26/05/2014, 00.00
VATICANO - TIERRA SANTA
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Papa: En el Cenáculo, de aquí partió la Iglesia, y es un Iglesia "en salida"

Un lugar que recuerda el servicio, la fraternidad, el compartir, la armonía, la paz, la promesa, pero también la mezquindad, la curiosidad, la traición. "La experiencia más bella del cristiano, y un modo particular del sacerdote: ser amigo del Señor Jesús". A sacerdotes y religiosos: "no nos dejemos vencer por el miedo y por el desconsuelo, sino con el coraje y la confianza adelante en nuestro camino y en nuestra misión"

Jerusalén (AsiaNews)- Celebración eucarística en el Cenáculo, última etapa de la peregrinación a Tierra santa del Papa Francisco que esta tarde vuelve a Roma. Desde el Cenáculo, dice "desde aquí" partió la Iglesia, "en salida" de un lugar que recuerda el servicio, la fraternidad, el compartir, la armonía, la paz, la promesa, pero también la mezquindad, la curiosidad, la traición.

La pequeña sala donde Francisco concluye su visita y donde se celebró la Última Cena, surge en el segundo piso de un edificio que se dice surgió sobre la tumba del rey David. Se puede visitar, pero no se puede usar para celebraciones, recuerda el p. Pizzabella, custodio de Tierra Santa, excepto en casos excepcionales, como este. Los franciscanos reivindican la propiedad, pero desde la guerra de 1967 está en propiedad del Estado. Desde hace tiempo, en particular en ocasión de la visita de Juan Pablo II, se habla de devolver a la Iglesia católica si no la propiedad, al menos alguna forma de gestión. Pero en la vigilia de la llegada de Papa Francisco, el ministro de Exteriores, Avigor Lieberman, jefe del partido de derecha Yisrael Beitenu, comentando una manifestación de protesta de hebreos ultra-ortodoxos contra la presencia de Francisco en el Cenáculo y contra la hipótesis de concederlo en algún modo a la Santa Sede, declaró que "no existe ninguna intención de consignar o de conceder derechos sobre el Cenáculo al Vaticano, Ni durante la visita del Papa a Israel, ni después".

No hay manifestantes que protesten cuando llega el Papa Francisco que dedica a la Iglesia sus últimos momentos de citas en Tierra santa. Y si la misa está dedicada al nacimiento de la nueva familia, la Iglesia", antes de ir hacia el Cenáculo encontró a sacerdotes, seminaristas, religiosos que viven en esta tierra, en la iglesia de Getsemaní, que surge al lado del Huerto de los Olivos. Recordando cuánto allí sucedió había dicho que "hará bien a todos ustedes, obispos, sacerdotes, personas consagradas, seminaristas, en este lugar, preguntémonos: ¿Quién soy yo delante de mi Señor que sufre? ¿Soy de aquellos que invitados por Jesús a hacer vigilia con Él, se duermen, y en cambio de rezar tratan de evadir, cerrando os ojos de frente a la realidad? ¿Me reconozco entre aquellos que se escaparon por miedo, abandonando al Maestro en la hora más trágica de su vida terrena? ¿Existe también en mí la doblez, la falsedad de aquel que lo vendió por treinta monedas, que fue llamado amigo, sin embargo traicionó a Jesús? ¿Me reconozco entre aquellos que fueron débiles y lo negaron, como Pedro? Él poco antes había prometido a Jesús que lo iba a seguir hasta la muerte, luego, obligado por el miedo, jura que no lo conoce. ¿Me asemejo a aquellos que ya organizaban su vida sin Él, como los discípulos de Emaús, tontos y lentos de corazón en creer en las palabras de los profetas?". 

"Es un gran don del Señor estar aquí reunidos, en el Cenáculo, para celebrar la Eucaristía. Aquí, donde Jesús consumó la Última Cena con los Apóstoles; donde, resucitado, se apareció en medio de ellos; donde el Espíritu Santo descendió abundantemente sobre María y los discípulos. Aquí nació la Iglesia, y nació en salida. Desde aquí salió, con el Pan partido entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos, y el Espíritu de amor en el corazón.

"En el Cenáculo, Jesús resucitado, enviado por el Padre, comunicó su mismo Espíritu a los Apóstoles y con esta fuerza los envió a renovar la faz de la tierra (cf. Sal 104,30).

"Salir, marchar, no quiere decir olvidar. La Iglesia en salida guarda la memoria de lo que sucedió aquí; el Espíritu Paráclito le recuerda cada palabra, cada gesto, y le revela su sentido.

"El Cenáculo nos recuerda el servicio, el lavatorio de los pies, que Jesús realizó, como ejemplo para sus discípulos. Lavarse los pies los unos a los otros significa acogerse, aceptarse, amarse, servirse mutuamente. Quiere decir servir al pobre, al enfermo, al excluido.

"El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el sacrificio. En cada celebración eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que también nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas..., ofrecer todo en sacrificio espiritual.

"El Cenáculo nos recuerda la amistad. "Ya no les llamo siervos -dijo Jesús a los Doce-... a ustedes les llamo amigos" (Jn15,15). El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús.

"El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. "Cuando vaya..., volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes" (Jn 14,3). Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.

"Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad -"¿quién es el traidor?"-, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados.

"El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande... Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo.

"El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, constituida por Cristo resucitado. Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos.

"Éste es el horizonte del Cenáculo: el horizonte del Resucitado y de la Iglesia.

"De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la esperanza de una renovada efusión del Espíritu Santo: Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra (cf.Sal 104,30)!".

 

 

 

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