvados por haber hecho el mínimo esfuerzo. Ciertamente, irse al extranjero como misionero implica un sacrificio, porque no es fácil dejar a la familia, las comodidades, los proyectos, pero si no miramos más allá, jamás entenderemos que estamos sólo en el inicio de la misión de la Iglesia. Quizás en Colombia, somos ya todos cristianos, o por lo menos bautizados, pero si hay tanto que hacer, hay que mirar allá donde no se ha hecho aún nada para anunciar el Evangelio.

¿Vale la pena dejar todo para ir a misionar?

Desde un punto de vista humano no vale la pena: es una locura. Y éste es un punto de vista humano que cada tanto vuelve y que yo también lo tengo. También mi madre insiste y me dice que vuelva atrás. Desde un punto de vista humano no tiene sentido, es necesario tener fe en Jesús; es necesario juzgar con los ojos de la fe, de otro modo no existe una razón, es mejor ir a un lugar donde no sé ni siquiera si habrá necesidad de mí. Quedé impactado por algunas reflexiones del p. Franco Cagnasso, cuando dice que el misionero es la cosa más cara, embarazadora, costosa, inútil que exista... sin embargo se lo necesita a él porque es necesario predicar a Jesucristo.

¿Qué es lo que gana dejando todo?

El Señor es muy generoso y supera en cualquier medida el sacrificio que se hace y de esto soy consciente, estoy realmente convencido porque lo percibo.. Estoy convencido que ganaré algo y con esta confianza parto para la  misión, porque no serán mis fuerzas las que me conducirán, sino que será Jesús. Y también sé que cada pequeño sacrificio se convertirá en una bendición no sólo para mí sino también para los otros que se sacrificaron por esto. En particular- quiero especificarlo- será una bendición también para mi familia. 

Tu familia, ¿ha sufrido mucho?

Durante mi partida yo estaba tranquilo, pero para mis padres era como si yo me muriera: lloraban como si estuviese en el cajón. Fue una experiencia fuerte, porque yo amo a mi familia, a mis padres. Viéndolos sufrir, me preguntaba si valía la pena, porque para ellos era como el fin del mundo. ¿Vale la pena hacer sufrir así a mis padres? En este primer año he elaborado las respuestas. Y hoy, aunque si bien siguen sufriendo, el modo en el cual ellos miran mi ministerio y mi vocación es distinto y más lleno de una fe más profunda. El Señor los ha ayudado a crecer también como a mí. Por lo tanto voy contento y tranquilo porque sé que Dios sabe sacar frutos de estos sacrificios y para su obra. No sé si convertiré a alguno, pero rezo al Señor que al menos yo pueda convertirme y pueda ser más similar a Jesús. Mi lema/frase inspiradora de vida ha sido: "Busquen el reino de Dios y su justicia, todo el resto se os dará en añadidura" y así lo voy buscando a Él y el resto vendrá de ñapa. Si alguien a través mío es llevado, alentado a buscar a Jesús, ¡Gloria a Dios!: ¡sería una cosa hermosa!

 

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